• 3ª Parte


    =25 de Mayo de 1810 =Las Malvinas en Posesión Argentina (1820-1833) =Toma de posesión y poblamiento =El Coronel de Marina David Jewett =Comandancia Político - Militar. Luis Vernert =Incidente diplomático con Estados Unidos =Advertencia y captura de la Harriet =Ataque a Puerto Soledad =Consecuencias =La Goleta Sarandí y designación del nuevo Gobernador de las islas =Amotinamiento y asesinato =Gobernadores Argentinos de Malvinas =La Invasión Británica a las Islas Malvinas =El desalojo de la guarnición argentina y sus familias =La Corbeta “Clio” no prolongó su estadía =Reacción argentina y protestas diplomáticas =Sublevación del Gaucho Rivero =Visitas del HMS Beagle =El descubrimiento del autor =Conclusiones


 

Indice

El Descubrimiento de América: 3ª Parte

 

25 de Mayo de 1810

 

Tras los primeros conatos independentistas en el virreinato, el gobernador de Montevideo, Gaspar de Vigodet (ciudad convertida en el fuerte realista contra las Provincias Unidas) decidió reunir todas las fuerzas militares de las que disponía a fin de enfrentar a los revolucionarios de Mayo, por lo que ordenó a las fuerzas existentes en el archipiélago, que estaban a cargo del destacamento, abandonar Puerto Soledad. En enero de 1811 España abandonó las islas con intenciones de volver, luego de 37 años de ocupación indiscutida y dejando también placas en el campanario de la capilla y en los edificios principales, en la que afirmaba su soberanía sobre las islas:

Esta isla con sus Puertos, Edificios, Dependencias y cuanto contiene pertenece a la Soberanía del Sr. D. Fernando VII Rey de España y sus Indias, Soledad de Malvinas 7 de febrero de 1811 siendo gobernador Pablo Guillén.


Las Malvinas en Posesión Argentina (1820-1833)


Tras la partida de las tropas españolas, las islas quedaron despobladas. En los años siguientes fueron esporádicamente visitadas por foqueros y balleneros de diversas nacionalidades, que se limitaron a buscar refugio y víveres.
3ª Parte

El 25 de mayo de 1810 comenzó en lo fáctico la existencia de la Argentina independiente. Su primer gobierno, la Primera Junta, atendió los reclamos del hasta entonces comandante militar español en Malvinas, Gerardo Bordas, que, en vez de dirigirse al virrey español, hizo petición al primer gobierno argentino, que le erogó los sueldos reclamados. Argentina proclamó oficialmente la independencia de la corona de España y "de toda otra dominación extranjera" en 1816, asumiendo la soberanía de las islas como legado de la corona Española, bajo el principio de uti possidetis. Este axioma definía, según los juristas de las naciones independizadas, la soberanía territorial en base a los antiguos límites administrativos coloniales de las respectivas metrópolis.


Toma de posesión y poblamiento


La primera época de gobierno argentino, bajo el nombre de "Provincias Unidas", abarca el período que va desde el 25 de mayo de 1810 al 2 de enero de 1833, en que se consuma el despojo británico.

Las dificultades propias de la Revolución de Mayo imposibilitaron a nuestros patriotas, en un primer momento, ocuparse de tierras situadas en latitudes extremas como las Islas Malvinas. Pero pronto las Provincias Unidas del Río de La Plata, por conducto de la Provincia de Buenos Aires, se ocuparon de la administración insular designando "permisionarios", "concesionarios", "comisionados", "comandantes" y "comandantes políticos y militares".

La continuación del dominio de las islas, por la tradición de los títulos jurídicos de España en favor de las Provincias Unidas, habilitan a éstas a disponer esas medidas de administración y gobierno. Ellas se inician por las más modestas, el "permiso" de pesca y caza; siguen con la "concesión" para el usufructo de carnes y cueros; continúan con la "comisión" para una administración delegada en nombre de las Provincias Unidas; prosiguen con la instauración accidental de una "comandancia insular"; y concluyen con la institucionalización permanente, orgánica y estable de "la comandancia político y militar".


a. Permisionario


El 30 de enero de 1813 se le acuerda autorización (permiso), a su solicitud, a Enrique Torres, del bergantín inglés "El Rastrero", para que la citada embarcación pudiese efectuar un viaje a las Islas Malvinas y Costas del Sur, donde se dedicaría a la caza de lobos marinos".


b. Comisionado


Hacia 1820 la caza ilegal de cetáceos en los mares insulares de las Provincias Unidas había alcanzado proporciones depredatorias y amenazaba la preservación del recurso.

En ese mismo año se dicta una medida legislativa especial sobre policía económica (ley de pesca y caza) que prueba la preocupación política de Buenos Aires por sus intereses en el litoral e islas del Atlántico. El 22 de octubre, la Honorable Junta de Representantes de Buenos Aires sanciona la ley de pesca, a iniciativa del comandante político y militar de Patagones, Teniente Coronel Gabriel de la Oyuela, que advertía sobre los excesos cometidos por los pesqueros extranjeros en la costa patagónica y su negativa a pagar "derechos".

Por la citada ley, los extranjeros que viniesen por temporada a realizar sus faenas de pesca y caza debían pagar un derecho de 6 pesos por tonelada y aquellos que habitasen casa o que formasen un establecimiento fijo, gozaban de un régimen de fomento, dado que tributaban derechos más reducidos o tenían libertad de pesca sin cargo por un plazo no menor de 8 años.

El Coronel de Marina David Jewett

3ª Parte

David Jewett (también conocido como Daniel Jewett) fue un marino y corsario estadounidense nacionalizado argentino y luego brasileño, acusado de pirata por sus depredaciones contra navíos estadounidenses y portugueses.

Jewett nació en el "North Parish" de New London (hoy Montville) en la colonia británica de Connecticut (hoy uno de los Estados Unidos), el 17 de junio de 1772. Estudió leyes y luego se unió a la marina de guerra de los Estados Unidos, donde capitaneó la nave Trumbull, actuando como corsario. Abandonó la marina de guerra en 1801, tras una reforma militar, pero regresó durante la guerra de 1812 contra Gran Bretaña, donde volvió a tener un rol de bucanero.

Tiempo después el coronel Jewett ofreció sus servicios al flamante estado independiente de las Provincias Unidas del Río de la Plata (antecedente jurídico de la Argentina actual), que aceptó su oferta y autorizó sus actividades de corsario contra fuerzas españolas; fue designado Coronel en la Marina de Guerra Argentina, donde le dieron el comando de la fragata Heroína en 1820.

Tuvo un importante rol en la historia del conflicto entre Gran Bretaña y la Argentina, ya que en este año, David Jewett, comandante de la "Heroína", fue "comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas para tomar posesión de las Islas Malvinas en nombre del país a que éstas pertenecen por ley natural".

Jewett embarcó en la última etapa del viaje, ahora en rol de "buque de estado", es decir navío regular y no corsario, la Heroína puso proa hacia Malvinas, donde cumplió su más famosa misión.

De su tripulación de 200 hombres, unos 80 miembros estaban gravemente enfermos o muertos para el momento en que arribó en octubre, a Puerto Soledad, en las Islas Malvinas. Allí encontró a unos cincuenta cazadores británicos y estadounidenses, con sus naves, cuya presencia no había sido autorizada por Buenos Aires.

A ese fin, el 6 de noviembre de 1820, enarbolando en acto solemne el Pabellón Nacional en Puerto Soledad, sobre el fuerte destruido y disparando una salva de 21 cañonazos, tomó posesión de las islas en nombre del "Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Sud-América". Por primera vez flameaba sobre las Islas Malvinas la Celeste y Blanca recientemente creada por Manuel Belgrano.
3ª Parte
3ª Parte

Luego de izar la Bandera Celeste y Blanca y reclamar formalmente los territorios como parte de la República Argentina, advirtió a los navíos foqueros y pesqueros que sus actividades eran ilegales y que dañaban los recursos naturales locales.

Debido a que estos intrusos eran en su mayoría provenientes de Estados Unidos y el Reino Unido, leyó una declaración bilingüe, en español e inglés, esta última legalizada por el cónsul británico en Buenos Aires. Distribuyó entre los navíos ilegales una circular que decía:

Fragata del Estado Heroína, en Puerto Soledad, Noviembre 2 de 1820.

Señor, tengo el honor de informarle que he llegado a este puerto comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Sud América para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas pertenecen por la Ley Natural. Al desempeñar esta misión deseo proceder con la mayor corrección y cortesía para con todas naciones amigas; uno de los objetos de mi cometido es evitar la destrucción de las fuentes de recursos necesarios para los buques de paso, que, en recalada forzosa, arriban a las islas, y hacer de modo que puedan aprovisionarse con los mínimos gastos y molestias, dado que los propósitos de Usted no están en pugna y en competencia con estas instituciones y en la creencia de que una entrevista personal resultará de provecho para ambos, invito a usted a visitarme a bordo de mi barco, donde me será grato brindarle acomodo mientras le plazca; he de agradecerle —a sí mismo— que tenga a bien, en lo que esté a su alcance, hacer extensiva mi invitación a cualquiér otro súbdito británico que se hallare en estas inmediaciones; tengo el honor de suscribirme señor, su más atento y seguro servidor.

Jewett, Coronel de la Marina de las Provincias Unidas de Sudamérica y comandante de la Fragata Heroína.


Además se informaba a los buques extranjeros de la zona sobre la prohibición de pescar y cazar en las aguas jurisdiccionales argentinas; la violación de esta normativa implicaba que los infractores serían enviados a Buenos Aires para ser juzgados.

Tal ley fue complementada por decretos del 15 de enero de 1822 y del 22 de octubre de 1829, cuyo artículo 1º "prohibía la pesca de anfibios en las costas y pueblos de Patagones, hasta nueva resolución". Dicha medida fue tomada debido a la continuidad de los excesos.
3ª Parte

Buenos Aires estaba interesado en la protección de la lucrativa industria de la pesca y el beneficio de la caza de focas en las aguas adyacentes a las islas. Sin embargo, en vista de su situación precaria, Jewett debió abandonar las tareas de patrullaje, por lo cual los foqueros intrusos terminaron haciendo caso omiso de sus advertencias.

Jewett continuó realizando meritorias campañas, tanto filibusteras como de Estado y fue finalmente relevado. En 1821, Guillermo Mason tomó el mando de la Heroína y, aunque por pocos días, dirigió también en las islas, donde fue nombrado Segundo Comandante Militar


c. Concesionario

3ª Parte

En 1823 (23 de agosto) Luis Vernet (de Hamburgo) y Jorge Pacheco (de Buenos Aires) "asociados", solicitan al gobierno de Buenos Aires el usufructo de las carnes, cueros y ganado vacuno de la isla Oriental de las Malvinas, haciéndose "caigo de la refacción de los edificios para tenerlos a disposición de las autoridades cuando éstas lo necesitasen". El 28 de agosto de 1823 por decreto firmado por Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia se les acuerda la concesión, con la habilitación para usufructuar los bienes referidos, agregando el Gobierno de Buenos Aíres... "en la inteligencia que semejante concesión jamás podrá privar al Estado del derecho que tiene a disponer de aquel territorio del modo que crea más conveniente a los intereses generales de la Provincia, y lo cual se verificará tan luego que sus recursos le proporcionen el poder de establecerse en él de un modo efectivo y permanente...".


d. Comandancia insular


En diciembre de 1823 Pacheco dirigió un nuevo pedido al gobierno. En él anuncia la próxima partida de la expedición, en la que marchaba el capitán de milicias retirado Don Pedro Areguatí, y para el cual solicita el título de "Comandante de Soledad" sin. goce de sueldo alguno. Funda su pedido en los siguientes términos:

"De este modo Señor Exmo. se posesiona la provincia de aquella abandonada Isla, y aun hace que paguen los buques el derecho de anclaje de que escrupulosamente se dará cuenta al erario (sic), porque Areguatí piensa formar de los mismos peones una Compañía de cívicos con sus cabos y sargentos, para darle a esta operación toda la representación posible en obsequio de una propiedad (sic), de la Patria, 'levando las armas y municiones de cuenta de la negociación, y si V.E. tuviese a bien destinar algunos cañones de fierro para defender el punto de incursiones de piratas en aquellas abandonadas baterías, serían reparadas, y puestas en aptitud de que sirvan al Gobierno para restablecer el presidio".

Pacheco también solicita se le hiciese "gracia y merced de los terrenos". El gobierno consideró atendible el pedido y por decreto del 18 de diciembre de 1823 le otorga los terrenos bajo la precisa obligación de hacer constar "la mensura y amojonamiento para que pueda optar a los títulos de propiedad".

Se nombra a Areguatí "Comandante de la Isla", haciendo saber su decreto a todas las personas "para que lo reconozcan por comandante a fin de que se conserve el orden y se eviten excesos". Además, se disponía que "a todo buque que arribase, ya sea por aguada, víveres u otro motivo, se le cobrará el derecho de ancoraje".

Por decreto del 5 de enero de 1828 se le concede a Pacheco los terrenos situados en la parte "Sudeste de la isla" y a Vernet los terrenos baldíos de la Isla Soledad y de los Estados, con el cargo de levantar en 3 años "una colonia". Además se confieren franquicias para los pobladores a fin de promover la inmigración.


e. Comandancia Político - Militar. Luis Vernert


Por decreto del 10 de junio de 1829, Martín Rodríguez, en calidad de Gobernador delegado, crea la Comandancia Política y Militar con sede en la Isla Soledad y con un radio de acción que comprendía a las islas adyacentes al Cabo de Hornos en el Atlántico. Trátase de una organización institucional estable para el gobierno y la administración de las islas en el océano Atlántico.

“Siendo necesario no demorar por más tiempo las medidas que pueden poner a cubierto los derechos de la República, haciéndole al mismo tiempo gozar de las ventajas que pueden dar los productos de aquellas islas, y asegurando la protección debida a su población; el Gobierno ha acordado y decreta:

Artículo 1°.- Las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, serán regidas por un Comandante Político y Militar, nombrado inmediatamente por el Gobierno de la República.

Artículo 2°.- La residencia del Comandante Político y Milítar será en la Isla de la Soledad, y en ella se establecerá una batería, bajo el pabellón de la República.

Articulo 3°.- El Comandante Político y Militar hará observar por la población de dichas islas las Leyes de la República, y cuidaré en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios.

Articulo 4°.- Comuníquese y publíquese, Fírmado; Martín Rodríguez, Salvador M.del Carril."


En el mismo día el gobierno de Buenos Aires nombra a Luis Vernet para el puesto de Primer "Comandante Político y Militar", delegándose "en su persona toda la autoridad y jurisdicción necesaria" en los siguientes térmínos y con las instrucciones pertinentes:
3ª Parte
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"El Gobíerno de Buenos Aires, Habiendo resuelto por decreto de esta fecha que las Islas Malvinas, adyacentes al Cabo de Hornos en el mar Atlántico sean regidas por un comandante político y militar y teniendo en consideración las calidades que reúne Don Luis Vernet, ha tenido a bien nombrarlo, como por el presente lo nombro, para el expresado cargo de Comandante Político y Militar de las islas Malvinas, delegando en su persona toda la autoridad y jurisdicción necesaria al efecto. Firmado: Martín Rodríguez. Salvador M. del Carril. Sello."
3ª Parte
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Vernet, de simple empresario y concesionario, pasa a ser representante político del Gobierno bonaerense, timbrando la documentación con un sello que decía "Armas de la Patria. Comandancia de Malvinas y adyacentes".

Vernet levantó el Establecimiento, que estaba en ruina, y diez viviendas precarias para el cirujano, el almacén y el despensero, entre otros; y otras más modestas aún, para los gauchos; promovió exportaciones de cueros y carne salada; nombró agentes en el extranjero para que enviasen colonos; preparó mapas de las islas; dividió las islas en once secciones, cada una a cargo o bajo la inspección de un agente que debería obrar con independencia de los establecimientos que se fundasen; otorgó concesiones de tierras a colonos extranjeros, etcétera.
3ª Parte

Bajo el pabellón argentino, se comprometió a hacer cumplir la legislación argentina, cuidar sus costas y los reglamentos de pesca vigentes. Construyó un fuerte y se proveyó de algunos cañones para la defensa del lugar.

Luis Vernet trasladó a la isla a toda su familia, comenzando por su esposa María Sáez, rioplatense nacida en Montevideo, con la que tuvo en las islas una hija Malvina Vernet y Sáez.

La pesca, la caza y sus utilidades constituyeron una preocupación constante para los administradores de las Malvinas. Los apetitos económicos de pesqueros extranjeros no podrán obviarse con "las reglamentaciones" de la Provincia de Buenos Aires, ni la significación estratégico-militar de las islas podía defenderse con una modesta dotación naval de un país en gestación. Por ello, todos los esfuerzos de Vernet y del Gobierno de Buenos Aires fueron a la postre insuficientes.
3ª Parte
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La población que había en la isla era en general poco estable, eran pescadores, cazadores, científicos y comerciantes. Se habla de una cifra de entre 120 y 150 residentes en total. Los productos que se producían eran enviados a Buenos Aires y también a otros puertos. El lugar se convirtió en una colonia laboriosa, deseosa de progreso, manejada por el comandante Vernet.



Incidente diplomático con Estados Unidos


Paralelamente, en Gran Bretaña algunos grupos empresariales habían comenzado a interesarse por las Malvinas. Por ejemplo, en julio de 1829 un financista de apellido Beckington envió una carta al primer ministro británico en la que solicitaba al gobierno de Su Majestad que se apoderara de las Islas Malvinas. En otra de sus cartas afirmaba la conveniencia de adueñarse:

(...) de un puesto solitario en la parte más meridional de los territorios que en Sud América pertenecían a España (sic) y que bordean el Atlántico, región no habitada por españoles.

Con la excusa del nombramiento de Vernet, el gobierno de Su Majestad reaccionó, y elevó una protesta al ministro de relaciones exteriores Tomás Guido el 19 de noviembre de 1831. En la carta, Inglaterra argumentaba que la evacuación de 1774 no había invalidado sus derechos, que —sostenía— Buenos Aires había ignorado.

Debido a la constante depredación de las colonias de focas, una de las primeras leyes de Vernet fue prohibir la caza de estos animales.


Advertencia y captura de la Harriet

 


En 1829 la goleta estadounidense Harriet, capitaneada por Gilbert Davison, fue advertida sobre las normas que regulaban la pesca en las islas. Pese a las advertencias, la goleta volvió en 1831 y fue capturada por Brisbane, un marinero que hacía como segundo de Vernet, el 30 de julio del mismo año junto a otros dos barcos pesqueros y foqueros estadounidenses, el Superior, capitaneada por Stephen Congar, y el Breakwater, capitaneada por Daniel Careu.

Las tres naves venían operando en el área desde hacía varios meses, faneando lobos marinos, y habían desoído todos los avisos y advertencias de la comandancia. Tras ser apresadas y decomisadas, sus oficiales fueron arrestados y acusados de contravenir la nueva normativa emanada del Estado argentino.

El testimonio de un desertor de la Harriet y el secuestro de la bitácora del Superior probaron que los marinos estadounidenses habían realizado matanzas de lobos en las islas.

Vernet decidió liberar al Superior luego de que su capitán aceptara por escrito la validez de la soberanía argentina, su derecho de regular la actividad pesquera y se comprometiera a presentarse en Puerto Soledad luego de un plazo prudencial para someterse a juicio. La Superior prosiguió, así entonces, con sus actividades.

A mediados de 1831, Vernet se encontraba en una situación compleja, ya que tenía dos naves capturadas fondeadas en Puerto Soledad y sin elementos suficientes para custodiarlas. También se temía que las tripulaciones de las naves realizaran un ataque contra las autoridades malvinenses para dominar la colonia. Los marinos de la Harriet fueron recluidos por las noches en la casa destinada al secado del pescado y se mantuvo hacia ellos un trato afable. En medio de la actividad de arrestos y relevos de guardias, el Breakwater consiguió escapar y dio aviso en Estados Unidos de lo acontecido.

La Harriet con su cargamento incautado fue conducida a Buenos Aires, con Vernet a bordo junto con su familia, para ser sometida a juicio en el Tribunal de Pesas por la violación de los decretos vigentes. Llegó a destino el 19 de noviembre de 1831, llevando los documentos probatorios necesarios para el debido juicio. Vernet había dejado a cargo a su segundo Enrique Meteaf.

Debido al fallecimiento del diplomático Forbes en Buenos Aires, por propia voluntad y sin que mediara un nombramiento de Washington había asumido la función el hasta entonces encargado de negocios, George W. Slacum. Se trataba de un diplomático inepto: en opinión de Goebel, era «un individuo carente en absoluto de experiencia diplomática y tan falto de tacto como de buen juicio». El mismo Forbes tenía un muy mal concepto de Slacum y se había quejado repetidas veces a Van Buren sobre la incapacidad e inaceptable comportamiento de su subordinado.

Informado por el capitán Davidson, el 21 de noviembre Slacum presentó una queja al gobierno argentino por la captura y detención de los barcos norteamericanos, y calificó las acciones de las autoridades rioplatenses como «actos de piratería», exigiendo reparaciones económicas para las naves afectadas. El ministro de relaciones exteriores de las Provincias Unidas, Tomás Manuel de Anchorena, le replicó que el incidente estaba siendo estudiado por el Ministerio de Guerra y Marina y que el estado argentino no reconocía la incumbencia de un autoproclamado cónsul sin nombramiento legal para tratar asuntos de tal naturaleza.

En una nota posterior Slacum adujo el derecho del pueblo estadounidense de pescar «donde le diera gana», y desconoció los pactos preexistentes entre España y el Reino Unido, entre otras naciones europeas, por el control exclusivo de la pesca en el Atlántico Sur.

Gran parte de los historiadores adjudican a la impericia, agresividad e incapacidad negociadora de Slacum la rápida escalada de las hostilidades, que llevaron un incidente pesquero menor a la suspensión por once años de las relaciones diplomáticas entre el Plata y los Estados Unidos y a la apropiación británica del archipiélago de las Malvinas y territorios circundantes.

Slacum tomó contacto con Silas Duncan, capitán de la corbeta de guerra USS Lexington, estacionada en el puerto de Buenos Aires en misión del escuadrón del Atlántico Sur con sede en São Paulo, Brasil. Luego, en lo que Goebel califica como «el pico de la indiscreción y desmesura», entregó al gobierno argentino un ultimátum: si el Harriet y su capitán no eran liberados inmediatamente, ordenaría a la nave estadounidense ejecutar una represalia sobre las instalaciones argentinas en las islas Malvinas. Por su parte el capitán del buque, pasando por alto los usos y costumbres del decoro y de la diplomacia habitual, instó «a la rendición inmediata de Vernet para [que fuera] enjuiciado como ladrón y pirata». Anchorena respondió a Slacum diciéndole que «no inferfiera en un asunto privado». Ese mismo día, el presidente estadounidense ordenó el envío de una flota naval al Atlántico Sur para «proteger los derechos de los norteamericanos que pesquen y comercien».

El Reino Unido vio en la situación la oportunidad de allanar el camino a sus ambiciones sobre el territorio insular. En una reunión concertada con Woodbine Parish y Henry S. Fox, embajador y cónsul británico respectivamente, éstos aseguraron a Slacum que Argentina no tenía derechos sobre el archipiélago, a cuya soberanía Su Majestad «no había renunciado». Las conversaciones entre los diplomáticos de ambos países formaron un arreglo para alcanzar una situación que satisficiera las ambiciones de ambos en el territorio insular. También hay pruebas de que Slacum estaba al tanto de la manipulación de la que era objeto y de sus propias intenciones de impedir que el Reino Unido obtuviera la posesión del archipiélago. Esto dio a Slacum el argumento de aspecto legal que necesitaba; rehusándose a aceptar la validez del decreto de nombramiento de Vernet, sugirió a sus superiores «aumentar inmediatamente nuestras fuerzas navales en este Río [de la Plata]», y ordenó a Duncan que procediera con lo previsto y los hechos se aceleraron.

Anchorena le respondió a Slacum que tales decisiones estaban fuera de sus atribuciones como cónsul y que protestaría y haría valer los derechos soberanos argentinos en caso de eventuales perjuicios al personal e instalaciones malvinenses. Ignorando las advertencias del gobierno de Buenos Aires, el 9 de diciembre de 1831 la Lexington zarpó rumbo a las Malvinas.


Ataque a Puerto Soledad

3ª Parte

Entre el 27 y 28 de diciembre la Lexington entró en la Bahía de la Anunciación, de manera irregular, bajo pabellón francés y una «señal al tope de proa», una estratagema de origen filibustero. Una tormenta había impedido un primer contacto, demorando esto hasta el 31 de diciembre. El capitán Duncan invitó al segundo de Vernet y quién tenía más autoridad en la colonia en ese momento, Matthew Brisbane y a Enrique Metealf, de forma de visita de cortesía oficial. La invitación la entregó un teniente que se había acercado en un bote, mientras ellos se paseaban por la playa. Luego se enteraron de que se trataba de un buque de guerra de los Estados Unidos que llegaba para exigir reparaciones por las goletas capturadas. A bordo también se encontraba el capitán Davison de la Harriet.
3ª Parte


Cuando abordaron fueron arrestados. Luego, capturó la pequeña goleta Águila, desembarcó sus fuerzas y detuvo a quienes fueron considerados como captores de los navíos estadounidenses, saqueó las instalaciones y los almacenes, ocupó los edificios principales, robó los cueros, herramientas y pertenencias personales de los habitantes (incluyendo vallijas y ropas), inutilizó las fortificaciones y defensas de artillería, clavó los cañones, destruyó las armas y quemó la pólvora. También arrió la bandera de Argentina.

La nave buscaba recuperar las goletas secuestradas. El acto fue apoyado por el embajador estadounidense en Buenos Aires, que declaró unilateralmente que las Malvinas eran un «área libre de cualquier poder administrativo» (res nullius). En las islas, Duncan las declaró así el 21 de enero de 1832, como última medida previa a abandonar Puerto Soledad. Cuarenta colonos vieron la oportunidad de salir a bordo de la Lexington, dejando veinticuatro atrás, en su mayoría gauchos. Todos los que se marcharon lo hicieron por el temor a nuevos episodios. Ducan también declaró que le había dado fin al gobierno argentino de las islas. Tras el ataque, los que habían permanecido quedaron desamparados, mientras Vernet continuaba en Buenos Aires. Además de los habitantes que huyeron, otros siete fueron tomados prisioneros por Duncan, mientras que los esclavos de origen africano fueron encadenados. Como nadie pudo resistir, los estadounidenses actuaron con total impunidad.

Al momento del ataque, la colonia de Puerto Luis o Puerto Soledad contaba con unos 124 habitantes, de los cuales había 30 negros, 34 porteños, 28 rioplatenses angloparlantes y 7 alemanes, a los que se le sumaba una guarnición de aproximadamente 25 hombres. Removidas sus autoridades, el archipiélago quedó en un estado de anarquía: los presos del penal deambulaban libremente, y los piratas atracaban impunemente en sus fondeaderos. Según el informe de la Lexington, las condiciones en las islas en ese momento eran «bastante miserables».

Fitz Roy contó en su libro su asombro al ver la colonia de Vernet en ruinas tras el ataque:

Fui a Port Louis. En lugar de la alegre aldehuela que esperaba encontrar, solo hallé unas casuchas de piedra semiarruinadas, uno que otro aislado rancho de turba; dos o tres botes despanzurrados, algún terreno removido, donde había habido huerta y crecían aún unas pocas papas o repollos, algunas ovejas y vacas y uno que otro ser humano de aspecto miserable formaba todo esto el primer plano de un paisaje que se completaba hasta el fondo con negras nubes, colinas desgarradas y un brezal áspero y desierto.

¿Qué es esto? -pregunté asombrado a Mr. Brisbane-; creía que el establecimiento de Mr. Vernet era una colonia próspera y feliz. ¿Dónde están los habitantes? El lugar parece tan desierto como arruinado.


El 8 de febrero el buque estadounidense arribó al puerto de Montevideo con siete de los prisioneros engrillados, entre los que se encontraba el propio Brisbane. Duncan escribió a Buenos Aires comentando lo realizado en Malvinas y supeditando la liberación de los cautivos a que el gobierno argentino asegurara que éstos habían actuado bajo sus órdenes. El nuevo ministro de relaciones exteriores, Manuel J. García, respondió asegurando que habían cumplido las instrucciones del comandante Vernet, nombrado legalmente por el gobierno argentino, y que por consiguiente sólo podían ser juzgados por las Provincias Unidas. Duncan liberó a los prisioneros allí mismo. El Comodoro estadounidense Rogers no otorgó cargos a los colonos prisioneros. Antes de ser liberados, entre febrero y abril, los prisioneros estuvieron a bordo del USS Warren.

Duncan nunca registró el ataque en el diario de navegación de la Lexington. Aunque otra fuente reporta que registro de la Lexington solo informa de la destrucción de las armas y un almacén de pólvora.

La noticia del accionar de Duncan produjo indignación en el gobierno de Buenos Aires: se negó a mantener cualquier tipo de contacto con Slacum, y exigió a los Estados Unidos su reemplazo inmediato. Sin embargo, la postura de Washington era inamovible. El presidente Andrew Jackson, en mensaje anual al Congreso, calificó la captura argentina del Harriet como piratería, e instó a preparar una expedición naval a fin de proteger los intereses estadounidenses en el Atlántico Sur.

Mientras tanto llegó a Buenos Aires el remplazante de Slacum, Francis Baylies, con idéntica agenda y estilo que su predecesor. Entró rápidamente en un callejón sin salida al tratar de que el ministro Manuel Vicente de Maza admitiera que el gobernador Vernet era un pirata. En consonancia con el anterior cónsul, Baylies también pretendía desconocer la preexistencia del nombramiento de Vernet, aunque en una carta privada al secretario de Estado Edward Livingston la admite de plano.

Asimismo el nuevo representante de los Estados Unidos comunicó a Henry Fox, su flamante par británico, que Washington estaba dispuesto a reconocer la soberanía británica a cambio del otorgamiento de derechos de libre pesca en las aguas inmediatas. Al poco tiempo se conminó a Baylies a abandonar el Río de la Plata. La torpe gestión estadounidense llevó a la ruptura completa de las relaciones diplomáticas entre Buenos Aires y Washington durante un período de once años.

Vernet formuló una nueva propuesta para reconstruir la Colonia, que había quedado con sólo veinticinco habitantes, solicitando equipamiento y material humano para su expedición reivindicatoria. Sin respuesta oficial Vernet regresó a Puerto Soledad, sin recursos para reconstruir la colonia y para dotarla de las defensas necesarias. Sin embargo continuó la planificación de la reconstrucción. Regularmente solicitaba que el gobierno de Buenos Aires le asignara recursos humanos y armamento, pero no obtuvo ninguna respuesta formal.

Sobre el ataque de la Lexington el diario porteño La Gaceta Mercantil del 1 de febrero de 1833.


Consecuencias

3ª Parte

La acción cometida por Duncan causó conmoción e indignación en Buenos Aires. El diario porteño La Gaceta Mercantil calificó el atentado de «infracción al derecho de gentes» y «ultraje al pabellón argentino». El gobierno se negó a mantener cualquier tipo de contacto con Slacum, y exigió a los Estados Unidos su reemplazo inmediato. En febrero de 1832 el ministro García retiró el exequatur al cónsul Slacun y emitió una proclama acerca del atentado.

Según la versión del Reino Unido, el presidente estadounidense Andrew Jackson alabó al capitán Duncan por sus acciones. Levi Woodbury, el Secretario de la Armada estadounidense, le escribió a Duncan: «el Presidente de los Estados Unidos aprueba el curso que usted siguió, y se encuentra muy satisfecho con la prontitud, la firmeza y la eficiencia de sus medidas». En su mensaje anual al congreso de los Estados Unidos repitió sus elogios al marino, calificó la captura argentina del Harriet como «piratería», e instó a preparar una expedición naval a fin de proteger los intereses estadounidenses en el Atlántico Sur.

Entretanto Francis Baylies llegó a Buenos Aires para reemplazar a Slacum como representante estadounidense en Buenos Aires. Tenía instrucciones del secretario de Estado, Edward Livingston, de continuar la estrategia de su predecesor de ignorar la validez del decreto de nombramiento del comandante político y militar de Malvinas. Argumentaría erróneamente que el texto nunca había sido publicado, aunque en una carta privada a Livingston la admite de plano. Además, haría hincapié en el hecho de que los buques norteamericanos habían mantenido actividad en la zona por los últimos cincuenta años, e intentaría negociar la firma de un acuerdo por el que las Provincias Unidas asegurarían a Washington un permiso para continuar con la actividad pesquera. No obstante, al enterarse del accionar de la Lexington, Livingston envió nuevas instrucciones para que Baylies endureciera su postura y apoyara al capitán Duncan en todo lo actuado. Una de las primeras gestiones de Baylies fue presionar al ministro Manuel Vicente Maza para que admitiera que el comandante Vernet no era más que un «pirata».

En junio de 1832, el Encargado de Negocios estadounidense, Baylies, siguiendo instrucciones de su gobierno, exigió la desautorización de Vernet, la devolución de los bienes incautados por él, y el pago de una indemnización. A su vez, negó rotundamente la legitimidad de los derechos y títulos de soberanía argentina, a favor de la del Reino Unido. Ante tales circunstancias, el gobernador, Juan Manuel de Rosas, lo declaró persona non grata y le extendió los pasaportes correspondientes.


La Goleta Sarandí y designación del nuevo Gobernador de las islas


A fines de agosto de 1832 se informó que el buque de guerra nacional, la goleta “Sarandí”, se estaba alistando para dirigirse al archipiélago.

El gobernador de Buenos Aires (las Malvinas formaban parte de dicha provincia) Juan Manuel de Rosas y el Ministerio de Guerra y Marina, el 10 de septiembre de 1832, nombraron por decreto al Sargento Mayor de Artillería José Francisco Mestivier como Comandante Civil y Militar interino de las Malvinas y sus adyacentes. Esto fue confirmado posteriormente por la gazeta British and Argentine Packet News el 15 de septiembre de 1832.

El 19 de noviembre, Vernet y su familia abandonaron las islas para siempre en la goleta lobera Harriet que había sido apresada a los estadounidenses. Juan Manuel de Rosas también había ordenado el envío de una fuerza militar, al mando del Capitán José María Pinedo con la goleta Sarandí.

Cuando Baylies tomó conocimiento de este hecho, y a punto de retornar a Estados Unidos, calificó el nombramiento del nuevo comandante de Malvinas como un acto «ineficaz» y una «negación directa» de los reclamos británicos, y afirmó que el Reino Unido:

(...) no podrá renunciar a un derecho de carácter tan elevado y tan bien fundado como el suyo en favor de esta insignificante nación [Argentina] para que sea utilizada con fines de piratería.

El gobierno argentino decidió emplazar a Baylies a que abandonara el territorio de las Provincias Unidas. De aquí en más y por los siguientes once años, ambas naciones no mantendrían embajadores formales ni relaciones diplomáticas oficiales. De regreso en su tierra natal, Baylies vaticinó que «cualquier colonia que emanare de Buenos Aires y se establezca en las Malvinas, se convertirá inevitablemente en pirata».

El 14 de septiembre de 1832, Rosas imparte las instrucciones al nuevo Comandante Mestivier y faculta al Comandante de la "Sarandí para darle posesión del mando con las formalidades de la ordenanza.

Mestivier estaba muy contento y orgulloso con su nombramiento y tenía conocimientos sobre la historia de las islas. Admiraba a Louis Antoine de Bougainville por ser francés y fundar el primer asentamiento humano de las islas.

Por escrito, recibió instrucciones de Rosas para el ejercicio de sus funciones, así como los pasos de seguir si hubiese una incursión extranjera:

Tomará [el nuevo comandante] las medidas conducentes y pondrá todo esmero en que los habitantes se dediquen a la siembra de maíz, papas, porotos y otros vegetales [plantíos de árboles] que se dan en aquel clima [...] En el caso impensado de ser atacado el punto que manda, hará la resistencia que se espera de su honor y conocimientos para dejar bien puesto el honor de la República [...] Se encarga con especial recomendación al comandante todo el esfuerzo posible para que se mantengan la moral y decentes costumbres, tanto en la tropa como en los demás pobladores, cuidando de promover la Religión Católica del Estado por medio de prácticas piadosas, como hacer rezar el Rosario de la Santísima Virgen en todas las noches y en los domingos y días de fiesta destinar dos horas a la enseñanza de la doctrina cristiana por el Catecismo del Padre Astete que se usa en esta Provincia, instruyendo de ese modo al pueblo en los dogmas y preceptos de nuestra Religión.
3ª Parte


Juan Manuel de Rosas también había ordenado el envío de una fuerza militar, al mando de José María Pinedo con la goleta Sarandí. El 23 de septiembre de 1832, Mestivier partió a bordo de la goleta ARA Sarandí comandada por José María Pinedo, acompañado por su esposa embarazada y una guarnición de 25 hombres del Regimiento de Patricios, junto con sus esposas e hijos, al mando del teniente primero Gomila.

Esta pequeña guarnición incluía prisioneros por delitos comunes para servir en el ejército y crear una colonia penal en las islas.

Algunos de los hombres de Vernet también tomaron pasaje entre ellos William Dickson y Enrique Metealf. El segundo y delegado de Vernet, Matthew Brisbane, actuó en calidad de piloto de la Sarandí. También se trasladaron a Malvinas cincuenta colonos con sus respectivas familias. A Pinedo le dieron las siguientes instrucciones:

Luego que esté desembarcado el Comandante [Mestivier] y su guarnición reunirá el Comandante de la Sarandí los oficiales del Buque de su mando y le dará posesión del Establecimiento, comprendiendo la isla de Soledad y las demás adyacentes hasta el Cabo de Hornos, enarbolando a bordo y en tierra el pabellón de la República y haciendo una salva de veintiún cañonazos. De esta posesión y del pormenor de las formalidades con que haya sido dada, firmará el teniente Coronel Don José María Pinedo una acta por triplicado [...]. Se pondrá de acuerdo con el expresado Comandante para facilitarle los auxilios que necesite para hacer respetar su destino y la comisión de que ve encargado suministrándole los víveres necesarios para el mantenimiento de su guarnición.
3ª Parte


Desembarcaron el 10 de octubre de 1832. Al llegar, la colonia mostraba un aspecto aterrador y sombrío por el ataque estadounidense. Las casas y las huertas estaban destruidas, las veredas de piedras que había ordenado construir Vernet no existían. Solo había unos pocos pobladores desanimados. El capataz de Vernet, Jean Simón, acomodó a Mestivier y su esposa en la casa principal. Simón había hecho varios esfuerzos para acondicionarla porque había sido muy dañada. Como Simón era francés como Mestivier ambos establaron rápidamente una relación amistosa.

Ese 10 de octubre, Mestivier realizó una ceremonia reclamando formalmente las islas para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se izó la bandera de Argentina y la Sarandí realizó la descarga de fusilería y la salva de veintiún cañonazos. Pinedo fue quién puso en posesión del cargo de Comandante a Mestivier.

Luego Mestivier verificó si los colonos que se quedaron habían cuidado los intereses de Vernet y se dedicó a restituir el orden quebrantado, reasignando alojamientos y distribuyendo provisiones entre la media centena de colonos. Él estaba seguro de que podía controlar a la población y los presos y volver a hacer de ese lugar una colonia organizada.


Amotinamiento y asesinato


Era dura la vida en las soledades del Sur, y pesada la mano del mayor Mestivier. Él era muy estricto y penaba con azotes la falta de disciplina de sus soldados, lo que significó el enojo de la guarnición militar.
3ª Parte


Pinedo partió con la Sarandí el 21 de noviembre en busca de barcos extranjeros que estuviesen operando ilegítimamente en las islas. Con la nave, garantía de autoridad porteña, lejos, el 30 de noviembre por la noche se produjo una sublevación en Puerto Soledad, en medio de la cual el comandante Mestivier fue asesinado a disparos y a bayonetazos por el sargento Manuel Sáenz Valiente, de origen africano, en su propio hogar y en presencia de su esposa y su hijo pequeño, que se refugiarion.

Gertrudis Sánchez imploraba por su vida, la de su marido y la de su bebé. Algunos relatos hablan de que Gertrudis estaba dando a luz en el momento del motín. Antes de fallecer, Mestivier había tratado de calmar a los sublevados. Unas cuatro personas ebrias se habían amotinado.

El historiador Antonio Lastra indica que una pareja que dirigía el bar local también fue asesinada. Los amotinados luego robaron caballos y huyeron hacia el interior de la isla Soledad. Ellos creían que Mestivier era un «intruso» al cual no debían obedecer. Sáenz Valiente estaba detenido por orden de Mestivier y había sido liberado por sus cómplices la noche del motín.

Su cadáver fue arrojado en una zanja vecina y posteriormente fue enterrado en una tumba sin identificación. En el momento inmediato al motín ningún habitante se había animado a enterrarlo. El teniente primero José Antonio Gomila se instaló en la habitación del fallecido comandante; reinaba una anarquía total. Algunas fuentes indican que Gomila comandaba la tropa y tenía atribuciones de vicegobernador de Malvinas. La nave francesa Jean Jacques, que buscaba refugio, fue alertada de la situación e intentó restablecer el orden; al levar anclas, en una decisión desafortunada, el comandante francés dejó a cargo al propio Gomila. También intervino la tripulación de una nave inglesa, la Rapid. La esposa de Mestivier fue llevada a Buenos Aires en la Rapid.

La esposa de Mestivier anotó lo siguiente en su diario en el momento del asesinato:

Considero al ayudante Gomila como el principal autor de la muerte de mi finado esposo; el ha instigado a los que lo ejecutaron, y es tan evidente ese cargo, que no es extraño si usted ha tenido que atentar a mi honor para atenuarlo. Usted, que invoca la compasión de los jueces en favor de un culpable, ¡tiene la inhumanidad de desgarrar el corazón de una inocente!...

Cuando regresó a la colonia a finales de diciembre con la idea de celebrar Año Nuevo, Pinedo la encontró en total estado de insubordinación. Gomila salió a recibirlo en un bote pequeño y le contó rápidamente su versión de los hechos. Al bajar a tierra, Pinedo se enteró, por parte de la tripulación de la Rapid y los colonos, que Gomila había sido el instigador del asesinato. Simón, Meteaf y Ventura Pasos eran quienes lo habían acusado ante Pinedo.

Por ser el siguiente oficial en rango, asumió el cargo de Mestivier, recompuso la cadena de mando, apresó a los rebeldes e inició las actuaciones sumarias del caso. Unos días después el orden había sido restaurado. Los rebeldes habían sido apresados con ayuda de Jean Simón, los peones gauchos de Vernet y de las tripulaciones del Rapid y del Jean Jacques. Fueron capturados en cercanías del establecimiento de Estancia, al sur de la colonia, y los encarcelaron en la Rapid. Gomila también fue arrestado. Pinedo continuó tratando de ordenar el caos en la isla.

Nuevamente, las Malvinas volvieron a ser un foco de atención internacional. Hacia tres años ya, que los ojos rapiños del gobierno inglés las miraban con creciente atención. Impulsado por los informes incitativos de Parish y por el argumento de contar con un puerto de escala interoceánico en el Atlántico, las islas comenzaron a recobrar importancia en la política expansionista inglesa. A principios de 1832, Parish regreso a Londres con la noticia del ultraje norteamericano en Puerto Soledad y de que ya no existían autoridades argentinas en Malvinas (Duncan los habían engrillados en las bodegas del “Lexington” y se les llevó a Montevideo).

Estos trágicos hechos fueron desencadenantes de condiciones propicias para que Gran Bretaña ejerciera una acción firme a fin de obtener el control efectivo de las islas. En efecto, las defensas argentinas de Puerto Soledad habían sido inutilizadas, el archipiélago se hallaba en medio de un caos administrativo y sólo estaba defendido por una goleta y su escasa dotación. La mayoría de los habitantes eran argentinos de origen británico. El almirantazgo británico quiso aprovechar el desamparo que la Lexington produjo en Soledad, y ordenó al comandante J. J. Onslow, de la corbeta Clío, que se apoderase de las Malvinas.


Gobernadores Argentinos de Malvinas


• 1820 - 1821 - David Jewett
• 1821 - 1822 - Guillermo Mason
• 1823 - 1828 - Pablo Areguati -Comandante
• 1829 - 1831 - Luis María Vernet
• 1832 - 1832 - Juan Esteban Francisco Mestivier
• 1832 - 1833 - José María Pinedo



La Invasión Británica a las Islas Malvinas

La operación militar contra Puerto Soledad
3ª Parte


El 20 de diciembre de 1832 Onslow arribó a Puerto de la Cruzada con la HMS Clio, tomando posesión formal a nombre de Su Majestad británica. La tripulación se abocó a reparar las ruinas del fuerte, abandonado 59 años antes, y a dejar un aviso de posesión. En un informe a Baker entregado en Montevideo, Onslow señaló que cerca de Puerto Egmont se encontró con un grupo de colonos. Unos días más tarde, el 2 de enero, la nave ancló frente a Puerto Soledad, asistida por el Tyne. Dado que el barco pertenecía a una nación amiga, José María Pinedo ordenó a uno de sus oficiales efectuar la visita oficial de cortesía a la nave inglesa, para ello envió al teniente primero Manson y a un médico a la Clio a quienes Onslow acompañó personalmente a la Sarandí. El médico fue enviado para inquirir el objetivo de la visita ya que se trataba de un buque de guerra y no un visitante ocasional.

Onslow transmitió por la tarde al comandante argentino sus instrucciones: tomar el control de las islas en nombre su rey. Le dio un ultimátum de veinticuatro horas para arriar la bandera argentina del mástil de la plaza mayor de Puerto Soledad, y proceder a la evacuación de todos los soldados y sus familias junto con sus pertenencias, desocupando todas las instalaciones, y que se liberara el archipiélago de elementos vinculados a gobierno de las Provincias Unidas. Pinedo recibió con sorpresa la intimidación y protestó a lo que Onslow simplemente respondió que le enviaría sus instrucciones por escrito.

Debo informaros que he recibido órdenes de S.E. el Comandante en Jefe de las fuerzas navales de S.M.B., estacionadas en América del Sur, para hacer efectivo el derecho de soberanía de S.M.B. sobre las Islas Falkland [Malvinas].

Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña en el territorio, os pido tengais a bien arriar el vuestro y retirar vuestras fuerzas con todos los objetos pertenecientes a vuestro gobierno.

Soy, Señor, vuestro humilde y muy obediente servidor.

J. Onslow

A.S.E. el Comandante de las Fuerzas de Buenos Aires en Puerto Louis, Berkeley Sound.
3ª Parte

El gobierno de Buenos Aires ya sabía de las intenciones inglesas, e incluso habían sido publicadas en la ciudad, pero se trataba de un enfrentamiento desproporcionado ya que las Provincias Unidas aún estaban en proceso de formación tras independizarse y no podían oponerse y enfrentarse a un imperio como el británico. Tras recibir el ultimátum, Pinedo preguntó si se había declarado la guerra entre las Provincias Unidas y el Reino Unido, recibiendo por respuesta que no era así y que «muy al contrario la amistad y comercio seguía lo mismo».
3ª Parte


El artículo 9º del Código de Honor Naval de las Provincias Unidas obligaba a Pinedo a defender el pabellón de un ataque extranjero hasta las últimas consecuencias. El historiador argentino Laurio Hedelvio Destéfani indica que Pinedo, de hecho, hizo los preparativos para resistir y celebró un consejo de guerra con sus oficiales, ordenando cargar sus cañones a bala y metralla. Sin embargo sus posibilidades de éxito eran exiguas: el buque argentino era muy inferior al británico en potencia de fuego y resistencia al daño. Su barco, el ARA Sarandí estaba montado 8 cañones (de 8 x 8 libras) en comparación con los dieciocho cañones (16 × carronadas de 32 libras, 2 x 6 libras cañones de proa) del bergantín HMS Clio. Tenía veinticinco soldados a su disposición, aunque nueve hombres habían estado implicados en el motín de noviembre, entre ellos, el capitán Juan Antonio Gomila (segundo al mando de Mestivier), quién permanecía arrestado. Esto se compara con los veinte Royal Marines a bordo del Clio.

Una de las preocupaciones era que un gran número de sus tripulantes eran mercenarios británicos, principalmente de Inglaterra y Escocia, que no era inusual en los nuevos estados independientes de América Latina, donde las fuerzas de la tierra eran fuertes, pero las marinas estaban con frecuencia muy diezmadas. Al ser difícil conseguir gente de mar para tripular sus barcos, los gobiernos se veían obligados a contratar extranjeros. Muy pocos soldados eran criollos. La reglamentación del Reino Unido contemplaba el delito de alta traición para quienes se levantaran en armas contra las autoridades imbuidas por Su Majestad, imponiendo la pena de muerte mediante la horca. John Clark, cirujano de la Sarandí, declaró que «habiendo [Pinedo] llamado la gente a los cañones ninguno de los marineros extranjeros acudió, oyéndose allí una voz de que si peleaban con los ingleses y eran vencidos los colgarían a todos».

El primer oficial de la Sarandí, el teniente Elliot, era estadounidense y estaba dispuesto a dar batalla. El práctico de a bordo se negó a combatir; los ingleses, por el contrario, afirmaron estar dispuestos. Los jóvenes grumetes, de entre 15 y 20 años de edad, aseguraron que combatirían. El resto de los hombres aceptaron acatar las órdenes de Pinedo. Éste distribuyó armas entre los 18 soldados de la desmembrada guarnición portuaria y los puso bajo órdenes de Gomila, a quien liberó dándole instrucciones para armar y preparar a los hombres. Pinedo también preparó el barco y habló a la tripulación sobre su voluntad de luchar, pero finalmente decidió no ofrecer resistencia.

En su defensa, Pinedo adujo ante las autoridades porteñas que sus soldados se negaron a combatir por ser británicos y haber servido a la Royal Navy y que les exigió que defendieran el pabellón argentino mientras llegaba ayuda de Buenos Aires.

Toda mi tripulación desde el contramaestre y demás oficiales de mar eran ingleses, exceptuando cuatro marineros y seis muchachos muy jóvenes y capaces de nada y catorce hombres de tropa y de éstos tres ingleses.

Pinedo también testimonió que sus instrucciones «le prohibían hacer fuego a ningún buque de guerra extranjero» y que él era quien «tenía que romper el fuego con una nación en paz y amistad» con las Provincias Unidas.

Pinedo protestó verbalmente y se negó a bajar la bandera argentina. Al poco tiempo ordenó a sus hombres que embarquen a la Sarandí y ofreció a los pobladores, que querían abandonar Puerto Soledad, trasladarlos a Buenos Aires. La mayoría comenzó a preparar su equipaje. Onslow y las fuerzas británicas desembarcaron en la mañana del 3 de enero de 1833 a la hora pactada, primero izaron su bandera en un mástil sobre una casa llevado por ellos mismos y luego arriaron la argentina, plegándola pulcramente y entregándosela a Pinedo, quien veía la ceremonia desde la Sarandí. El soldado británico que arrió la bandera argentina dijo: «Vengo a devolver esta bandera que ha sido encontrada en tierras de Su Majestad Británica».

El comandante de la Clio tomó posesión de Puerto Soledad con las ceremonias ordinarias, incluyendo redoble de tambores, demorando en total en todos los actos unos 15 minutos.


El desalojo de la guarnición argentina y sus familias

3ª Parte

Dos días después Pinedo ordenó levar anclas y poner rumbo a Buenos Aires a toda velocidad, abandonando las islas a bordo de la Sarandí llevando consigo sus soldados y los amotinados con sus familias, cuatro colonos que quisieron marcharse por voluntad propia, y algunos extranjeros que se encontraron de paso en las Malvinas. En las islas permanecieron 22 habitantes de la colonia de Vernet, entre ellos 13 argentinos, en su mayoría gauchos e indígenas. La goleta foquera británica Rapid partió el 5 de enero llevando a los amotinados de la Sarandí a Buenos Aires. El jefe de la Sarandí se limitó a redactar un documento donde dejó al colono francés Jean Simón, capataz de los peones criollos, como comandante provisional en nombre del gobierno argentino. Simon sería posteriormente asesinado. Pinedo también ordenó a los colonos que se quedaron, no arrear la bandera argentina, y finalmente partió con la posibilidad de enviar fuerzas suficientes para recuperar las islas.
3ª Parte

Cuando la Sarandí abandonó las islas, se llevó a los soldados argentinos, y los convictos de la colonia penal de San Carlos. Cuando arribó la Clio, el establecimiento de Puerto Soledad había alcanzado el número de alrededor de noventa colonos y militares. Argentina afirma que la colonia de Vernet también fue expulsada en este momento, aunque la mayoría de los colonos civiles permanecieron, inicialmente bajo la autoridad del tendero de Vernet, William Dickson y más tarde de su adjunto, Matthew Brisbane. En Puerto Soledad quedaron 26 personas: 21 hombres, tres mujeres y dos niños, en su mayoría extranjeros. La población había caído de alrededor de 90, una cifra que incluye los militares y sus dependientes, llegados en el noviembre de 1832. Por lo tanto el jurista argentino Marcelo Kohen considera que es justo describir lo ocurrido como una expulsión de la población civil. Sin embargo, otros historiadores indican que solo los militares fueron expulsados, y incluso Kohen reconoce que los civiles eran libres de quedarse en las islas. El estudioso estadounidense Lowell Gustafson clasifica la teoría de una expulsión de civiles como un "mito".
3ª Parte

En el informe a sus superiores, Onslow describe lo actuado:

Llegué [a Puerto Luis] el 2 de enero de 1833, y encontré un destacamento bajo bandera de Buenos Aires, con veinticuatro soldados, y también una goleta nacional de guerra [la Sarandí] bajo la misma bandera. Presenté mis respetos al comandante de la goleta, quien me informó que era el comandante en tierra y mar. Le informé cortésmente el objeto de mi misión, le pedí que embarcara sus fuerzas y que arriara su bandera, ya que él estaba en una posesión que pertenecía a la corona de Gran Bretaña. Al principio él asintió, a condición de que yo pusiera lo mismo por escrito, lo que hice, meramente manifestando lo que había comunicado verbalmente, viz., que venía a estas islas a ejercer el derecho de soberanía sobre ellas, y decliné cualquier posterior comunicación escrita sobre el tema. En la misma mañana del tres, a las 5 a.m., él me visitó para pedirme que le permitiera dejar flameando la bandera de Buenos Aires en tierra hasta el sábado 5, día en que finalmente se iría llevando consigo la fuerza y a los colonos que expresaron el deseo de dejar la Isla. Le dije que su pedido era inadmisible, y que debía cosiderar que estaba en un puerto que pertenecía a Gran Bretaña. Viendo que vacilaba, y que era reacio a quitar la bandera, inmediatamente desembarqué, icé la bandera nacional, y ordené que se bajara la otra enviándola con un mensaje cortés a la goleta nacional.



La Corbeta “Clio” no prolongó su estadía

3ª Parte

Unos días más tarde, y sin más instrucciones por cumplir, también Onslow abandonó el archipiélago el 14 de enero rumbo a la costa del Brasil sin dejar guarnición. El 3 de marzo Brisbane se hizo cargo de las islas, como administrador interino del asentamiento. Onslow no tomó medidas con respecto a la administración de las islas, aunque le dio al almacenero de la colonia (Dickson, de origen irlandés, y asesinado posteriormente) una bandera británica y 25 brazas de cuerda para izarla todos los domingos y ante la llegada de algún barco. Onslow quedó al frente del escuadrón del Atlántico Sur hasta el 17 de junio. La poca población quedó en el mayor desamparo y anarquía. El HMS Tyne, de 28 cañones, pasó brevemente por Puerto Soledad días después de la partida de la Clio, el 15 de enero. El 9 de enero de 1834, el HMS Challenger llevó a las islas al primer gobernador inglés, Henry Smith, un oficial de la Armada.

Al volver al Río de la Plata, la Sarandí fue observada por los estadounidenses, mientras el USS Lexington se preparaba para zarpar a las Malvinas para proteger los intereses estadounidenses.


Reacción argentina y protestas diplomáticas


Pinedo arribó al puerto de Buenos Aires el 15 de enero de 1833. Allí fue objeto de una corte marcial por no resistir a los británicos, de acuerdo con el Código Militar de Argentina, acusado por el gobierno de desobedecer al Código de Honor Naval. El Consejo Supremo de Guerra y Marina, se refería en su acusación al artículo 41 del Código Naval, que dice que «todo Comandante de guerra debe defender su pabellón de cualquier superioridad con que fuese atacado, con el más valor y nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia».

Él argumentó que no recibió instrucciones específicas de Buenos Aires sobre cómo reaccionar en caso de una expedición militar británica. Fue declarado culpable con una decisión dividida entre la pena de muerte o ser expulsado del servicio, que se decidió por el auditor de guerra a favor de la expulsión. El tribunal había condenado a Pinedo a la ejecución por seis votos contra tres. Sin embargo, el veredicto fue anulado debido a irregularidades en el procedimiento y a Pinedo le fue entregado otro comando cuatro meses después.

Durante esos cuatro meses estuvo suspendido sin goce de sueldo. También se le exoneró de la marina, trasladándose al ejército. La sentencia se había dictado el 8 de febrero del mismo año.
3ª Parte


Al tener noticias de la llegada a puerto de la Sarandí, el almirante Guillermo Brown se presentó inmediatamente ante el gobierno para ofrecer sus servicios y expresó su repudio por la débil respuesta militar de los marinos argentinos ante el ataque británico. Simultáneamente, como en el caso de Pinedo, se instanció un sumario para investigar lo acontecido desde la sublevación de noviembre hasta la reciente invasión británica y se instituyó un tribunal al efecto.

El sargento Sáenz Valiente y seis cabecillas partícipes del asesinato de Mestivier fueron condenados al fusilamiento y la horca. Debido a su juventud e inexperiencia, Gomila obtuvo una pena leve: fue asignado «dos años con media paga en un fuerte bonaerense a su elección»

Cuando el gobierno argentino supo de lo acontecido en las islas, el ministro de relaciones exteriores Manuel Vicente Maza citó al encargado de negocios británico en la capital argentina, Philip G. Gore, quien admitió desconocer el asunto y no tener instrucciones de Londres. Maza sostuvo:

(…) el gobierno de Buenos Aires no podía ver en [la agresión británica] sino un gratuito ejercicio del derecho del más fuerte... para humillar y rebajar a un pueblo inerme e infante.

A partir de entonces, el gobierno argentino protestó de forma oficial y energética ante el gobierno de Londres, en un reclamo que sería clave en los años venideros para la política exterior del país. Los primeros reclamos por vía diplomática constituyeron a partir de entonces la única opción para la Argentina dada la asimetría de poder bélico a favor de Inglaterra y la delicada relación con Estados Unidos tras el incidente de la Lexington. Argentina hizo pública su voluntad de no consentir la ocupación británica, de manera que no operase la prescripción a favor de la del Reino Unido.

(…) no se ha operado la prescripción a favor de Inglaterra desde que tomó por la fuerza las Malvinas en 1833, no sólo porque el origen de su posesión no ha sido pacífico, sino un acto violento, una agresión contra un Estado más débil, sino porque tal posesión ha sido interrumpida a lo largo de los años por protestas y por otros actos de la República Argentina (…)

Tomás Guido envió una carta al general Enrique Martínez, ministro de Guerra del gobernador Balcarce, poco tiempo después de producirse la invasión británica de las islas. Allí no sólo se refierió a los derechos de soberanía de la Argentina sobre las islas, sino que también señaló los motivos que impulsaron al Reino Unido a usurpar el territorio: «apoderarse de un punto de observación importante sobre el segundo canal para el comercio del mundo con los establecimientos de la India y con la Gran China» , obtener «ventaja decisiva sobre las demás naciones después de ser dueña, como lo es, del Cabo de Buena Esperanza», y «tomar las llaves de los mares del Sur para hacerse señora del comercio del Pacífico». Una circular publicada por el gobierno porteño del 23 de enero, comunica a las «repúblicas americanas», el atentado cometido por Inglaterra. La nota produjo un amplio silencio de parte de los países del continente, y el Annual Register de 1833, felicitó a los Estados Unidos por mantenerse callado, ante las quejas del «débil».

La población de Buenos Aires quedó atónita e indignada tras enterarse de la ocupación de las islas. Los periódicos porteños expresaron en artículos enérgicos «el sentimiento que embargaba a los habitantes». La prensa y las circulares enviadas por el gobierno de Buenos Aires difundieron la noticia del episodio en el resto de las provincias argentinas. Los gobiernos provinciales hicieron llegar su apoyo a Buenos Aires. El gobernador de la provincia de Santa Fe Estanislao López y su ministro Domingo Cullen expresaron que «la inconstitución en que se encuentra el país (…) y la figura poco digna que por ello representa era causa de ese [la ocupación] y otros males».

El gobernador de Buenos Aires, Balcarce, consultó a diferentes personalidades porteñas para saber qué hacer frente a la ocupación. José de Ugarteche propuso organizar «un golpe de mano que devolviera las cosas al estado anterior», pero la mayoría de los consultados se inclinó por la vía diplomática debido al poderío naval y la influencia política y económica de los británicos. También se planteó la posibilidad de buscar el respaldo de otras potencias marítimas sobre la base de los antecedentes de ocupación argentina.

El 17 de junio de 1833, a pedido de Maza el enviado argentino ante el gobierno del Reino Unido, Manuel Moreno, presentó una larga protesta formal en un largo documento escrito en inglés y en francés ante el Tribunal de Londres. La Protesta, como generalmente se conoce al texto, repite en su substancia los fundamentos enunciados en el decreto de nombramiento de Vernet y se estipulan las violaciones del derecho en las que había incurrido Inglaterra con dicho acto: dado que la innegable e indiscutida soberanía española sobre las islas había cesado debido a la exitosa independencia de sus territorios americanos, las Provincias Unidas del Río de la Plata, como nueva nación independiente y reconocida por Gran Bretaña y otros estados, la había sucedido en los derechos sobre la jurisdicción de los mares del sur. Gran Bretaña, que sólo podía presentar reclamos oportunamente extintos, quedaba excluida del asunto, y no tenía ningún fundamento legal a apropiación del territorio.



Sublevación del Gaucho Rivero

3ª Parte

Bono de diez pesos de las Malvinas conservado por el Archivo General de la Nación


En las islas crecía el descontento entre los criollos, en su mayoría gauchos y charrúas. Se les había prohibido viajar a Buenos Aires, y el capataz Jean Simon, apoyado por el representante de Luis Vernet, Matthew Brisbane (quien se había marchado poco tiempo), y con la excusa de la ocupación británica, intentaba extenderles las ya pesadas tareas campestres, entre otros excesos de autoridad. Además seguían recibiendo por toda paga los vales firmados por el exgobernador (peso de las Islas Malvinas), que ya no eran aceptados por el nuevo responsable de almacenes, el irlandés William Dickson y estaban devaluados. La falta de noticias desde Buenos Aires, la demora de una supuesta y anhelada operación argentina de recuperación del archipiélago, y los excesos de las autoridades terminaron exaltando aún más los ánimos.
3ª Parte


En efecto, los gauchos deseaban ser pagados con dinero como el capitán Onslow había prometido, pero Brisbane continuó con las políticas de Vernet, el gobernador argentino. Asimismo el capataz Simon, apoyado por Brisbane, pretendía incrementar la carga laboral de la peonada, fundamentando sus exigencias en un supuesto nuevo statu quo vigente desde la reciente invasión de la Clio. Algunos autores agregan otros motivos de discordia: puesto que debían dinero a Simon por cuestiones de juego y naipes, se les había prohibido viajar a Buenos Aires; también se les negaba el uso de caballos para desplazarse por el rudo terreno, etc. Además, autores que defienden la tesis de un levantamiento patriota afirman que los extranjeros en la colonia deseaban un rápido entendimiento con el Reino Unido, lo que se contraponía con el fervor patriótico de los criollos.

En desacuerdo con la nueva situación, un grupo de ocho gauchos rioplatenses se sublevó el 26 de agosto de 1833 bajo el liderazgo del entrerriano Antonio El Gaucho Rivero (apodado «Antook»). Ellos eran: Juan Brasido, José María Luna, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre.
3ª Parte


Estos rebeldes estaban armados con facones, espadas, pistolas, boleadoras y viejos mosquetes, en contraste con las pistolas y fusiles con los que contaban sus oponentes. Tras una serie de breves ataques sorpresa contra individuos de la colonia de Vernet, fueron muertos Brisbane, Dickson, Simon, y otros dos colonos: el argentino Ventura Pasos y el alemán Antonio Vehingar, los rebeldes tomaron la casa de la comandancia. Ninguno de las víctimas logró alcanzar sus armas antes de ser matados. Los gauchos impidieron el izado de la bandera británica durante los siguientes cinco meses. Según algunos relatos habrían izado el pabellón argentino.

Los colonos criollos y británicos con sus familias (en total 17 de varias nacionalidades y 6 criollos rioplatenses) no sublevados, temiendo por sus vidas, se refugiaron en la isla Hog en la bahía de la Anunciación, del cual fueron rescatados por la goleta británica HMS Hopeful dos meses después. El 23 de octubre amarraron en Puerto Luis otros barcos británicos, cuyas tripulaciones no intentaron enfrentarse a los gauchos. Los refugiados enviaron regularmente su barco a la vecina Isla Larga para el suministro de alimentos para llevar ganado, cerdos y gansos. Tras el rescate de las mujeres y niños de la colonia de la isla Hog, se puso fin a la colonia atgentina de las islas. Recién el 21 de enero de 1834 los británicos lograron recuperar el control de Puerto Luis.
3ª Parte
3ª Parte


Dos meses después, el 9 de enero de 1834, la Hopeful regresó a la isla Soledad junto con la HMS Challenger, con el teniente Henry Smith a bordo. Inmediatamente izaron la bandera británica. Smith asumió al día siguiente el mando del archipiélago y ordenó la captura de los sublevados, refugiados en los cerros vecinos. Rivero y sus compañeros estaban en ese momento preparando una rudimentaria embarcación para dirigirse al continente. La persecución duró dos meses: Luna fue el primero en rendirse y fue obligado a servir de baqueano a los invasores; los rebeldes restantes, muy superados en número y armamento, optaron por retirarse al interior de la isla. En los primeros días de marzo, sabiendo que todos sus camaradas estaban presos y viéndose rodeado por dos grupos de fusileros, Rivero se entregó a los oficiales británicos.

Los rioplatenses fueron trasladados engrillados a la estación naval británica de América del Sur a bordo del HMS Beagle, al mando de Robert Fitz Roy y acompañado por Charles Darwin. Allí se les inició un proceso penal en la fragata de tercera HMS Spartiate.

Por motivos no bien documentados el almirante inglés no se atrevió a convalidar el fallo y ordenó que Rivero y los suyos fueran liberados en Montevideo. Otra crónica, citada por Clément y Muñóz Azpiri indica que fueron llevados a Inglaterra y encerrados en la prisión de Sherness sobre el río Támesis. Según otra visión de los hechos, el tribunal se declaró incompetente debido a que los crímenes no habían tenido lugar en el territorio de la corona. El tribunal se había declarado incompetente debido a que los crímenes ocurrieron en una colonia británica, y por tanto fuera de la jurisdicción de un tribunal puramente inglés.


Visitas del HMS Beagle

3ª Parte

El buque británico HMS Beagle realizó varios viajes alrededor del mundo como parte de expediciones científicas y de relevamientos hidrográficos solicitados por el Almirantazgo Británico. A su vez también se conformaron campañas de prospección imperial inglesa. Las Malvinas fueron visitadas por Darwin en dos ocasiones tras la ocupación, mientras que Fitz Roy ya había estado de visita bajo el gobierno de Vernet en 1830, y había descrito con asombro la colonia argentina y las cualidades musicales de María Sáez de Vernet, ayudando con el interés británico en el archipiélago.

Como los viajes se produjeron casi al mismo tiempo que los incidentes que expulsaron a los rioplatenses de las islas, algunos historiadores consideran que se trataban de «viajes espías». De hecho, el viaje del Beagle fue propuesto y financiado por una potencia colonizadora y visitó lugares ricos en recursos naturales. Diez meses antes de enero de 1833, Moreno desde Londres escribió: «creo mi deber llamar toda la atención del Sr. Ministro de Relaciones Exteriores hacia una disputa de la más seria trascendencia que se está silenciosamente preparando».

Entre marzo y abril de 1833, Charles Darwin visitó las islas en el HMS Beagle, al mando del capitán Robert Fitz Roy. Darwin describe la destrucción del establecimiento de Puerto Soledad por parte de la corbeta norteamericana Lexington. El dibujante del viaje, Conrad Martens, incluyó en sus litografías paisajes de Puerto Soledad y en una de ellas se aprecia una bandera sin descifrar. Darwin no habla en sus escritos sobre la ocupación, dedicando solo comentarios sobre el alzamiento gaucho.

Lo que ven en la portada es el bergantín HMS Beagle, el barco con el que Charles Darwin recorrió el mundo. El 1 marzo de 1833 arribo a Port Saint Louis en la islas Malvinas, justo el mismo sitio donde Bougaiville habia fundado su fuerte pero 68 años despues.  Con él viajaba el dibujante oficial Conrad Martens y como era habitual, registraba fielmente lo que veía.  Asi llega hasta nuestros dias una litografía publicada junto con otras dos, de muy reducidas dimensiones. Se trata de una casa en Port Louis ( Malvinas) con un mástil y un bote, el tamaño es tan minúsculo que difícilmente los lectores hayan reparado en ella, posiblemente Darwin tampoco. si no parece difícil que hubiese llegado hasta acá y ahora.


El descubrimiento del autor


Comienza de la misma forma como lo hizo la famosa película Blow Up de Antonioni (década del 60). Un fotógrafo profesional descubre al revelar y ampliar un carrete de fotografías, algo que a simple vista no había sido capaz de ver. Cuando se utilizan ampliadoras pueden verse cosas que probablemente el ojo desnudo no sería capaz de captar. La litografía de Darwin, previa sospecha de que la imagen del pabellón que ondeaba en el mastil de Port Saint Louis no era el inglés, me llevó a hacer un pequeño tratamiento de aclarado y ampliación. Tamaña sorpresa cuando aparece el Pabellón Argentino en una fecha que no debiera ser (según el relato británico).
3ª Parte

En conclusión, ¡el Gaucho Rivero izó la Celeste y Blanca posteriormente a su alzamiento!


Conclusiones


A la luz de los hechos ya presentados, es razonable deducir que la apropiación violenta británica de las Malvinas en 1833 fue totalmente ilegal y sin el apoyo de ningún factor jurídico. Fue llevado a cabo con la conducta que el derecho internacional ya había condenado por largo tiempo. Al momento del delito, las islas eran una parte integral de la República Argentina y el Reino Unido tomó las islas arrebatándoselas a un estado independiente que había heredado título de España, perfeccionando dicho título a través de la toma de posesión del 20 de noviembre de 1820. En el momento del despojo inglés, la Argentina se encontraba en posesión efectiva y real de las Malvinas, y había autoridades y colonos argentinos establecidos en ellas que fueron expulsados por Gran Bretaña.
3ª Parte


Es igualmente importante rescatar aquí que la ilegalidad de la invasión británica, al tomar las islas en 1833, ha sido reconocida por varios historiadores, académicos y asesores legales comisionados por el propio Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña a realizar investigaciones sobre el asunto, intentando a encontrar fundamentos jurídicos favorables para el accionar británico.

Sin embargo, el eminente jurista internacional Emer de Vattel (Suiza 1714 – 1767), asentó jurisprudencia para estos casos cuando declaró que “...ninguna Nación tiene el derecho de expulsar a otra gente del país que habitan con el propósito de asentarse ella misma en él.”

Bajo la doctrina de Vattel y de acuerdo a las normas del derecho internacional de los siglos 18 y 19, la toma británica de las Malvinas en 1833 fue absolutamente ilegal, y que esa ocupación por si sola no brinda el sustento jurídico para la adquisición de título legal a ellas.

Por otra parte, la presencia británica en el territorio argentino de las Islas Malvinas sigue siendo ilegítima porque nunca fue legalizada por la Argentina después de la consumación de la apropiación ilícita.

De allí en más, pasaron 149 años de reclamos diplomáticos hasta el 2 de abril de 1982.

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