• Las causas del conflicto armado


    =Las causas del conflicto armado de 1982 =Posición Argentina =Posición de Gran Bretaña =Planteamiento =¿Cuáles fueron las causas del Conflicto Malvinas? =Una hipótesis del Conflicto: El Bastión Estratégico = La increíble expedición de Davidoff = Davidoff logra el apoyo de la Armada = Cambio de gobierno en la Argentina = "Manu Militari" = La isla de las sorpresas = Acción versus reacción = Una extraña coincidencia = Marines en acción = Aparece el cuarto poder =Hora de decisiones = Decisión apresurada = Los planes ocultos de la Royal Navy = Conclusiones del Pearl Harbor del Atlántico Sur


 

Las causas del conflicto armado de 1982


El conflicto del Atlántico Sur tuvo su gestación durante mucho tiempo. Argentina tenía ya planeada una operación de recuperación de las islas, tras iniciar Gran Bretaña una "provocación" para llevar a un conflicto y obligar a la Argentina reaccionar. Y así lo hizo en abril de 1982. Pero veamos primero que fue lo que llevó a cada país, concluir en un sangriento y nunca deseado enfrentamiento militar.


Posición Argentina

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A continuación, un resumen de las acciones del Estado argentino respecto a Malvinas:

Tras la usurpación británica en las islas de 1833, el Estado Nacional nunca dejó de reclamar por la soberanía, y destacamos dos períodos en donde Gran Bretaña no omitió respuesta alguna para llegar al diálogo ni tampoco fundamento válido en donde se explique históricamente que el archipiélago corresponda a la Corona Británica:
  • 1849-1884 (35 años)
  • 1888-1908 (20 años).
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En el año 1965 se concreta la famosa resolución 2065 de la ONU, donde se insta a Gran Bretaña a negociar para descolonizar las islas. Desde esa fecha a 1982, el Reino Unido simuló acatar la resolución de la ONU, y jamás escuchó de forma seria, el reclamo argentino. En los años 70, Argentina, en un marco de cooperación con los isleños, construye una pista de aterrizaje y provee a los malvinenses de servicios de abastecimiento de combustible, correo, etc. Pero aquí el gobierno argentino cometió un grave error, en donde si bien logró un gran acercamiento a la población de las islas, acordó no hablar de soberanía, con la implementación del famoso "paraguas", que hasta aún hoy sigue vigente en cada tratado firmado con Inglaterra.

La diplomacia había fracasado, y desde 1965 a 1982, es decir durante 17 años, no se había obtenido ningún hecho favorable respecto a la soberanía de las islas, solo mentiras y falsas promesas. En 1977 la situación empeora, ya que Gran Bretaña decide ahora públicamente, no negociar por la soberanía y comienza a organizar y proyectar la defensa de las islas. La situación se complica aún más, al asumir en 1979, Margaret Thatcher.
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El 22 de diciembre de 1981, Galtieri asume la presidencia de la Nación. Entre enero y febrero de 1982 se emiten varias propuestas a Gran Bretaña para negociar de una vez por todas el tema de la soberanía, en donde se solicitaba una respuesta para antes o durante las negociaciones a efectuarse en febrero en Nueva York. El día 8 de ese mes, el embajador de la Corona en Buenos aires responde: "El Reino Unido no tiene dudas sobre la soberanía británica en las Islas Malvinas, sus dependencias, zonas marítimas y plataformas continentales". Por tanto, no habría ya, negociación alguna sobre las islas.

En el mes de febrero de ese año, la Juntar Militar encargó a un Brigadier, un General y a un Almirante a planificar una eventual operación militar de recuperación de las islas. Una vez aprobada la propuesta del grupo de trabajo, el día 16 de marzo, la Junta decidió llevar a cabo la recuperación de Malvinas (que debía ser incruenta y de breve duración), bajo el más estricto secreto, y a llevarse a cabo para al menos el último cuatrimestre de 1982.

Es así como Argentina decide y opta por una acción militar, al ver que la diplomacia definitivamente había fracasado. Desde 1833, siempre esperó paciente un progreso en las negociaciones, pero evidentemente para esta época ya no se encontraba otro método diplomático, más que actuar por la fuerza. Aunque con el correr de los días, un hecho cambiaría todo el esquema proyectado por el gobierno argentino, y obligaría a las Fuerzas Armadas a tomar una decisión, ante una inminente pérdida para reclamar los derechos soberanos sobre los archipiélagos en disputa. Eso lo analizaremos en los "días previos del conflicto".

Los únicos intereses argentinos sobre las islas fueron las de recuperar una pequeña, pero muy amada porción de tierra, que le pertenece por legítimo derecho. Se podrán decir muchas cosas sobre la situación política de la Argentina y la recuperación de las islas, sin embargo, hemos visto como se han desarrollado los hechos, y veremos en los siguientes temas que, en realidad, la toma incruenta de las islas es llevada a cabo para proteger los derechos soberanos, que Gran Bretaña había puesto en jaque tras los sucesos de marzo de 1982 con una gran estrategia, donde no dejaría opción a la Argentina, más que reaccionar, recuperando las islas.


Posición de Gran Bretaña

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El Reino Unido, jamás intentó dialogar seriamente por la soberanía de las islas, y siempre se negó a debatir ante el derecho internacional sobre la historia de las islas, y a quien corresponden por legítimo derecho. Como único antecedente, en donde los británicos reconocen la soberanía argentina sobre las islas, es el siguiente:

1825: Gran Bretaña reconoce la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y no hace objeción alguna sobre el tema Malvinas, en el Tratado de amistad, navegación y comercio firmado entre ambos países.

Tras la resolución 2065 de la ONU, Gran Bretaña nunca explicitó sus objetivos, y si bien parecía que sus negociaciones serían de buena fe, no tardó mucho en mostrar su hilacha imperialista y colonizadora, donde aparentaba acatar el mandato de las Naciones Unidas, y nunca hubo progreso alguno.
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En 1966, tras producirse la famosa "Operación Cóndor", las fuerzas británicas en las islas no superaban los 6 hombres (un oficial y cinco soldados). Luego de ese hecho, se lleva el número a 46 hombres (dos oficiales y cuarenta y cuatro soldados). Este número se mantendría, hasta marzo del 82.

La empresa "Falkland Island Company" (FIC), la más importante de las Malvinas era manejada en 1968 por B.G. Barton. La FIC, era el Lobbie de las Islas y el Grupo de Presión sobre el Parlamento Británico en el sentido de no tratar el tema Soberanía con la Argentina.

El 25 de marzo de 1968, se forma un poderoso grupo de presión en las islas: "Falklands Islands Emmergency Comittee", integrado por Barton (administrador de la FIC), Clifford, gobernador de las islas hasta 1964, entre otros nombres que ejercían una gran presión, ya que estos hombres manejaban y representaban los intereses económicos de Malvinas. En dicho grupo, no estaba representada en absoluto la población malvinense, aunque se invocara su voluntad e interés. Lo único que se pretendía defender, eran los intereses económicos de la "FIC" y a través de pretextos ante el gobierno inglés, dilatar el reclamo por soberanía.

Al año siguiente, comienzan diversas exploraciones en el archipiélago y se habla de la existencia de hidrocarburos. En 1975 se produce la expedición de lord Shackleton, provocando otro conflicto diplomático, ya que la nueva postura británica era la de congelar las negociaciones.

La ONU, insta una vez más a tratar la soberanía, favoreciendo el reclamo argentino. La respuesta del gobierno imperial, fue el silencio.
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En 1979 asume Margaret Thatcher al poder en el Reino Unido. Se endurece la postura hacia Argentina, ya que ahora, el esposo de Thatcher, manejaba a la famosa "FIC", mencionada anteriormente, y una posible entrega de soberanía, significaría la pérdida de grandes ganancias.

Estaba claro, que el Reino Unido no entregaría las islas a su legítimo dueño, ya que había grandes intereses económicos de por medio. Además de la posibilidad de la existencia de grandes yacimientos petrolíferos, la exploración pesquera y minera.

Gran Bretaña necesitaba las islas, era (y sigue siendo) un bastión en el Atlántico Sur, que le permitía conectarse con el Océano Pacífico. Las islas son como un gran portaaviones, con gran valor geopolítico y geoestratégico. Obtener el archipiélago, significaba además, tener una base que los conecte directamente con la Antártida, otro gran punto de valor. Estaba claro que los británicos no iban a ceder las Malvinas a La Argentina ni a nadie. Si bien el mantenimiento de las islas para ese entonces era muy costoso (y lo siguió siendo hasta 1989), valía la pena la inversión, ya que hoy podemos observar las grandes ganancias que produce el archipiélago. Además, la flota de guerra de Gran Bretaña estaba muy próxima al desarme, por lo que muchos aseguran que el conflicto de Malvinas fue "provocado" por autoridades militares británicas.
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Si bien Gran Bretaña fue advertida en varios de sus informes que Argentina podría reaccionar con una acción militar, las islas no fueron masivamente reaprovisionadas, porque el envío de tropas y buques sería muy costoso y no se justificaba gastar ese dinero. Sin embargo, para marzo de 1982, el Reino Unido provocaría un gran conflicto diplomático que llevaría a optar por una decisión poco favorable para Argentina en la resolución del conflicto, aunque altamente costosa, pero beneficiosa para el Imperio británico.

En contrario a la Argentina, aquí si observamos grandes intereses económicos, no solo por las islas, sino grandes beneficios para la industria bélica imperial, en plena decadencia. Intereses estratégicos, y políticos a mucho mayor nivel que podría haber en un país del tercer mundo.

Si existía un país que le beneficiaría más forzar un conflicto bélico, ése era Gran Bretaña.




 

 

“¡No deben producirse bajas inglesas!”: la primera orden de Galtieri para Malvinas y el bautismo del operativo militar por Seineldín

Por Juan Bautista Tata Yofre


El 9 de enero de 1982, el entonces presidente le informó al general Osvaldo García el objetivo y lo instó a seleccionar tropas para llevar a cabo el asalto. Fue elegido el Regimiento 25, que comandaba el teniente coronel Seineldín, que cambió el nombre original de la acción del 2 de abril

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Galtieri y Seineldín en Malvinas. El primero fue como presidente. El segundo combatió


Después de realizar las primeras actividades en su nuevo destino en Bahía Blanca, el comandante del Cuerpo V, general Osvaldo Jorge García, se fue a Pinamar a pasar unos días de descanso con su familia. Pocos días más tarde, más precisamente el sábado 9 de enero de 1982, en la oficina principal del comando suena el teléfono:

-Hola, aquí de Presidencia de la Nación ¿me pueden comunicar con el general García?

-No está. Le voy a pasar con el oficial a cargo.

El oficial de Operaciones del Cuerpo V, mayor Julio Hang, tomo la comunicación. Primero tanteó porque pensó que era un chiste, luego respondió que el comandante no estaba. Le preguntaron si se encontraba el general Julio César “Pajarito” Ruiz, segundo comandante del Cuerpo, respondiéndose que también estaba de vacaciones.

-Bueno, mayor, busque a García y dígale que el teniente general Galtieri lo quiere ver el martes 12, a las 17, en la Casa de Gobierno.

No fue fácil encontrarlo porque cuando lo llamaban el general estaba en la playa. Finalmente lo encontró la delegación de la Policía Federal de Pinamar y García se hizo mandar el uniforme de diario a Buenos Aires por falta de tiempo.

De acuerdo a lo que me relató García, la reunión se realizó en el despacho presidencial por la tarde. Galtieri, previamente, había dormido la siesta. Luego de los saludos, tomando asiento, Galtieri le dijo que debía darle una instrucción bajo estricto secreto, aún para sus familiares, camaradas y amigos. “Le pido su palabra de honor” y García se la dio. A renglón seguido le dijo que “la misión” que le imponía no era de “seguro cumplimiento, era tentativa”. La misión estaba dirigida a “recuperar militarmente las Islas Malvinas para negociar luego”. “Ocupar para negociar”, lo reiteró Galtieri. También dijo que la operación debía ser “incruenta” desde “el punto de vista militar, civil, estructural”. El comandante en Jefe, luego le informó que se formaría “un comando para coordinar la operación” que estaría constituido por el almirante Juan José Lombardo, el brigadier mayor Sigfrido Martín Plessl (comandante de Instrucción de la Fuerza Aérea) y él. “Mientras tanto, usted siga con sus funciones hasta que lo contacten para coordinar el trabajo”, le dijo Galtieri. Entre esas “funciones” estaba el control de los relevos de los nuevos soldados que se producían en enero porque en la Patagonia el invierno comienza más temprano.
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“Mi general ¿a dónde tengo que recurrir yo para lograr información base para el planeamiento?” preguntó García. Y recibió como respuesta: “Va a disponer de las bases que le van a proporcionar la Armada y la Fuerza Aérea”. Después, Galtieri dijo algo que repetiría varias veces: “Debe existir sorpresa en la ejecución de la misión”.

El Ejército, a diferencia de la Armada, nunca había realizado una “hipótesis de conflicto” sobre Malvinas. Entonces, García formuló la siguiente pregunta: “¿Cuándo prevé que puede transformarse el planeamiento preventivo en acción de guerra?”.

Galtieri dijo: “No, la decisión se hará en su momento y según las circunstancias políticas que se desarrollen. Usted la puede calcular para mayo-junio”.

García: “¿Quiénes están enterados de esta situación?”.

Galtieri: “Los miembros de la Junta Militar y los oficiales Lombardo y Plessl. Pero en la continuación del trabajo se van a ir agregando oficiales especializados que van a intervenir en el planeamiento”.

García: “¿Puedo hablar con el general Vaquero?” (Jefe del Estado Mayor del Ejército).

Galtieri: “Sí, pero nadie más. Secreto absoluto, si usted agarra papel y lápiz como en los cursos de la Escuela de Guerra nadie va a enterarse”. Poco después lo autorizó a hablar con su segundo en el Cuerpo V, el general Julio César Ruiz y volvió a decir que “el factor sorpresa es determinante”.

La primera dificultad que encontró seguramente García fue el enfrentar el “carácter conjunto de la operación” y, dentro del Ejército, la falta de información básica de las Islas. Volvió a repasar mentalmente: mapas, compartimentos estancos con las otras fuerzas, recelos, 33 % de las decisiones y se respondió en voz baja: “La consecución de un objetivo nacional nos va a ayudar a dejar las pequeñeces de lado”. Se equivocaría. Al día siguiente de la reunión, García fue vestido de civil al Instituto Geográfico Militar y mediante un ardid pidió la cartografía disponible de las Islas Malvinas.
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Una semana más tarde, el martes 19 de enero la Junta Militar volvió a reunirse a las 9 de la mañana en el edificio Cóndor y “se conversó acerca de la preocupación ante la posibilidad de filtraciones de prensa como la registrada el día 17 de enero referente a la previsión militar del caso Malvinas. Asimismo, se trató acerca de la llegada del Sr. Embajador Carlos Ortiz de Rozas a Buenos Aires. En forma consecuente con la preocupación del gobierno por la reactivación del caso Malvinas, se intentó evidenciar la importancia que se le otorgaba al tema delante de terceros actores. Es así como el Sr. Canciller Costa Méndez informó al Senador Baker de los EE.UU. durante su visita de enero de 1982, que la situación entre Gran Bretaña y la Argentina era conflictiva y le pidió que hiciera conocer este tema a su gobierno. Igual pedido fue formulado ante el Sr. Pryce de la Cámara de Representantes de los EE.UU. y su numerosa comitiva cuando éste visitara la Argentina en enero del mismo año.”

En la segunda mitad de enero de 1982, el general de división Osvaldo Jorge García, comandante del Cuerpo V, visitó el Regimiento 25 de Infantería. Luego de algunas horas de inspección, le dijo a su jefe que quería hablar con él en Bahía Blanca. El 1° de febrero de 1982, durante un encuentro secreto en el Comando del Cuerpo V, el general de división García, en presencia del general de brigada Américo Daher (jefe de la IX Brigada de Infantería), le dijo al teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, jefe del Regimiento 25 de Infantería: “He seleccionado a su regimiento, el 25 de Infantería, para recuperar a nuestras Islas Malvinas”. Seguidamente, García planteó condiciones: “Debo aclararle que esta operación se caracterizará por un aspecto muy importante, el que deberá ser tenido en cuenta de forma indefectible: ¡no deberán producirse bajas en las fuerzas inglesas ni en la población civil de las islas! Le repito, aunque nos las ocasionaran, se evitará producir bajas en el bando contrario. La intención del Alto Mando, con esta medida, es facilitar las acciones políticas posteriores. ¿Me entendió bien?”. Así lo escribió Mohamed Alí Seineldín, en “Malvinas, un sentimiento”, (Sudamericana, Buenos Aires, 2a. edición, 2004).
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Seineldín -a la izquierda- en Malvinas


Esa misma orden, Seineldín se la dio a sus oficiales, suboficiales y soldados que participaron de la “recuperación” de las Islas Malvinas. La misma instrucción, se la confirmó a Seineldín el contralmirante Carlos Busser a bordo del buque “San Antonio”, el 28 de marzo de 1982. Seineldín, un devoto de la Virgen María, propuso —y se aceptó— que la maniobra militar de ocupación –Operación Azul-- se denominara “Operativo Rosario”.

“Entre el 5 y el 12 de enero de 1982, se dieron los primeros pasos para analizar la posibilidad de una recuperación armada de nuestras Islas Malvinas”, dijo años más tarde el entonces secretario de Hacienda Manuel Solanet. “Para el 12 de enero de 1982 se resolvió que los jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y el señor canciller fueran oportunamente informados sobre la planificación militar”, expresó el almirante Jorge Isaac Anaya en el punto 5.1.2.3.2 de su documento “Secreto” 3.1.057.10. A renglón seguido expresó que “la exposición básica del primer esbozo del Plan Militar fue ordenado para mediados de marzo quedando fijada para el día 16 de marzo”. “Lo cierto es que antes y durante el conflicto de las Georgias, el canciller fue consultado sobre todos los aspectos diplomáticos que derivarían de la ocupación (de las Malvinas)", afirmó Anaya.

El martes 26 de enero la Junta Militar se reunió a las 9 de la mañana en el edificio Libertad. Durante la reunión se resolvió “fuera de Acta” que el “Grupo Malvinas” conformado por Lombardo, García y Plessl “preparara la exposición de los planes de la alternativa militar a mediados de marzo de 1982.” A renglón seguido se produjo la nueva Directiva de Estrategia Nacional (DENAC) 1/82 y el Plan de Campaña Esquemático correspondiente a la Directiva de Estrategia Militar (DEMIL)1/82.

En la DENAC 1/82 se explicita conceptos referidos al Poder Nacional: a) “Objetivo Político: Consolidar la soberanía argentina en las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y contribuir a afirmar su pleno ejercicio en el Atlántico Sur; b) Resolución Estratégica Nacional: El Comité Militar ante la evidente y reiterada falta de progreso de las negociaciones con Gran Bretaña para lograr el reconocimiento pleno de nuestra soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y convencido que la prolongación de esta situación afecta el honor nacional, el pleno ejercicio de nuestra soberanía en el Atlántico Sur y la explotación de recursos renovables y no renovables, ha resuelto prever el empleo del poder militar para el logro del objetivo político. Esta resolución deberá mantenerse en el más estricto secreto durante el planeamiento y circunscripta exclusivamente a los titulares de las áreas destinatarias.”

La Directiva Estratégica Militar 1/82 era más explícita a los ojos de un lego: “La Operación desde el punto de vista militar es apta, factible y aceptable”, y que “la Fuerza Conjunta estaría en condiciones de ejecutar la operación a partir del 15 de mayo de 1982”. La instrucción, sin embargo, tenía dos condiciones: “debía mantenerse el actual estado británico de defensa de las islas y, además, de tenerse que recurrir a la fuerza, ésta sería restringida a operaciones incruentas a fin de minimizar la reacción británica y alentar a la mejor posición negociadora. Una vez recuperadas las islas se procedería a retirar las fuerzas de ocupación y se mantendría una reducida guarnición.” En la misma reunión se acordó para “mediados de marzo, como más temprana” la fecha para la exposición de los planes del Grupo Malvinas. Luego los tres comandantes, ya fuera de toda formalidad (no quedaba asentado en actas) “conversaron sobre el lanzamiento de la Propuesta de Reactivación formulada por la Argentina a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Se decidió que debía pedirse una contestación a dicha propuesta antes o durante la próxima ronda de negociaciones en Nueva York el 26/27 de febrero de 1982. Asimismo, se comentaron los contactos efectuados por el Canciller con los representantes de los EE.UU. sobre el tema.” En el mismo momento se conversó también sobre un posible viaje que debían realizar el almirante Anaya y Costa Méndez al Sur y se acordó en suspenderlo para evitar asperezas en las negociaciones que se realizaban tanto en el caso Beagle (con Chile) como en el de Malvinas (con el Reino Unido).

A esta altura del relato cabe preguntarse ¿cuánta gente se encontraba implicada en los planes de la Operación Malvinas? Si a partir del 12 de enero comenzaron a asentarse en las actas de la Junta Militar todos los temas tratados referidos a la cuestión, es dable suponer que, además de Galtieri, Anaya y Lami Dozo, otros funcionarios y jefes militares estaban al tanto del planeamiento. El canciller queda claro que ya se encontraba implicado y el autor puede afirmar que lo sabía antes de asumir la jefatura del Palacio San Martín. Fue “la condición” para ser canciller.

¿Quiénes transcribían las Actas y redactaban documentos de apoyo relacionados con la operación, además de Lombardo, García y Plessl? Como se verá más adelante, lo que la Junta Militar denominaba “Propuesta de Reactivación” ese martes 26 de enero, al día siguiente se va a denominar “bout de papier” en el campo diplomático, en el momento en que el subsecretario de RR.EE., embajador Enrique Juan Ros, se lo entregó al embajador Williams de la Gran Bretaña.

Una de las pruebas de la participación de Costa Méndez con el entretejido que se estaba desarrollando alrededor de Malvinas es un valioso documento: el 8 de enero (tres días después que la Junta Militar trató la cuestión de Malvinas en la reunión del edificio Libertador), el embajador Carlos Lucas Blanco, director de Antártida y Malvinas –un funcionario de carrera a quien le decían “Tiburón”, por su boca prominente, del que puede afirmarse que pasaba desapercibido en el Palacio San Martín- envió el Memorando “Secreto” N° 11: “Evolución cuestión Malvinas”, de cuatro carillas, al subsecretario Enrique Juan Ros.
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Documento del embajador Carlos Lucas Blanco


En las primeras dos carillas, Blanco trazó una reseña de los últimos fracasos de las gestiones negociadoras con el Reino Unido de Gran Bretaña expuestas en la declaración de la cancillería argentina del 27 de julio de 1981, en la que se formuló una exhortación “a impulsar resueltamente una negociación seria, profunda y de buena fe” sobre la cuestión de soberanía de las Islas Malvinas. Tras enumerar los temas que serían tratados en la próxima reunión de Nueva York (página 2, punto 5º), y para el caso de no recibirse ninguna respuesta satisfactoria del Reino Unido, Blanco opinó que: “Ello facilitaría la aceptación por la comunidad internacional de un eventual ‘fait accompli’ [hecho consumado], que sería presentado como única vía abierta para obtener satisfacción al reclamo argentino, ante la actitud reacia del Reino Unido. Desde esa última posición podría hacerse un nuevo llamamiento a una negociación en términos esta vez más propicios para obtener los objetivos fijados”. Entre otras medidas, el diplomático proponía uniformar las 200 millas alrededor de Malvinas “con todas las otras aguas argentinas de sus 200 millas”. Blanco sostuvo que “no debe aceptarse la dicotomía del tratamiento actual, más cuando pesqueros extranjeros se están instalando en esas aguas con la autorización británica”.

Además consideraba “llevar adelante las operaciones Davidoff y eventualmente Alfa” y “contemplar un posible enfoque más restrictivo de las medidas existentes sobre comunicaciones y las que se puedan imaginar en el futuro”. También tenía en cuenta “medidas bilaterales (mensajes a autoridades británicas, medidas de orden restrictivo en lo económico, suspensión de viajes de funcionarios, etc.)” y “medidas multilaterales (de opinión pública, nacional e internacional en Naciones Unidas, etc.)”.

Obsérvese que ya para aquella época el embajador Carlos Lucas Blanco hablaba con absoluta naturalidad de la “Operación Davidoff y el Grupo Alfa” y el punto nº 180 del “Informe Rattenbach” (tribunal militar que juzgó la guerra de Malvinas) agrega luz: “(…) el comandante de Operaciones Navales (Juan José Lombardo) ordenó al comandante de la Agrupación Naval Antártica, capitán de navío Trombeta, tomar contacto con el embajador Blanco y con el señor Davidoff, a efecto de coordinar los detalles del operativo. El grupo “Alfa”, con un total de 15 hombres al mando del teniente de navío Alfredo) Astiz, debía llegar a Puerto Leith luego que el último buque de la Campaña Antártica británica se hubiera retirado de la región. En el punto siguiente se va a aclarar que “el grupo ‘Alfa’ fue constituido por personal militar debidamente entrenado. Las instrucciones que oportunamente serían impartidas eran las de resistir hasta las últimas consecuencias en caso de que fuerzas británicas pretendieran evacuarlo de la Isla (declaración del contralmirante Edgardo Aroldo Otero, jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada).”

Aprovechando la estadía de Ortiz de Rozas en Buenos Aires, Costa Méndez lo hizo dialogar con el Presidente. Durante la reunión (20 de enero a las 12.30 horas) se conversó sobre el diferendo con Chile, pero Galtieri se mostró más interesado en hablar de Malvinas. Años más tarde, Costa Méndez dirá que Ortiz de Rozas habló con el presidente sobre la situación interna del gobierno de Margaret Thatcher y de una eventual reacción británica si la Argentina invadía las Malvinas.

Para la historia, no hubo documentos escritos. Los hay orales. Hasta ese momento, la evaluación que hacía el embajador Ortiz de Rozas, sobre la respuesta británica, frente a la posibilidad de ocupar Malvinas era la siguiente:

  • Ignorar el hecho.
  • Protestar o retirar el embajador.
  • Rompimiento de relaciones y sanciones diplomáticas.

Costa Méndez se inclinaba por la primera alternativa. “Nunca van a mandar la flota”, le dijo a la secretaria Laura Ayerza tras el 2 de abril de 1982. “‘Canoro pensó que el Pentágono lo iba a apoyar”, completó la funcionaria.

Fuente: Infobae







Planteamiento


Si bien es cierto que la Armada Argentina siempre planificó la recuperación de las Malvinas, era un anhelo histórico de esta facción de las FFAA, inclusive constituyó el trampolín para que Galtieri accediera a la Presidencia de la Nación por parte del almirante Jorge Isaac Anaya. 
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Si bien los planes de recuperación se dividían en dos partes, una era el Plan Alfa (recuperación de las Georgias) y consecuentemente la Operación Azul (Recuperación de las Malvinas). En primera medida el Plan Alfa, se basaba en ocupar las Georgias de forma pacífica con una base científica ocupada por personal científico y militar entremezclados discretamente, como había sucedido en Thule (estación meteorológica y científica) en el extremo sur de las islas Sandwich, en proximidades a la Antártida.

Mientras el tiempo corría de una forma acelerada, no se puede ignorar que de uno y otro bando se estaban preparando: por el lado Británico, a buscar un plan de contingencia en caso de que Argentina recuperara las islas, y por el otro, Argentina estaba desesperada en recuperar las islas por motivos políticos internos y además alertados por el inminente emplazamiento de una “Fortaleza Malvinas” que hoy es tristemente conocida como Mount Pleasant, esto queda demostrado porque Gran Bretaña, el 3 de marzo del 82, luego de tomar conocimiento de los cables de la Embajada Británica en Bs As, la Primer Ministro ordenó preparar “planes de contingencia”, ampliando su intención el 8 de marzo al preguntarle al Ministro de defensa cuanto tiempo le insumiría a los buques de la flota llegar a las Islas Malvinas, en caso de ser necesario, esto se puede corroborar “simultáneamente” en el Informe Franks, párrafos 152 y 153 y en el Rattenbach Capitulo II párrafo 189.

Cabe preguntarse ¿Por qué Gran Bretaña prepara planes de contingencia?, ¿se filtraba información dentro de la cúpula militar? La respuesta no la conocemos.

Culminando febrero del 82, al terminar la ronda de negociaciones en Nueva York, no se llega a ningún acuerdo concreto, salvo que se emite un comunicado conjunto el de mantenerse informados y en contacto la primera semana de cada mes en las capitales de cada país alternadamente, el error lo comete el Canciller Costa Mendez, cuando emitió un comunicado ampliatorio sobre las negociaciones publicado el 2 de marzo, cito:

"La Argentina ha negociado con Gran Bretaña con paciencia, lealtad y buena fe, durante más de 15 años, en el marco señalado por las resoluciones pertinentes de la O.N.U., la resolución de la disputa de la soberanía sobre esas islas. El nuevo sistema constituye un paso eficaz para la pronta solución de esa disputa. Por lo demás, si eso no ocurriera, la argentina mantiene el derecho de poner término al funcionamiento de ese mecanismo y de elegir libremente el procedimiento que mejor consulte a sus intereses".

Irónicamente dispuestas las intenciones al enemigo, el 15 de marzo, el Canciller y el Jefe del Estado Mayor Conjunto concluyeron que la operación "Alfa" debía suspenderse. Esto fue ratificado el 16 de marzo por el COMIL, por lo tanto, la idea de recuperar las Georgias ya había quedado descartada. Por lo que, a esta altura, sería un delirio pensar que los consecuentes altercados en las Georgias fueron gestados por Argentina.

Los planes se dieron al revés, por ende, algo salió mal, ese “algo” tenía nombre y apellido: Constantino Davidoff, tal vez este personaje y las circunstancias que lo rodean sean la parte menos vista de la Guerra de Malvinas, siendo este el detonante de una guerra.




¿Cuáles fueron las causas del Conflicto Malvinas?

Por: Oscar Filippi



Una hipótesis del Conflicto: El Bastión Estratégico


Tengamos en cuenta, en enero de 1833, con la ocupación de nuestras Islas Malvinas, el Reino Unido de la Gran Bretaña, no solo se aseguró los beneficios de la pesca y la caza de focas, lobos marinos y ballenas para ellos y sus por entonces, casi aliados norteamericanos. Se aseguró de ocupar militarmente el estratégico bastión marítimo que controla una triple comunicación oceánica: a través del Cabo de Hornos; el Pacífico Sur con el Atlántico Sur y; frente a Malvinas; el Atlántico Sur con el Océano Indico. No incluimos, que es la ruta de control vital de la Antártida.

Para 1982, ante la expansión naval soviética en el Atlántico Sur, la OTAN estaba obligada a reforzar la defensa de la vital Yugular de Occidente, (si la URSS atacaba con éxito esa vía marítima, en tres meses, Europa Occidental quedaba desabastecida) para ello, imperiosamente tenía que reforzar la presencia militar en Malvinas. Si lo hacía por “motu propio” la reacción negativa de Latinoamérica ante esta unilateral decisión, podría favorecer aún más la influencia de la URSS en la región, por lo tanto, se necesitaba una excusa para tal propósito.

Que mejor excusa que el intento de recuperación de las islas por parte de República Argentina. Total, el Concejo de Seguridad de la ONU, se encargaría de mostrarnos como país agresor y su propósito estratégico quedaría legitimado ante el mundo.
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De lo expuesto hay pruebas más que suficientes, quienes nos visitaron, quienes nos alentaron desde afuera, quienes conspiraron desde adentro y fundamentalmente, la historia del empresario Constantino Davidoff y sus “chatarreros”, detonante de una crisis diplomática que habría de escalar a un conflicto bélico controlado..., al menos eso esperaban los británicos.

Lo importante es demostrar y enterarnos que no vivimos en el fin del mundo..., somos parte de él y estratégicamente, como nación marítima ocupamos un lugar destacado. Solo falta que nos demos cuenta de ello y actuemos en consecuencia, con responsabilidad y fijemos un curso de acción en una sola dirección, será bueno demostrar que podemos ser una Nación confiable con una política exterior seria.


La increíble expedición de Davidoff


En las guerras suele haber un factor desencadenante -la chispa que enciende la mecha- algunas veces premeditado, otras incidentales; así también el Conflicto del Atlántico Sur tuvo el suyo, protagonizado por Constantino Davidoff, un empresario argentino.

En el año 1976 Davidoff se dedicaba -dentro de otras actividades marítimas- a la extracción de cables submarinos, oportunidad en la cual un contramaestre contratado le manifestó que había observado en un viaje a la isla San Pedro (Georgias del Sur) una cantidad apreciable de implementos metálicos de factorías balleneras abandonadas que podían significar un excelente negocio considerando la proximidad relativa de la Argentina a las islas. Como la chatarra no era ajena a sus posibilidades, Davidoff inició gestiones -con poco éxito- ante la Embajada Británica en Buenos Aires. Su insistencia lo llevó a hacer un viaje a Puerto Stanley en 1978, donde el Secretario del Gobernador de las Islas Malvinas lo puso en contacto con la firma propietaria, Christian Salvesen Limited de Edimburgo, con la que firmó un contrato el 19 de Septiembre de 1979 por el cual se transferían las instalaciones balleneras en desuso, con vigencia de cumplimiento hasta el 31 de marzo de 1983. Davidoff informó a las autoridades de Puerto Stanley acerca de la existencia de este contrato, lo cual fue confirmado por la propia firma Salvesen Ltd. al año siguiente.
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Los próximos pasos de Davidoff fueron formar una sociedad a la cual denominó "Islas Georgias del Sur SA en formación" y conseguir un transportador para realizar un viaje preliminar de relevamiento; hecho esto debía trasladar el personal y herramientas necesarios para el desguace de las factorías y transportar la chatarra obtenida al Continente. Intentó contratar al Endurance apostado en Puerto Stanley (sujeto a las operaciones del BAS y de inteligencia electrónica), recibiendo una lógica negativa.

En agosto de 1981 recibió un llamado del Ministerio de RR.EE. en Bs.As. a efectos de que explicase que contactos se hallaba realizando con los británicos.


Davidoff logra el apoyo de la Armada


Los funcionarios intervinientes, sabedores de las actividades de Davidoff desde la gestión del Dr. Camilión, decidieron apoyar sus planes teniendo en cuenta que la actividad comercial podía significar un antecedente favorable en la disputa que se mantenía con Londres por la soberanía en el archipiélago. Intervino en esas tratativas el Jefe del Departamento Antártida y Malvinas, Embajador Carlos Lucas Blanco, quien encabezó las gestiones con el Comando en Jefe de la Armada para apoyar a Davidoff mediante el empleo de buques de Transportes Navales, una línea marítima de fomento que navega en el Sur desde el siglo pasado y que eventualmente recalaba en las Malvinas o la Isla San Pedro con propósitos oficiales o comerciales.

Ulteriormente, el Estado Mayor Naval concibió una operación para cristalizar la aspiración institucional de realizar un acto de soberanía mediante un asentamiento en la Isla San Pedro, a similitud del realizado en el Grupo Thule de las Islas Sandwich del Sur en 1976. Con ese objeto formó, en Agosto de 1981, un grupo especial (científico-militar) de 15 hombres al que denominó Grupo Alfa -a cargo del teniente de navío Alfredo Astiz- con la idea de desembarcarlo al finalizar la Campaña Antártica en las Islas Georgias, asentarlo y fundamentar un acto de soberanía. La presencia de Davidoff con la intervención de Cancillería hizo cambiar el encuadre original respecto de la misión del grupo especial, ya que ahora se trataba de dar apoyo a una operación comercial privada, resolviéndose cooperar, aunque sin involucrar al Grupo Alfa, y trasladó a Davidoff y 6 personas más en el rompehielos ARA Almirante Irizar, que arribó a Puerto Leith, Isla San Pedro el 20 de Diciembre de 1981, en su ruta a las bases antárticas argentinas.

Davidoff permaneció 6 horas realizando el relevamiento, desembarcó más tarde en Ushuaia y se trasladó por vía aérea a Buenos Aires. El Grupo Alfa, en tanto, permanecía en Ushuaia en tareas de adiestramiento afectado a la Campaña Antártica.

Al llegar a Buenos Aires, Davidoff fue citado por la Embajada Británica -que había autorizado sus movimientos- donde se le observó el hecho de no haberse presentado en Grytviken para formalizar su entrada, siendo advertido -en forma cordial- de que la próxima vez no debía omitir ese trámite.

Es de hacer notar que Grytviken, lugar del asentamiento británico, se sitúa en una bahía más al Sur de bahía Stromness, lugar este último donde se hallan las factorías balleneras. Davidoff prometió colaborar, y preparó su expedición con los obreros que preveía trasladar en Febrero de 1982, esta vez en un buque de Transportes Navales, asumiendo los costos del viaje.



Cambio de gobierno en la Argentina


Poco antes de la Navidad de 1981, una nueva Junta Militar -máximo organismo político del Estado- se hizo cargo del gobierno en Buenos Aires, asumiendo el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri -Comandante en Jefe del Ejército- la primera magistratura del país. La Junta se integraba además con el Comandante en Jefe de la Armada, almirante Jorge Isaac Anaya y con el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, brigadier general Basilio Arturo Ignacio Lami Dozo.
Las causas del conflicto armado


El nuevo Canciller, el Dr. Nicanor Costa Méndez, fue instruido por el nuevo presidente para activar al máximo las negociaciones...

...tendientes al reconocimiento de nuestra soberanía en Malvinas, agregando que no se descartaban que se tuviese que llegar a algo más que la diplomacia.


La nueva Junta se reunió para tratar, entre otros, el problema de las Islas Malvinas el 5 de Enero de 1982 en el Edificio Libertad, sede del Comando en Jefe de la Armada, cuyo titular -el almirante Anaya- era un entusiasta propulsor de la idea de recuperar los archipiélagos. En la oportunidad se consideró la marcha general de las negociaciones con Gran Bretaña por el diferendo desde 1965, en especial su rigidez, la creciente influencia kelper en ellas y la presión pro-isleña en el Parlamento tendiente a incrementar las fuerzas militares en las islas, lo cual condujo a la Junta a la necesidad de adoptar una acción diplomática agresiva.

Obsérvese que los fundamentos de la toma de esa decisión eran hechos todos ellos orquestados y propulsados por el Lobby Falkland, no por el Foreign Office, y que constituyeron la causa del primer atisbo de endurecimiento de la posición argentina que condujo luego a la opción militar.

Respecto del traslado del grupo Davidoff a Georgias del Sur, la Junta resolvió que no se realizara antes de la ronda de negociaciones prevista para fines de febrero de ese año en Nueva York con los representantes del Reino Unido, "a efectos de no dar motivos a éstos para dificultarla."

Costa Méndez, cumpliendo con lo resuelto, entregó al embajador británico en Buenos Aires una propuesta para la reactivación de las negociaciones, que quedaron fijadas para fines de Febrero de 1982 en Nueva York. Al respecto, en la Cancillería el embajador Blanco elevó el día 8 de Enero un Memorándum al Subsecretario de Relaciones Exteriores, embajador Enrique J. Ros, donde planteaba que ante:

...un proceso que demuestra la falta de voluntad política británica para negociar sobre la soberanía, la delegación de la República a la rueda (de negociaciones) ...tenía instrucciones para plantear la necesidad urgente de negociar sobre soberanía en forma seria, concreta y profunda, sin ulteriores demoras ni intentos de eludir el objeto sustancial de las negociaciones... La iniciativa tendería a determinar de una vez por todas el grado de buena fe y la voluntad política británica para negociar y arribar a una solución...

De no aceptarse tal propuesta, la situación resultante probaría claramente esa falta de voluntad política y liberaría a la República para tomar cualquier decisión sobre el tema...

y permitiría contar eventualmente con la buena voluntad de parte de la comunidad internacional para contrarrestar la presión que movilizaría el Reino Unido, al colocar en mora a los británicos en lo que concierne a sus deberes ...conforme con los términos de las resoluciones de Naciones Unidas... la aceptación por la comunidad internacional de un eventual fait acompli, que sería presentado como única vía abierta para obtener satisfacción al reclamo argentino...y hacer un nuevo llamamiento a una negociación en términos esta vez más propicios.."


El documento concluía proponiendo escalar otras medidas, entre ellas "Llevar adelante las operaciones Davidoff y eventualmente Alfa", 
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poniendo de manifiesto la exasperación de los diplomáticos argentinos ante la indiferencia británica, y a prueba su imaginación para lograr romper esa situación que generaba la necesidad de recurrir a otro tipo de medidas.

El 12 de Enero en una nueva reunión, la Junta resolvió ordenar la planificación de la alternativa militar para el caso de fracasar las negociaciones, "teniendo siempre el propósito de lograr el objetivo político a través de un acuerdo", y formó una Comisión de Trabajo integrada por el general de división Osvaldo Jorge García, el vicealmirante Juan José Lombardo y el brigadier mayor Sigfrido Martín Plessl, quienes deberían cumplir su tarea dentro del mayor secreto.

El 2 de Febrero la Junta consideró que era conveniente detener las operaciones "Alfa" y "Davidoff" para no afectar las negociaciones; la oportunidad para llevarlas a cabo fue supeditada por la Junta al asesoramiento del Ministro de RR. EE.

Ello, no obstante, a fines de Febrero el titular de la firma "Islas Georgias del Sur" recibió un llamado de Transportes Navales con el aviso de preparase para zarpar el 11 de Marzo en el buque Bahía Buen Suceso, para lo cual debía alistar el personal y la documentación exigida por los británicos. El día 9 Davidoff cumplimentó el trámite, y dos días más tarde 41 obreros se embarcaron en el transporte naval con destino a los mares del Sur.

La Embajada Británica informó a Puerto Stanley que el buque probablemente llegaría a la Isla San Pedro el día 18 de Marzo, y de allí se radió la información a Grytviken, que la recibió el día 12, con la mención de los 41 obreros incluidos por Davidoff en la lista entregada a la Embajada.


"Manu Militari"


En la segunda quincena de Febrero el Presidente Galtieri le informó al Dr. Costa Méndez que se estaba analizando la posibilidad de una ocupación militar a las Islas Malvinas, aunque sin decisión tomada y sin fecha alguna de realización; tampoco se le encargaba apoyo diplomático para ello.
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Las conversaciones llevadas a cabo en Nueva York el 26 y 27 de Febrero solo arrojaron como resultado una "Propuesta de Reactivación" con un comunicado conjunto intrascendente, razón por la cual Costa Méndez consideró necesario emitir un comunicado ampliatorio el 01 de Marzo, el cual, aprobado por el general Galtieri (sin intervención de los restantes miembros de la Junta), fijaba la posición argentina, expresando:

La Argentina ha negociado con Gran Bretaña con paciencia, lealtad y buena fe durante más de 15 años, en el marco señalado    por las resoluciones pertinentes de la ONU, la solución de la disputa de soberanía sobre esas islas. El nuevo sistema constituye un paso eficaz para una pronta solución de esta disputa. Por lo demás, si esto no ocurriera, la Argentina mantiene el derecho de poner término al funcionamiento del mecanismo y elegir libremente el procedimiento que mejor consulte sus intereses".


La última parte del comunicado alertó al Gobierno Británico y motivó una protesta del embajador Anthony Williams en Buenos Aires, si bien la palabra "mecanismo" había sido empleada con sentido de negociación, según Costa Méndez. Como veremos, este comunicado tendría malas consecuencias para la causa argentina y fue el motivo por el cual la Primera Ministro Thatcher comentara el 3 de Marzo "debemos preparar planes de contingencia" y que el 8 le preguntara a su Ministro de Defensa, John Nott, en cuanto tiempo podían los buques de la Royal Navy ser desplegados a las Falkland".

El 09 de Marzo se conocieron algunos comentarios del Subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos Latinoamericanos de los EE.UU., Thomas Enders, quien se hallaba en Buenos Aires en vista oficial. Durante una entrevista en Cancillería con el Dr. Costa Méndez, al ser tratado el tema de la jurisdicción sobre las Islas Malvinas y las tratativas con Gran Bretaña, expresó textualmente hands off (manos afuera) en lo referente a la participación de EE.UU. en la disputa. Pero al disertar ese mismo día en el Centro Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), tuvo conceptos sobre el Atlántico Sur que pudieron mover a error a las autoridades argentinas:

Debemos cortar intentos que llegan desde afuera para proyectar el poder militar en el Continente Americano, que por dos siglos hemos procurado mantener lejos de la injerencia extranjera... Hay muchos países, incluso los EE.UU. y la Argentina que creen esencial que tengamos colectivamente los medios de proteger el Atlántico Sur según las circunstancias lo requieran.


Estas palabras, pronunciadas dentro del contexto del conflicto de los EE.UU. con la Unión Soviética, pudieron haber sido interpretadas en los círculos políticos y diplomáticos argentinos como un mensaje de apoyo de los EE.UU. en la cuestión Malvinas.

El Canciller y el Jefe del Estado Mayor Conjunto, el 15 de Marzo, recomendaron que la Operación Alfa debía suspenderse, lo cual al día siguiente fue ratificado por el Comité Militar -máximo organismo responsable de la conducción estratégica militar, formado por la Junta, el Canciller y el Jefe del Estado Mayor Conjunto-.

Ello excusa al Gobierno Militar de su participación deliberada en el acaecimiento del incidente Georgias. Pero la partida del buque de Transportes Navales con los obreros de Davidoff señala al titular de la Armada como responsable de haber permitido su trasladado a la Isla San Pedro, pese a lo resuelto por la Junta y el Comité Militar.


La isla de las sorpresas

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El Buen Suceso estuvo a la vista de las desoladas costas de las Islas Georgias el 17 de Marzo, reconoció los puertos de la bahía Stromness al día siguiente y el viernes 19 atracó en el abandonado muelle de Puerto Leith. No lo hizo en Grytviken ya que, por tratarse de un territorio reclamado por la Argentina, los buques de su bandera no enarbolaban pabellón ni recalaban en este último lugar.

Pero paradójicamente, las desoladas costas de Bahía Stromnness no estaban desiertas: 4 miembros del BAS estaban esperando el arribo del buque de cuya llegada habían sido notificados con anticipación por Puerto Stanley y la Embajada Británica en Bs.As., para controlar sus movimientos. Segun fuentes británicas (War in the Falklands, pág 68) (Robert Heatland, The Islands of South Georgia, pág. 244) los miembros del BAS se encontraron con el buque argentino "por pura coincidencia", "en forma casual" o lo "descubrieron descargando" (Lawrence Freedman, Señales de Guerra, pág. 81) lo cual no cuadra con la verdadera misión de la patrulla. En realidad lo estaban buscando, segun consta en el diario de la Base del BAS capturado por los argentinos el 3 de Abril al tomar la Isla: la patrulla había salido de King Edward Point (localidad próxima a Grytviken) el 18 de Marzo con el objetivo de visitar las estaciones balleneras de Leith, Husvik y Stromness -ya que ignoraban el destino preciso del Buen Suceso-, "para mantener observación por la presencia de argentinos" (14), justamente en los tres lugares previstos en el contrato entre Salvesen Ltd. y Davidoff para el desguace de las factorías balleneras...

El comandante del Buen Suceso -capitán Osvaldo Niella- debió realizar una riesgosa maniobra para atracar el buque al muelle, despejar éste de obstáculos allí abandonados y proceder luego a descargar los elementos de mayor volumen. La tripulación y los pasajeros descendieron y espontáneamente enarbolaron una bandera argentina en un viejo mástil, entonando las estrofas del Himno Nacional.
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De pronto, tres horas después del atraque, ya iniciada la descarga de material y como si hubiesen estado esperando ese momento, se presentaron tres miembros del BAS, pidieron hablar con el capitán y le hicieron un petitorio verbal indicando que se debía arriar la bandera, no alterar las señales (un tema trivial, ya que debían desplazarse para colocar el material pesado en el muelle), cargar los elementos ya descargados (lo cual era harto dificultoso) y trasladarse a Grytviken para realizar los trámites normales de entrada a la isla. Luego se retiraron y pernoctaron en las inmediaciones.

Es de hacer notar que en 1980 la firma Salvesen Ltd. había informado por expediente al gobernador de las Islas Malvinas y por extensión autoridad administrativa de las Islas Georgias del Sur del contrato firmado con Davidoff, en el cual le detallaba los alcances del documento y le expresaba:

Mucho le agradeceremos que ponga a disposición del Sr. Davidoff todas las facilidades que resulten razonables para permitirle, juntamente con su equipo, retirar los bienes que le hemos vendido..."


Ciertamente el empresario argentino no recibió facilidad alguna ni tuvo oportunidad de retirar una pizca de chatarra.

El capitán Niela consideró que el petitorio excedía no solo su factibilidad sino también sus atribuciones por lo cual procuró comunicarse con sus oficinas centrales en Buenos Aires para pedir instrucciones. La bandera había sido arriada del mástil y de manera alguna podía constituirse en un hecho inamistoso o imputable. No logró comunicarse y al día siguiente informó al contingente del BAS que no podía cumplir con lo requerido y que sus órdenes eran desembarcar en Puerto Leith. Los británicos presentaron esta vez un manifiesto escrito conteniendo siete imposiciones y se retiraron del buque.

Poco después un mensaje de Grytviken llegó a Puerto Stanley y desde allí fue radiado a Londres, informando que un grupo de civiles y militares (?) argentinos había invadido la Isla San Pedro, alterado las señales del muelle, enarbolado la bandera nacional, realizado disparos con armas de fuego, etc. En instantes esta información (adulterada por el BAS y por el gobernador Rex Hunt de las Islas Malvinas) fue manipulada por la prensa sensacionalista británica -dirigida por grupos de presión y no desmentida por las autoridades- y dejada a la libre interpretación de su público.

El Parlamento -por su parte- procedió a darle al hecho un tratamiento menos prudente del que es de esperarse de quienes tienen la responsabilidad de moderar las decisiones de los gobiernos y forjar el destino de las naciones. La reacción del gobierno británico, mesurada en su inicio, fue luego totalmente desmedida, fuera de contexto en las prácticas de las relaciones internacionales.

Deformación premeditada de la realidad, excesiva emocionalidad, escasa reflexión, extraños encubrimientos, insólitas coincidencias y sensacionalismo periodístico, conjugaron una situación prefabricada cuyos hechos originales, juzgados técnica y objetivamente, no debieron tener ninguna trascendencia como para conducir al colapso las relaciones entre el Reino Unido y la República Argentina. Racionalmente inexplicable, salvo que alguien deliberadamente lo hubiese previsto para que sucediese de esa manera.


Acción versus reacción


La respuesta de Londres no se hizo esperar y el 20 de Marzo (sábado) presentó una protesta mencionado que se hallaba sorprendido de que Argentina permitiera un hecho de "tal gravedad"
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en un momento "crítico" de las negociaciones y que el Foreign Office consideraba al suceso como "muy serio". La noticia sorprendió al Dr. Costa Méndez en su casaquinta ese fin de semana, pues creía que el viaje de Davidoff se hallaba suspendido.

La protesta formal británica era un mensaje con siete puntos que expresaban que los argentinos debían abandonar Puerto Leith, presentarse en Grytviken, no modificar las señales ni alterar las instalaciones del BAS, no desembarcar personal militar ni portar armas de fuego. Concluía con un "deseo": que se le contestara de inmediato.

La respuesta argentina tampoco se hizo esperar y en presentaciones del Embajador Blanco al Embajador Williams en Buenos Aires, y del Sr. Atilio Molteni (Encargado de Negocios de la Embajada Argentina en Londres) al Sr. Fearn (Director del Departamento América del Sur en el Foreign Office), en lenguaje sereno y cortés se explicitó: Que el buque abandonaría Leiht al día siguiente, al terminar la descarga; que no había ningún personal militar ni armas de guerra abordo y que se había faltado a la verdad en ese punto; que fue necesario mover elementos que había en el muelle para permitir la descarga; que el contrato de Davidoff era conocido y estaba autorizado por Gran Bretaña; que los hechos de Georgias no tenían significación o importancia; que no había razón alguna para que influyesen en las negociaciones; y que se debía recordar que la República Argentina reivindicaba a las Islas Georgias como territorio propio.

Williams interpretó la esencia del mensaje y prometió colaborar.

El día 21 de Marzo (domingo) el Señor Fearn hizo saber al Sr. Molteni que su gobierno estaba satisfecho con las explicaciones recibidas, que confiaba en que el Buen Suceso dejaría las islas el día 22 y que esperaba en que estos hechos no se repitiesen.

Pero en esos momentos, el Vicecomodoro Roberto Gamen, representante del gobierno argentino en Puerto Stanley, informaba que las oficinas de Líneas Aéreas del Estado (LADE) -encargada del servicio aéreo de las islas- habían sido violentadas hallándose en su interior una bandera británica sobre la bandera argentina con la leyenda tit for tat - buggers, que manifestantes del grupo antiargentino habían protestado frente al local el día anterior. El mensaje se completaba con la información de la zarpada del Endurance con destino probable Georgias a las 09.00 hs. Este acto poco conciliatorio -teniendo en cuenta la obra de LADE en favor de los kelpers- atribuido a la FIC y su grupo antiargentino por los sucesos en la isla San Pedro, incitó a la toma de posición tanto de isleños como británicos, sin esperar la postura oficial del gobierno británico ni respetar la actitud prudente de su diplomacia.


Una extraña coincidencia


Mientras los hombres de Davidoff se preparaban para el desembarco en Puerto Leit, el 20 de Marzo de ese mismo año ocurría en el Océano Indico un hecho aparentemente sin conexión con los sucesos narrados. Se trataba de la llegada a Port Luis, capital del archipiélago de Mauricio, de un grupo de funcionarios británicos con un portafolio "repleto de libras esterlinas".

El objetivo era acallar las protestas de un grupo de ilois, habitantes de la isla Diego García -perteneciente al archipiélago- de donde habían sido expulsados en 1968 -esta vez sin tener en cuenta sus más mínimos deseos, voluntad o intereses- pues los británicos habían arrendado la isla a los EE.UU. a efectos de que se construyese allí una gran base aeronaval que los estrategas del Pentágono consideraban necesaria para contrarrestar la presencia de una poderosa flota de la ex-Unión Soviética en el área. Pero una cláusula reservada establecía que Diego García debía ser entregada sin sus pobladores, unos 1800 ilois, en su gran mayoría de raza negra descendientes de africanos del Este. Por supuesto los isleños se opusieron abierta y fútilmente a esta erradicación.

Los mauricianos observaron con desconfianza y sorpresa el interés y urgencia de los funcionarios de Su Majestad en solucionar este problema, ya que los reclamos se habían iniciado hacía más de una década. Al ofrecerles pagarles a los 1800 damnificados la suma de tres millones de libras esterlinas en total, los ilois se negaron en principio, pero negociaron finalmente por un monto aproximado a los cinco millones de dicha moneda.

La explicación de estos hechos en la fecha mencionada -20 de Marzo- puede ser una extraña coincidencia, pero resulta más atinado considerar que se trató de un paso calculado de la diplomacia británica, ya que el principal argumento para rechazar la aspiración Argentina de la transferencia de soberanía ha sido -y sigue siendo- respetar la voluntad de los isleños. Cosa que por cierto no hicieron ni en 1833 con los habitantes de Puerto Soledad, ni en con los mauricianos, hasta la fecha mencionada, seguramente no por una mera cuestión "de los más puros principios", como la Sra. Thatcher pontificara enfáticamente.


Marines en acción


En las Malvinas, por entonces, el gobernador Hunt, el capitán del Endurance Nicholas Barker y Lord Buxton -par del Reino de visita en Stanley, viejo entusiasta de la zona y de la presencia de los buques de su Majestad en esos mares- habían evaluado que el incidente era una estratagema de la Armada Argentina para establecer un contingente permanente en la Isla San Pedro, ya que tanto el Irízar como el Buen Suceso habían realizado la navegación a las Georgias en un sospechoso "silencio de radio" , pues al parecer los sistemas electrónicos del Endurance no habían captado mensaje alguno del buque argentino.

Por recomendación de Hunt a Londres, el Endurance el 21 de Marzo a las 08.00 hs embarcó veintidós marines estacionados en Puerto Stanley, y zarpó con la misión de dirigirse a Puerto Leith y expulsar a los obreros argentinos. Al hacerlo, generaron el primer acto de agresión mediante el empleo de la fuerza de todo el conflicto, hecho así percibido por el Gobierno Argentino al que influyó en su toma de decisiones.

El lunes 22 Molteni se entrevistó en el Foreign Office con el Sr. Fearn, y luego de aclarar la cuestión en su exacta dimensión, se llegó a la conclusión de que se trataba de un silly problem (problema tonto) que era necesario superar. En tono conciliatorio, Fearn expresó que daría a conocer un comunicado de prensa para evitar el manejo inapropiado de la información, que su gobierno daba el incidente por superado y no le otorgaba relevancia una vez que el Buen Suceso hubiese abandonado las islas con el personal abordo. Molteni le informó que sabía de la partida del buque, pero que "no tenía información relativa a lo sucedido con el personal".

El Comunicado de Prensa del Foreign Office titulado "Desembarco Ilegal Argentino en Georgias del Sur", señalaba que el Comandante del BAS en Georgias había reportado que el 19 de Marzo un grupo comercial argentino desembarcado por un buque de Transportes Navales había establecido un campamento en Puerto Leith, sin la debida autorización de la autoridad británica. Se había izado una bandera argentina, habiendo sido requerido por el BAS de abandonar de inmediato el lugar y de obtener los permisos correspondientes.
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Agregaba que se había pedido aclaración a las autoridades argentinas acerca de este hecho, las que informaron que el buque había partido el 21 de Marzo. Al conocer este contenido, la Cancillería Argentina señaló en un Comunicado de Prensa que el buque de transportes navales realizaba normalmente navegaciones a los puertos del Sur -incluyendo Puerto Stanley- en cumplimiento de contratos comerciales.


Aparece el cuarto poder


Esa misma tarde el vespertino The Standard publicó que las Islas Falkland habían sido invadidas por un grupo ilegal argentino que había enarbolado una bandera argentina en Georgias del Sur, y que ante una protesta del gobierno británico se habían retirado el día 21. Señalaba la advertencia del Comunicado Ampliatorio del 01 de Marzo de la Cancillería Argentina de recurrir "al procedimiento que mejor consulte sus intereses" para resolver la disputa por las islas.

El 23 de Marzo por la mañana los diarios de Londres se explayaron ampliamente sobre el incidente. 
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The Times, The Guardian, Financial Times, Daily Telegraph, The Standard, Daily Express, Daily Mail, y el Herald Tribune, lo referían en términos de "invasión", "desembarco ilegal", "irresponsable acción argentina", "izamiento de la bandera argentina", "afectación de la soberanía británica", así como lo referido a la advertencia argentina del 01 de Marzo. Mencionaban además que "el grupo argentino había partido".

Como si esto fuera poco para el tratamiento mesurado del problema, resultaron realmente alarmantes las noticias publicadas por la prensa originadas en Withehall (Ministerio de Defensa británico) y en algunos miembros del Parlamento, en particular Sir John-Biggs Davidson, del Partido Conservador, quien apostrofó que se trataba de "un acto provocativo de agresión", mientras que Sir John Stokes protestaba señalando que "el desembarco del grupo argentino tiene las más graves implicancias". Pero los más gruesos adjetivos al calificar el incidente partieron de esferas militares al señalar que el izamiento de la bandera era un "flagrante e intolerable incidente", que el desembarco había sido visto como "una seria violación de la soberanía británica" y que la preocupación de Whitehall consistía en que el incidente era una "provocación planificada" derivada del aumento de tensión entre ambos países de inicios de mes, agregando "No hay seguridad de que no repetirán el ejercicio, tal vez en mayor escala". (Daily Telegraph, pág. 4).

El mismo artículo a continuación hacía referencia al próximo retiro del Endurance y que no se había previsto su reemplazo. (Daily Mail, pág. 4), en una velada crítica a la decisión gubernamental de disminuir parte de su flota de mar y de llevar agua al molino de la Royal Navy.

Pero no había prácticamente una sola mención referida al incidente de las oficinas de LADE en Puerto Stanley. Ninguna voz mesurada se dejó escuchar en los responsables círculos de información de Londres señalando la esencia intrascendente -hasta entonces- del incidente con los obreros de Davidoff. Voces airadas se levantaron contra el Foreign Office reclamando la presencia de Lord Carrington para exigir explicaciones.

Esa misma tarde el BAS informó a Londres que si bien el buque había partido, quedaba en tierra un pequeño contingente de hombres, lo que fue informado por el Sr. Richard Luce del Foreign Office al Parlamento, donde se suscitó un debate de alto contenido emotivo y de fuerte sentido crítico hacia el gobierno británico, reclamando una enérgica respuesta a la Argentina, cuestionando el retiro del Endurance y enjuiciando la posición negociadora del Reino Unido en Nueva York, en un actitud de inusitada belicosidad.

Y aún faltaba lo peor, pues se ignoraba que, si bien el Buen Suceso había zarpado, 
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los 40 obreros de Davidoff permanecían en el lugar. La silly question -sin cambiar su esencia- se estaba transformando en un casus belli, constituyéndose en una grave preocupación para el gobierno argentino.

A las 18.00 hs de Londres, el Sr. Fearn convocó al Sr. Molteni para comentar la actitud del Parlamento, que se le presentaban serios problemas pues pese a sus esfuerzos la prensa había sobredimensionado los hechos en la isla y que un grupo de unas 10 personas aún permanecían en Puerto Leith, por lo cual el gobierno no había tenido otra alternativa que ordenar su evacuación a Puerto Stanley pues su presencia era considerada como una ocupación ilegal; que se exigiría prudencia al capitán del buque y que el asunto no había sido mencionado en el Parlamento; concluyó en que la Argentina había incumplido el trato al permitir que los obreros permanecieran en tierra.

El Sr. Molteni le contestó que había estado en el Parlamento y conocía su emotiva reacción lo cual también podía suceder en la Argentina; que la situación de los obreros era legal siendo un error proceder a su evacuación, y que si el Endurance los evacuaba podía producirse consecuencias imprevisibles por ser un acto lesivo para la República Argentina.

Luego de sendas consultas, ambas representaciones diplomáticas recibieron instrucciones en el sentido de continuar con las negociaciones para evitar males mayores. Es decir que los organismos oficiales específicos y responsables de las relaciones exteriores de ambos países, así como sus gobiernos, no deseaban la escalada del incidente ni lo utilizaban, a esa altura de los acontecimientos, con propósitos ulteriores ocultos.

El Dr. Costa Méndez se reunió con el Embajador Williams en Buenos Aires, mientras que en Londres a las 20.30 hs. se realizó una nueva reunión entre Fearn y Molteni. Luego de conocer lo informado por Williams y el mensaje de Costa Méndez en el sentido que deseaba continuar negociando pero que se debían evitar reacciones duras, Lord Carrington resolvió: ordenar al Endurance que se dirija a Grytviken a esperar instrucciones; solicitar al gobierno argentino que envíe al Buen Suceso a evacuar a los obreros  de Leith; dejar sentado que debido a la fuerte presión política y periodística que se ejercía sobre el Foreign Office en Londres esperaban una urgente decisión de Buenos Aires; y que Lord Carrington haría todos los esfuerzos posibles a fin de evitar el agravamiento de la situación.

Costa Méndez interpretó la esencia del pedido y prometió colaborar.

Pero tal vez ya era demasiado tarde: la Junta se hallada sumamente alarmada por el desarrollo de los acontecimientos, la city londinense era un hervidero y los sucesos estaban escapando al control y buenas intenciones de los gobernantes de ambos países.


Hora de decisiones


Mientras la Cancillería desarrollaba una febril actividad, ese día 23 de Marzo a las 09.30 Hs. se reunió el Comité Militar en el Comando en Jefe de la Armada -sin la presencia del Dr. Costa Méndez, quien se sumaría más tarde- para considerar la cuestión de Puerto Leith. En el plano diplomático instruyó al Canciller a efectos de continuar y prolongar las negociaciones con el Embajador Williams, hacerle saber que si Gran Bretaña se disponía a evacuar los obreros argentinos la actitud podría acarrear graves consecuencias, y procurar llevar el tema a la ronda de negociaciones por las Islas Malvinas.

En los aspectos de planeamiento, se resolvió dar el nombre de "Azul" a la operación para la eventual ocupación de las Islas Malvinas incorporando la alternativa Georgias a su plan -lo cual no había sido contemplado hasta ese momento-, y aprobó la Directiva Estratégica Nacional con su Plan de Campaña esbozando la planificación para la recuperación de las Islas Malvinas que apresuradamente había redactado la Comisión de Trabajo.

La Junta se hallaba alarmada por la exageración que se había dado en Londres al incidente, así como por la actitud británica y las intenciones ocultas que podrían motivarla, siendo evidentes dos temas que le resultaban particularmente preocupantes: la intención de no negociar el futuro de las islas y la previsión de mantener una presencia naval importante en el área. Los cables provenientes de Londres dando cuenta de las noticias del día 23 no era por cierto alentadores: 
Las causas del conflicto armado
El Daily Telegraph mencionaba en su primera plana "barcos liquidados (previstos para desguace) navegaban para echar a los intrusos"; The Guardian: "Gran Bretaña envía la Flota Real" y otras noticias que daban cuenta del envío del Endurance para evacuar a los obreros, siendo este último medio el único en mencionar brevemente el incidente de las oficinas de LADE en Puerto Stanley.

La Cámara de los Lores consideró el asunto por primera vez el 23 por la noche dándole un enfoque desprovisto de ribetes sensacionalistas y más equilibrado en su tratamiento, pero la importancia que le asignó estuvo dada por la presencia del ex-Primer Ministro Callaghan y el jefe alterno de la oposición, Mr. Denis Healey, en los debates.

El 24 a la mañana se conocieron en Buenos Aires las declaraciones del Sr. Luce la noche anterior en la Cámara de los Comunes, que sorprendieron por su dureza: compromiso del gobierno británico para defender a los isleños y sus territorios con toda su capacidad; respetar los deseos de los isleños, no aceptar ningún cambio sin su consentimiento; y el envío de una fuerza al área, además del Endurance.

A ello se agregaron las noticias provenientes de Punta Arenas anunciando la salida del RRS Bransfield hacia Malvinas y la zarpada desde Montevideo del buque BAS RRS John Biscoe trasladando a Stanley 42 infantes de marina. 
Las causas del conflicto armado
Si bien ambos buques no tenían significación en términos de poder naval, podían transportar tropas, lo cual, sumado a las últimas declaraciones en la Cámara de los Comunes, configuraron el segundo hecho de agresión al hacer uso específico y declarado de la fuerza.

Con una clara percepción de la gravedad de la situación, el Comité Militar deliberó nuevamente el día 24 con la presencia del Jefe del Estado Mayor de la Armada, el Jefe 2 de Inteligencia Naval y el Jefe 3 Operaciones. Se dispuso enviar a la Isla San Pedro de inmediato el buque de transporte Bahía Paraíso -que se hallaba afectado a la Campaña Antártica abasteciendo al observatorio argentino de las Islas Orcadas del Sur-, no evacuar los obreros y desembarcar el Grupo Alfa del Bahía Paraíso para protegerlos e impedir su eventual evacuación en el Endurance. En caso de que ello ocurriese, estudiar la posibilidad de interceptarlo con las corbetas Drumond y Granville, lo cual fue luego desestimado para "no dar pie a un incidente bélico".

Este último hecho, si bien daba la pauta de que la Junta no deseaba iniciar las hostilidades, en la misma reunión resolvió con urgencia y apremio que el día 26 se expusiera ante el Comité Militar los planes para la toma de las Islas Malvinas y la fecha más temprana y aceptable para realizar la Operación "Azul", lo cual produjo "el primer indicio visible de que se estaba pensando recuperar "... las Islas Malvinas en una fecha adelantada con respecto a las previsiones hechas hasta ese momento...".

Las tratativas continuaron los días 24 y 25 de Marzo, mientras la prensa británica continuaba empleando titulares con dimensión de catástrofe para referirse al incidente. En la Cámara de los Comunes el Secretario de Defensa informó que en el futuro las islas serían apoyadas por la Royal Navy mencionando incluso la posibilidad de formar una OTAS (Organización del Tratado del Atlántico Sur) dada la importancia estratégica de la región.

Una moción presentada en los Comunes comenzó a reunir una cantidad preocupante de adhesiones, solicitándose al gobierno de Su Majestad que declarara en forma inequívoca que la soberanía en las Islas Falkland no sería transferida a ningún gobierno extranjero a menos que así lo pidiesen los isleños, y que se mantuviese en el área una fuerza naval lo suficientemente fuerte como para repeler cualquier intento de anexar esa colonia británica por parte del gobierno argentino.

En Buenos Aires la empresa "Islas Georgias del Sur" presentó una nota al embajador británico, en la cual le recordaba la génesis de su contrato y la legalidad de sus procedimientos, al par que con la firma de su apoderado Juan Carlos Olima publicó un comunicado de prensa haciendo pública dicha nota y la relación puramente comercial con la firma Salvesen, todo ello con pleno conocimiento y autorización de las autoridades británicas.

En Londres el Comodoro Frow -miembro activo y visible del Lobby Falkland- instaba a militarizar las islas mientras en el Parlamento tomaba cuerpo la política de mano dura para con las pretensiones argentinas, mientras se criticaba la "mano blanda" del gobierno.

Estas noticias, ampliamente comentadas por la prensa argentina, produjeron a los integrantes de la Junta la intensa emoción que se experimenta ante la urgencia y la necesidad de tener que adoptar decisiones trascendentes. Sin que hubiesen aún tomado conciencia de ello, se encontraban antes las características esenciales que producen las situaciones de crisis: reacción sorpresiva del oponente, percepción de una clara amenaza, urgencia para la acción propia e inaceptables consecuencias de la inmovilidad.


Decisión apresurada


El 26 de Marzo de 1982 a las 19.15 Hs. se reunió en el Edificio Libertador -sede del Comando en Jefe del Ejército- el Comité Militar. Los tres comandantes en jefe ingresaron a la sala de sesiones sin que sus rostros adustos denunciasen que algo muy especial se iría a tratar en la oportunidad. 
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Sin embargo, la agenda incluía la alternativa -mantenida en el máximo secreto desde hacía unos 3 meses- del eventual empleo del poder militar como una forma de reaccionar ante la agresión británica por lo sucedido en Puerto Leith y Londres.

La Junta se vio urgida por los informes que denunciaban la intención británica de incrementar la presencia naval en el Atlántico Sur. Esta suposición se originó por las noticias del envío del submarino nuclear Superb de patrulla en el Mediterráneo y de infantes de marina embarcados en el buque polar Endurance, surto en Puerto Stanley para expulsar a los obreros argentinos de la Isla San Pedro. Los comandantes en jefe consideraron además el total estancamiento en que se hallaban las conversaciones diplomáticas que se mantenían entre ambos gobiernos desde 1965 al amparo de las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas, lo cual se constituía en otra motivación para la reacción argentina.

La intención no era -ciertamente- dejar sin efecto las negociaciones o desembocar en enfrentamiento bélico con una potencia mundial, sino negociar desde una posición de fuerza y evitar que los archipiélagos fuesen militarizados, lo que haría mucho más dificultosa su recuperación. El plan que se había elaborado no tenía fecha precisa de ejecución ni era una previsión normal de los estados mayores respecto de las hipótesis de conflicto o de guerra de la Nación. Se había determinado que en caso de ser necesaria su activación, de manera alguna las Fuerzas Armadas podrían estar en condiciones de cumplirlo antes del 15 de Mayo de ese año, y ello suponiendo una alerta mínima de 15 días.

La Junta consideró los posibles modos de acción que se le presentaban: Continuar las negociaciones; denunciar el caso ante el Consejo de Seguridad de la ONU; o adoptar una acción más enérgica (ocupar las islas).

Consideraron que la primera opción no era garantía alguna para evitar el aumento de la presencia naval británica ni aseguraba las mínimas aspiraciones argentinas; la segunda tenía pocas posibilidades de éxito ya que el Consejo de Seguridad difícilmente se convocaría para considerar una amenaza de estas características; el tercer modo de acción fue considerado por la Junta como el más propicio para obligar a negociar con seriedad al Reino Unido, y no como lo había hecho hasta entonces.

La presencia de los integrantes de la Comisión de Trabajo y del General Mario Benjamín Menéndez -designado como futuro gobernador de las Islas Malvinas-, preanunciaba la decisión que finalmente se adoptaría. El Canciller asesoró que "no había una opción mejor que la ocupación de Malvinas, para negociar luego inmediatamente".

En realidad, los hechos de las Islas Georgias habían puesto a la Junta ante una crisis con engañosas opciones: recuperar las Islas Malvinas antes del arribo de los buques británicos, o renunciar por un largo tiempo a cualquier posibilidad de modificar el curso de las negociaciones. Al no considerar la posibilidad de minimizar el incidente para evitar la reacción del adversario -la opción más prudente- cometieron el error primigenio del conflicto que favoreció los planes ocultos de los verdaderos enemigos de las aspiraciones argentinas.

Se resolvió que, por razones tanto políticas como militares, la operación debería estar concluida en los primeros días de Abril de manera de lograr la sorpresa indispensable para su éxito. Ello requería que el secreto fuese mantenido hasta último momento y que fuese totalmente incruenta, a efectos de atenuar la probable reacción británica. Se dieron instrucciones al canciller Costa Méndez quien comunicó al embajador Williams que los trabajadores no serían evacuados de Leith y que no se permitiría su retiro por la fuerza.
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La buena voluntad del Foreign Office quedó evidenciada al aceptar una sugerencia del Canciller en el sentido de sanjar la situación enviando o trasladando los obreros hasta Grytviken para que cumpliesen con el formulismo de su entrada legal a la isla. según el Dr. Costa Méndez (textual):

Ellos habían comprometido con el Parlamento la salida de los obreros de Leith. Entonces van a Grytviken y vuelven.

Lo que querían era anunciarlo. Es decir, ellos salvan el escrúpulo, más que el escrúpulo, la comedia".


De cualquier forma, de haberse adoptado este procedimiento era altamente improbable que Lord Carrington hubiese logrado aplacar a los halcones de la city londinense, que ya presentían a la "presa" entre sus garras.

Evidentemente, como Sir Ernest Shackleton en 1832, la expedición de Davidoff había desembarcado en la Isla San Pedro en un lugar inconveniente.

Pese a que el grado de alistamiento de las FF.AA. argentinas distaba de ser el óptimo a esa altura del año, la operación de recuperar las Islas Malvinas -denominada "Azul" y luego subtitulada "Rosario"-, se cumplió con todo éxito el 2 de Abril de 1982. Pero la reacción del gobierno británico, no evaluada correctamente, habría de jugar un rol esencial y totalmente diferente de lo esperado por la conducción política argentina. Londres fijó como objetivo político, el mantenimiento y administración de los territorios coloniales, y como resolución estratégica-militar, recuperar las islas mediante el envío de una poderosa fuerza de tareas que respondería a la ocupación incruenta argentina, con la más violenta acción militar.

Esta decisión convirtió la maniobra argentina en un impromptu estratégico.

Definitivamente: los conductores argentinos se hallaron ante factores decisivos, a los que se sumó luego el rumor del envío de un submarino nuclear al área. Esta información resultó básica para justificar la decisión que adoptó la Junta de recuperar las islas a la mayor brevedad, pues una operación naval de superficie hubiese sido impracticable con un submarino nuclear en la zona.

La Agencia ITN difundió esta última falsa noticia -inducida por el Servicio de Inteligencia Naval Británico- de que el submarino nuclear Superb había sido despachado al Atlántico Sur desde Gibraltar el 25 de Marzo. La filtración fue considerada útil por el Ministerio de Defensa, que no la desmintió. Lord Carrington expresaría luego que esa no fue intención del Foreign Office, y ello era verdad, pero había otros intereses que propugnaban lo contrario, en particular de la Royal Navy: quien hizo correr la información aludida tenía justamente la intención oculta de lograr ese resultado, tal como lo manifestó Sir Frank Cooper, Subsecretario de Defensa, ante un comité del Parlamento:

Me pareció que era un episodio sumamente útil, porque esto seguro que los argentinos pensaban que el HMS Superb había salido para las islas Falkland...


Tan útil fue que se convirtió en uno de los hechos decisivos para la determinación de la Junta.

Se adoptaron las siguientes resoluciones:

1º) Instruir al Canciller para que demorase la respuesta a Gran Bretaña y el desarrollo de las negociaciones.

2º) Ejecutar la Operación Azul el 1º de abril, alternativamente el día 2 o 3 de dicho mes. Se precisó la necesidad de que fuese incruenta y que el último plazo para detenerla era el 31 de marzo a las 18.00 Hs.

Al respecto, en "Informe Rattenbach" se expresa taxativamente:

Este hecho (el incidente Georgias del Sur) se transformó en el elemento desencadenante del Conflicto del Atlántico Sur, al producir una reacción británica considerada exagerada, y precipitar la decisión de la Junta Militar de adelantar la Operación Azul.


Las órdenes fueron impartidas y el 28 de Marzo la Flota de Mar se aprestó a zarpar para la inédita tarea de recuperar las Islas Malvinas, si bien muy pocos de ellos lo sabían en esos momentos. Del lado británico, el almirante Sir John Fieldhouse -Comandante en Jefe de la Flota- que se hallaba en Gibraltar desde el 25 de Marzo realizando una visita a los buques afectados al ejercicio Springtrain en aguas del Mar Mediterráneo, recibió la orden de regresar al Cuartel General en Northwood, Middlesex. Al respecto manifestó:

Antes de abandonar Gibraltar, ordené al comandante de la Primera Flotilla, contraalmirante John Woodward, prepararse para destacar una agrupación adecuada de buques, pertrecharse y estar listo para marchar al Atlántico Sur, en caso de que fuese necesario.


En los días ulteriores no se produjeron variantes importantes de la situación en ninguno de los dos países, mientras las noticias provenientes de Londres indicaban un endurecimiento de la posición británica. El mensaje de Lord Carrington en la Cámara de los Comunes resultaba lapidario para las aspiraciones argentinas:

No tenemos dudas de la soberanía británica en las Islas Falkland y Georgias. Mantenemos la posición que la presencia de ciudadanos argentinos en las Georgias sin autorización no es aceptable...

La noticia ganó la calle y los medios se hicieron eco de la salida del Fort Austin y otros buques hacia la zona de conflicto. En EE.UU. el New York Times recogió estas noticias y las publicó junto con el discurso de Lord Carrington ante el Parlamento.

El endurecimiento de la posición británica se hacía evidente, pero la evaluación acerca de qué hacer en caso de que los argentinos recuperaran las islas era de serias dudas respecto a la capacidad británica de neutralizar una invasión.

Según el Almirante Woodward, esta opinión era compartida entre otras, por: la Armada de los EE.UU., que consideraba la recaptura de las islas militarmente imposible; el Ministerio de Defensa británico, que calificaba la idea como sumamente riesgosa; el Ejército británico, por considerarse mal informado y falto de una relación de fuerzas apropiada en efectivos terrestres; la Fuerza Aérea Británica, dado su escaso rol por las largas distancias involucradas y la chance de no sobrevivencia de una flota ante una fuerza aérea; y John Nott, Secretario de Estado de Defensa.


Los planes ocultos de la Royal Navy


El Reino Unido emergió de la 2a Guerra Mundial desprovista de su condición de potencia hegemónica, con su gran imperio colonial en extinción y ante el advenimiento de las armas nucleares. 
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Londres protagonizó discusiones acerca del papel que debían jugar las armadas en un esquema moderno de defensa, en especial la vigencia de los costosos portaaviones y sus flotas de apoyo ante sistemas de armas como el Trident D 5, misil balístico con cabeza nuclear lanzado desde submarinos, o bombarderos estratégicos como el viejo Vulcan B-2 o el más reciente Tornado GR-1, también portadores de armamento atómico y misilístico.

Hacia 1980 los portaaviones Hermes e Invincible de la Royal Navy, así como el Ilustrious -que se hallaba en construcción- trataban de ser justificados por el Almirantazgo como plataformas de helicópteros antisubmarinos y de aviones de ataque de despegue vertical como el Sea Harrier, en el nuevo rol antisubmarino que la OTAN había adjudicado al Reino Unido. En 1981 el secretario de defensa John Nott, por encargo del gobierno de la Sra. Thatcher, publicó su propio Libro Blanco -a similitud del de su antecesor Denis Healey en 1968- en el cual explicitaba que el rol antisubmarino podía ser realizado más económicamente por destructores y fragatas, poniendo además en tela de juicio la existencia de la fuerza anfibia de desembarco liderada por los buques de asalto HMS Fearless e Intrepid.

Para desmayo de la Royal Navy, se iniciaron gestiones para desactivar, además de estos dos buques, la fuerza de portaaviones (el Invincible fue ofrecido a Australia, el Hermes fue destinado a chatarra o a la venta de algún país de tercer orden y se buscaba un cliente para el Ilustrious), mientras que la primera nave a ser alcanzada por las reducciones era nuestro conocido Endurance, que habría de ser radiado de servicio en Septiembre de 1982.

Pero el Alto Mando Naval Británico encabezado por el Primer Lord del Almirantazgo, Sir Henry Leach, tenían una opinión -y un plan- totalmente opuesto a esa perspectiva y compartía un amargo sentimiento en esferas navales ante la amenaza de que los políticos desmantelaran la Royal Navy, ese "supremo emblema del Imperio", por la pronta baja de los portaaviones de su inventario, la fuerza anfibia, nueve destructores y fragatas asi como reducir hasta 10.000 hombres sus efectivos. Era conminar a la vieja Armada Imperial a una dimensión que no había conocido en muchísimo tiempo. Como textualmente lo expresó ante esta perspectiva el contraalmirante Woodward: "Me resulta muy difícil describir cuan angustiados y contrariados todos nosotros nos sentíamos".

Lógicamente, el Secretario de Defensa Nott no disfrutaba de muchas simpatías en esta fuerza. Pero el día para hacer valer los viejos pergaminos de la Royal Navy había llegado. El 31 de Marzo la Primera Ministro convocó su gabinete a una reunión de emergencia en la Cámara de los Comunes para tratar la alarmante información de inteligencia dando cuenta que la Armada Argentina se había hecho a la mar con un casi seguro objetivo: las Islas Falkland. La Sra. Thatcher se hallaba también y por primera vez ante la situación de crisis más dramática que le depararía su cargo: si la Argentina tomaba las islas -lo cual era prácticamente imposible de evitar- su gobierno se vería ante dos imperiosas opciones: renunciar, o recuperarlas, y en este último caso la gran cuestión era "¿cómo?".
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En ese momento el Almirante Leach se sumó a la reunión. El diálogo que se suscitó entonces resultó tremendamente revelador para comprender dónde se hallaba el embrión generador y el interés movilizador para que dos naciones resultaran inducidas a una guerra. Con sus propias palabras la Sra. Thatcher relata ese momento:

Primer Lord del Almirantazgo, si esta invasión se produce, ¿qué podemos precisamente hacer?" Jamás olvidaré la absoluta serenidad y confianza de su respuesta: `Puedo preparar una fuerza de tareas conjunta con destructores, fragatas, buques de desembarco y naves de apoyo`, me contestó. `Estará liderada por los portaaviones Hermes e Invincible. Puede estar lista para zarpar en 48 horas`".


El diálogo subsiguiente a la respuesta de Sir Henry Leach haría que la Primera Ministro llenara de alabanzas a su cúpula naval:

¿Y qué necesita Ud. para hacerlo, First Lord? "

Que Ud. lo ordene, my Lady".


El propio almirante Sandy Woodward, exultante, relata en su libro acerca de aquel momento que John Nott:

...salió pálido de la reunión cuando Sir Henry (Leach) agradeció brevemente a     la Primera Ministro y se retiró...no tengo ninguna duda que el Secretario de Estado para la Defensa captó que había perdido algo más que una batalla en esa reunión aquella noche. Le debió resultar perfectamente claro que Sir Henry había aprovechado la oportunidad al exponer el desatino de cortar masivamente los efectivos de la Royal Navy..."


Indudablemente la respuesta del Almirante Leach transmitía la calma y la seguridad propias de aquél que no solo esperaba por ese momento, sino de quien tenía todo perfectamente planificado y los buques listos para la tarea. Para la Primer Ministro, significaba cambiar el rol de la crisis: de tabla que la conducía al abismo, se convirtió en trampolín para proyectarla al estrellato político.

De hecho, la Task Force inició el despliegue de sus buques al Atlántico Sur con un preaviso imposible de explicar para los especialistas en planificación militar: a los EE.UU. la invasión de Panamá en diciembre de 1989 le llevó 75 días de planeamiento previo (40), 
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pese a disponer de bases con 30.000 hombres en el corazón mismo del pequeño país centroamericano, a solo 5 hs. de vuelo de Washington. La Task Force inició un despliegue de más de 10.000 hombres y 100 buques, algunos próximos a ser radiados de servicio, otros requisados de la marina mercante, en menos tiempo de lo que le llevó a EE.UU. prever la operación Urgent Fury para la ocupación de la pequeña isla de Grenada, en 1983.


Conclusiones del Pearl Harbor del Atlántico Sur


El incidente se originó al desembarcar personal civil argentino en la Isla San Pedro, izar en forma espontánea el pabellón argentino y no cumplimentarse los requisitos de inmigración exigidos por las autoridades británicas, pese a estar amparados por un contrato comercial. Ninguno de estos actos, en forma aislada o conjunta, tenía entidad suficiente para llevar a los dos países al enfrentamiento bélico, pero, de hecho, al ser prendidamente magnificados, produjeron el desencadenamiento del conflicto. Ello se debió al manipuleo insidiosamente planificado para provocar una exagerada reacción británica la cual precipitó la decisión de la Junta Militar de invadir las Islas Malvinas.

Estos hechos permiten asumir que la Operación Davidoff, concebida originariamente como un acto comercial y legal de orden privado, procuró ser aprovechado por la Argentina con fines políticos limitados, (realizar un asentamiento en la isla) y por el Lobby Falkland para satisfacer intereses sectoriales, ya que:

1º) Ciertos estamentos superiores de la Cancillería y de la Armada Argentina pensaron en utilizarlo como fundamento de presencia física en las Islas Georgias con vistas a apuntalar reclamos de soberanía. La Junta Miliar, hallándose en curso las negociaciones para recuperar las Islas Malvinas, subordinó este propósito principal al hecho coyuntural secundario. El incidente Georgias hizo adoptar a la Junta la decisión apresurada de recuperar las Islas Malvinas por la fuerza, favoreciendo los designios de los grupos de presión británicos.

2º) En Gran Bretaña se observaron dos posiciones diferentes: el Foreign Office, con una actitud mesurada y negociadora, por una parte; y un grupo de interés conformado por la Falkland Islands Company, el Lobby Falkland, el British Antartic Survey y especialmente por la Royal Navy, quienes sabedores de la llegada del Buen Suceso a la isla San Pedro prepararon con mucha anticipación una mise en scéne, manipularon los medios de difusión británicos, magnificaron el incidente en el Parlamento y lograron una reacción desmesurada de éste y del Gobierno. El gobernador de las islas Malvinas Rex Hunt y el director del BAS Richard Law, se hallaban identificados con estos grupos de presión cuyos intereses antepusieron a los de la Corona, pese a que esto último era su responsabilidad oficial y primigenia.


El autor británico Lawrence Freedman en el libro "Señales de Guerra" bajo el título Conclusiones (pág. 127), expresa:

La Guerra del Atlántico Sur acaeció porque la junta argentina había estado considerando una acción militar. Si los planes no hubiesen estado tan adelantados en Marzo de 1982, la intervención no hubiese sido posible.


Falkland Islands. El autor considera que esta conclusión es excesivamente simple, ya que los planes no hubiesen sido concebidos de haber existido una sincera voluntad negociadora por parte del Reino Unido. Las guerras, como los accidentes, no son efectos de una sola causa sino el producto final de un eslabonamiento de hechos y circunstancias, incidentales o premeditados, que en este caso comenzaron en 1833 con la toma británica de Puerto Soledad por la fuerza, continuaron con los reclamos argentinos ignorados por Gran Bretaña durante 149 años y se precipitaron por una circunstancia exógena principal: el plan para desmantelar la Royal Navy.

Coadyuvaron a conformar la situación pasible de ser instrumentada por los británicos, la partida no autorizada por el gobierno argentino del Buen Suceso con los hombres de Davidoff, así como el accionar de grupos de presión británicos por intereses sectoriales: la ya mencionada Royal Navy, la Company, y el Falkland Islands Comitee. Contaron con el apoyo de un sector del Parlamento, del BAS y luego del 31 de Marzo, con los intereses políticos partidarios del Partido Conservador y de la Sra. Margareth Thatcher. Las circunstancias indican que la Royal Navy y el Lobby Falkland planificaron subrepticiamente los sucesos con bastante antelación lo cual condujo a ambos gobiernos al impasse en las negociaciones y a la situación de crisis que se produjo entre el 24 y el 31 de Marzo. La prensa británica con su actitud produjo un efecto catalítico, magnificó el incidente en forma desmedida y desconsiderada, tanto al calificar los hechos como en la importancia otorgada a su referencia.

En resumen:

El factótum de la guerra se origina en la magnificación deliberada del incidente de Puerto Leith. Son sus principales responsables:

1º) Sir Henry Leach, Primer Lord del Almirantazgo, en defensa de los intereses de la Royal Navy.

2º) El gobernador Rex Hunt, el abogado William Hunter Christie y el comodoro Brian Frow, en defensa de los intereses de la FIC. Ello presupone la responsabilidad primaria del directorio de la firma colonial.

3º) Resulta insólito que estas conclusiones recien se hayan conocido a más de una década de haberse producido el conflicto y que el Informe Franks las haya ignorado, pues más allá del resultado de la lid, los responsables -entes oficiales y privados- obraron en protección de intereses sectoriales que antepusieron a los de la Corona Británica.


La Royal Navy, obrando como la Pérfida Albión, logró su propósito de dejar sin efecto el desmantelamiento de la flota dispuesto por las autoridades civiles, pero debió sufrir el hundimiento de numerosos buques -y lo que es enormemente más grave- la pérdida de la vida de muchos de sus hombres que creían que su sacrificio se hallaba justificado por la defensa de los sagrados intereses de la Corona y el honor nacional, cuando -in fine- lo que defendían eran la permanencia de los portaaviones y otros buques de la flota, los intereses económicos de la FIC, y en la etapa ulterior, las aspiraciones políticas de la Sra. Thatcher.

Del lado argentino, los factores motivadores fueron las legítimas intenciones del gobierno y pueblo argentino de recuperar las islas, catalizadas por la idea-guía del Presidente Galtieri y principalmente del almirante Anaya -no exenta seguramente de ambiciones políticas personales y para con el Proceso-, de emplear el poder militar para obligar a Gran Bretaña a negociar con seriedad. Producido el incidente Georgias y precipitarse la opción militar, los sucesos ulteriores escaparon al control de la conducción política y diplomática argentina.

Lo cierto es que el Pearl Harbor del Atlántico Sur había quedado consumado. Quienes lo planificaron, lo hicieron a la perfección. Pero las consecuencias del manipuleo de los actos conflictivos suelen escapar a los controles de quienes los pergeñan: el incidente Georgias precipitó la toma de las Islas Malvinas y condujo a un sangriento enfrentamiento bélico.

Quien siembra vientos cosecha tempestades, particularmente si lo hace en las aguas más indómitas del planeta.

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