• Anexo XI. Apostadero Naval Malvinas


    Embarcaciones isleñas requisadas por la Argentina durante el conflicto

Publicado el 19 Agosto 2021  por


Buque de transporte “Monsunen”


Buque de 30 m de eslora de origen noruego perteneciente a la Falkland Islands Company. Desarrollaba una velocidad de 7 nudos y tras la ocupación argentina fue requisado y puesto bajo el mando del teniente de navío Jorge A. Gopcevich Canevari. Fue extremadamente útil para las tareas logísticas que se desarrollaron durante el conflicto.

Desde el 14 de abril cumplió diecinueve misiones de alerta temprana y transportes diversos, la mayoría vitales para los habitantes de las islas.

El 1 de mayo, encontrándose en cercanías de la Punta Celebroña, fue sobrevolado por un Sea Harrier que no lo atacó, al parecer, porque el piloto creyó que se trataba de una nave tripulada por civiles.

Al día siguiente partió hacia Puerto Rey (Bahía King) en busca de los cañones del GADA 101 que habían llegado en el “Río Carcarañá” junto a 68 tambores de combustible, misión para la cual embarcó especialmente el mayor Jorge A. Monge.

La nave fue equipada con dos ametralladoras MAG, una a proa y otra a popa, destinadas a su defensa. El 3 de mayo procedió a hacer el trasbordo de las ocho piezas del GADA 101 y luego se acoderó al ARA “Isla de los Estados”, para recibir 16.000 proyectiles de artillería, operación que se realizó durante la noche, con mucho viento y abundantes rolidos. De regreso en Puerto Argentino, recibió una alerta de ataque naval submarino que lo obligó a permanecer en la rada durante las siguientes ocho horas.


Goleta “Penélope”, la embarcación más antigua de la guerra de Malvinas


En el mes de mayo de 1982, la Armada Argentina se apoderó de la goleta malvinense “Penélope”, a la que le asignó siete tripulantes, seis de ellos oficiales navales y el restante un conscripto, el marinero Roberto Herrscher, de 19 años, llegado a las islas el 11 de abril.

Era el barco más pequeño y antiguo del archipiélago, construido para la expedición patagónica del aviador alemán Gunther Plüschow, héroe de la Primera Guerra Mundial, quien lo bautizó con el nombre “Feuerland”. En 1929, fue adquirida por un poblador de las Malvinas que fue quien lo rebautizó “Penélope”.

La goleta también pertenecía a la Falklands Island Company, tenía 16 metros de eslora y desarrollaba 4 nudos de velocidad.

Fue descubierta por el ARA “Bahía Buen Suceso” el 7 de mayo de 1982,  anclada en el muelle de la pequeña isla del Águila y después de ser requisada se la destinó a misiones de rescate y transporte, especialmente de comandos, armas, combustible y heridos, al mando del teniente de navío Horacio González Llanos. Una de sus principales acciones tuvo lugar en el Estrecho de San Carlos, inmediatamente después del hundimiento del “Isla de los Estados”, donde se la envió a buscar sobrevivientes.

A fines de mayo recibió la orden de dirigirse a Bahía Fox para efectuar el traspaso de treinta tambores de combustible JP1 desde el ARA “Bahía Buen Suceso” y llevarlos inmediatamente a Puerto Argentino. En su viaje de regreso, cuando circunvalaba la isla Soledad, se detuvo al oeste de la isla Bougainville, desde donde se comunicó por última vez para informar que su sonda estaba fuera de servicio y solo le quedaba combustible para dos días. Aún así, logró llegar a Puerto Argentino unos días antes de su caída.


Buque multipropósito “Forrest”


El “Forrest” y el “Monsunen” eran, sin dudas, las embarcaciones más importantes de la “flota malvinense” antes de la guerra. El primero disponía de 250 toneladas de desplazamiento y 8 nudos de velocidad y, para variar, era utilizada por la Falkland Islands Company pese a ser propiedad de la gobernación. Fue requisada el 14 de abril y puesta al mando del teniente de navío Rafael Molini a quien se le encomendaron, también, misiones de logística, patrulla, rescate, transporte e incluso, en alguna que otra ocasión, remolque.

También colaboró en el sembrado de minas marítimas y hasta actuó como cortinador acústico antitorpedos, para lo cual se le colgaron cadenas en ambos lados, se pusieron en marcha todos los motores y se le ordenó a la tripulación golpear su casco para atraer posibles proyectiles, con el consiguiente peligro que ello implicaba.

El 1 de mayo protagonizó el primer combate aeronaval de la guerra de las Malvinas mientras efectuaba vigilancia con su radar en la caleta Riñón, junto al guardacostas “Islas Malvinas” de la Prefectura Naval. El barco esperaba el momento de entrar en Puerto Argentino cuando las 16.40 apareció un Sea Lynx volando directamente hacia ambos.

El teniente Molini, que se hallaba en el puente, ordenó a la tripulación adoptar posiciones de combate y en ese mismo momento, la aeronave abrió fuego, a una distancia de 400 metros. Los efectivos a bordo respondieron con los trece fusiles automáticos FAL de la dotación, manteniendo a raya al helicóptero que al intentar evadir los disparos, se dirigió directamente hacia el “Isla Malvinas”, ubicado a 100 metros de distancia, provocándole averías menores y un herido grave.

El guardacostas partió hacia la capital, en tanto el “Forrest” enfiló directamente al encuentro del atacante, siempre con la tripulación disparando desde cubierta.

El Sea Lynx buscó cobertura detrás de los accidentes del terreno y reapareció repentinamente para volver a tirar, aunque sin demasiada precisión. Al cabo de varios intentos emprendió la retirada en dirección a la isla Anunciación, con el aparente propósito de aterrizar en la Isla de los Pájaros. El “Forrest”, con algunas averías sin importancia, se lanzó tras él pero no logró ubicarlo.

Producida la caída de Puerto Argentino, el buque volvió a manos británicas.


Otras embarcaciones


No solo el “Monsunen”, el “Forrest” y el “Penélope” pasaron a integrar el Apostadero Naval Malvinas. Hubo otras unidades kelpers que también fueron requisadas, entre ellas el pequeño remolcador de dársena “Lively”, la lancha de reconocimiento a motor “James Caird”, a la que se le cambió el color rojo de su casco por el gris; una chata para alije de combustible de 20 metros de eslora, 4 de manga y 2 de puntal, sin propulsión propia (se hallaba provista de dos depósitos, uno para la gasolina y otro para el agua y estaba destinada a tareas de alije en el embarcadero y la bahía) y las lanchas de desembarco EDPV de 1,7 metros de eslora, 12 toneladas de desplazamiento y una velocidad de 9 nudos, las cuales transportaron personal desde el muelle de Puerto Argentino hasta los buques amarrados en la Península Cambler o surtos en su rada.


Relato de un soldado a bordo del “Monsunen”1


El día 6 de mayo de 1982 me encontraba con mi sección de apoyo de combate de la Compañía "C" del RI 4 de Monte Caseros, en Monte Wall, recibiendo la orden del Jefe de Compañía Capitán Marpegan, que dos soldados y yo, con una ametralladora MAG, dos cajones de munición me presentara por orden del Gral. Parada en Puerto Argentino en el sector de muelles.

Al llegar allí, queda un solo soldado debiendo el otro regresar al regimiento. La misión que yo pensaba que era la de defender una posición por la adyacencia del puerto, no fue así. Me ordenaron embarcar en un pequeño buque, anclado en el muelle nro. 4, y que mi misión era la de dar defensa antiaérea en todo los viajes que realizara hasta su regreso a Puerto Argentino.

Al presentarme a bordo, me recibe el 2do Comandante, el Tte. de Navío Oscar Vázquez, dándome un lugar como integrante de la tripulación. Ese mismo día, zarpamos con una sección del RI 5, llevando a bordo, cañones 105 mm, munición y alimentos hacia Puerto Howard.

Dos días pasaron. En calma, pero con temor de un ataque naval o aéreo.

Comenzando a integrarme con la tripulación del "Monsunen", recibiendo su afecto y cordialidad, como si fuera yo un integrante más de la Armada, llegando a tener con ellos una amistad que va más allá de los años. Amistad que se fue fortaleciendo con el correr del tiempo, tanto en las buenas como en las malas. Amistad que se logra con personas que dieron todo, que donde el sufrimiento del otro era el de uno mismo. Valentía, el desinterés por el riesgo propio, puesto de manifiesto en cada una de las horas que transcurrieron hasta nuestro regreso al continente, fue moneda corriente, con un solo objetivo: el de cumplir con nuestra misión.

Después de tres días de viaje, llegamos a Puerto Howard, donde desembarca la sección del RI 5.

Comenzamos el regreso a puerto Darwin, donde cargamos, del buque Bahía Buen Suceso, combustible para avión JP1 y munición con destino a Puerto Argentino, al cual nunca llegaríamos.

Corriendo el día 23 de mayo, siendo aproximadamente las 0230 hs de la madrugada, teniendo un viaje en calma, el comandante de la nave, el Teniente de Navío Jorge Gopcevich Canevari, da alerta amarilla (ataque de helicópteros), preguntando quien se encontraba en la ametralladora, acentuando a viva voz, que yo era el que allí se encontraba, me indica que se aproximaba al buque, un helicóptero enemigo. La noche era clara, se veían las siluetas de los cerros en el horizonte, tomo la ametralladora de MAG y ordeno al soldado clase 62, Ramón Orlando Godoy, que era mi abastecedor de munición que girara conmigo a mi derecha cuando apareciera el helicóptero.

En la proa del buque sentía a lo lejos que el enemigo se aproximaba hasta que lo vimos. Comenzando a abrir fuego sobre el aparato y viendo como las balas trazantes se apagaban dentro del fuselaje, hasta que hizo un giro buscando la costa y se vio un resplandor en el cielo que iluminaba la noche.

Teniendo incertidumbre por lo que nos sucedería, no faltó la respuesta de las Fragatas que se encontraban dentro del Estrecho abriendo fuego de luces de bengala para poder ubicar la posición del buque. Continuando con fuego de cañones y misiles que no dieron en el blanco, gracias a la valentía y coraje de nuestro Comandante, que hacía al buque zigzaguear para evitar que nos dieran con la artillería de sus naves.

Nos informaron por alta voz del buque, que nos preparáramos para embicar en la costa.

Se encontraba en la proa del buque junto con el soldado clase 62 Godoy y yo, después de que abriera fuego al helicóptero, el teniente de corbeta Héctor Lehmann. El fuego del enemigo era constante, nosotros en busca de la costa para poder desembarcar hasta que en un momento dado, el buque se clava con su proa en la costa, la cual se encontraba llena de rocas al momento de iniciar el desembarco, tirando balsas salvavidas al mar.

El soldado Godoy decide lanzarse desde lo alto del buque hacia las rocas pegando con su chaleco salvavidas en ellas e hiriéndose en una pierna.

Yo me arrojo en una balsa que se encontraba en la popa. Cayendo dentro de ella. Mientras que el resto del personal trataba de salvar su vida bajo el fuego enemigo. Teniendo en cuenta la carga, era por más peligrosa.

Escucho que del buque preguntan quien se encontraba en la balsa de popa, contestando yo, y siento caer arriba mío una persona a la cual ayudo a entrar, siendo el cabo Bruneti.

Desde la costa a viva voz preguntan quién hay en la balsa de popa, contestando los dos, nos dicen que la corriente nos llevaba mar adentro, y con el peligro de ser atrapados por la rotación de la hélice del buque, la cual seguía girando. Comenzamos a remar con las manos que empezaron a morarse por el frió del agua. No teniendo resultados, decidimos tirarnos al mar y nadar hacia la costa en una distancia aproximada de 50 metros, que se hacían eternos por el frío que comenzábamos a tener. Llegando a tomarme de una roca, siento que alguien me ayudaba a subir, porque me patinaba por el musgo.

Una vez reunidos, tomo al soldado Godoy, el cual se encontraba herido. Todos comenzamos a abandonar el área, siempre bajo fuego enemigo, realizando un alejamiento rápido hasta un lugar donde nos pusimos a salvo.

Pasado los minutos, el fuego enemigo paró. Sintiendo a lo lejos como ametrallaban las balsas que se fueron a la deriva.

El enemigo continuó con su ataque hacia la costa, teniendo en cuenta que no podrían dar con el buque, debido a que se encontraba varado frente a rocas que hacían rebotar las ondas del radar.

Comenzamos a retirarnos tierra adentro, para evitar el fuego del cual éramos objeto.

La madrugada del 23 de mayo, transcurrió teniendo mucho frío, llegando casi al límite de la hipotermia, debido a que todos nos encontrábamos mojados. Llegando a juntarnos para poder mantener el calor unos con otros.

Al amanecer, comenzamos un grupo a dirigirnos al buque para ver si se podría recuperar, si es que el mar no lo hubiese llevado, otro grupo fue a realizar un reconocimiento por los alrededores.

Al llegar nos encontramos con el buque desencallándose debido a que la marea comenzaba a crecer, y el comandante decide junto con el cabo Bruneti, el suboficial Cabana y el conscripto clase 62 Bazán, tratar de llegar y subir por una cuerda que se encontraba atada al buque, para poder recuperarlo. En el intento queda enganchado en la soga el suboficial Cabana, el cual cae al agua y es rescatado por el conscripto Bazán.

El cabo Bruneti logra llegar, y tirando una balsa al agua comenzamos a hacer pasajes de tierra al buque, hasta que logramos recuperar la nave.

Al ser revisada, se descubre que una amarra se había enrollado en la hélice y no podríamos seguir viaje.

Comunicándose por radio el comandante para ver si podían venir a rescatarnos, se logra al entrar la tarde la llegada del “Forrest”, para remolcarnos hasta Pradera del Ganso.

En todo ese recorrido estábamos a merced del enemigo, teniendo que agradecer a Dios que no ocurrió nada.

Día 25 de mayo al mediodía: se da un alerta roja. Ataque de aviación teniendo que ir precipitadamente a nuestra posición en tierra, cuando los Harrier abrían fuego al buque.

Día 27 de mayo: comienza el ataque inglés a Pradera del Ganso, comenzando en la primera línea, la cual se encuentra desbordada; comienza el repliegue y se realizan enfrentamientos con el resto del grueso de las unidades destacadas, librándose combates cruentos de artillería y armas pesadas hasta el día 29 de mayo, logrando que el enemigo retrocediera más de una vez, por encontrarse con defensas sólidas por el ímpetu y el coraje de los que nos encontrábamos defendiendo nuestra tierra del invasor.

Madrugada del día 14: Hay un alto al fuego. Se comenta por las líneas de tropa propia que había posibilidades de una rendición, las cuales yo no entendía. Llega la orden más amarga que tuve que cumplir en toda mi carrera como soldado, la de rendirme.



Tripulación del “Monsunen”


Teniente de navío Jorge A. Gopcevich Canevari
Teniente de corbeta Oscar Guillermo Vázquez
Teniente de corbeta Héctor Adolfo Lehmann
Suboficial maquinista Lucas Cabana
Suboficial maquinista Adolfo Blas Mamani
Cabo principal Raúl Gramajo
Cabo José Antonio Pedraza
Cabo de IM Carlos Javier Rivero
Cabo segundo Carlos Alberto Brunetti
Cabo segundo maquinista Jesús Calizaya Zerpa
Conscripto Clase 62 Romualdo Ignacio Bazan
Conscripto Clase 62 José Dulcillo Ávila
Sargento de Inf. EA Rubén Oscar Marchetti
Conscripto Clase 62 EA Orlando Ramón Godoy


Seis marinos sobre la turba malvinera2


(...) El 2 de abril sorprendió a González Llanos trabajando en el Servicio de Análisis Operativo del Comando de Operaciones Navales. Un día después del desembarco de las tropas argentinas en Malvinas, el teniente de navío fue convocado al Comando de Operaciones Navales, donde le ordenaron minar la bahía frente a Puerto Argentino para evitar la entrada de submarinos británicos. Con un suboficial y cuatro cabos, viajó a las islas el 9 de abril en un Hércules de la Fuerza Aérea. Mientras tanto, el “Bahía Buen Suceso” embarcó 25 minas, y el taller de armas de Puerto Belgrano preparaba otro cargamento para enviar en otro buque de ELMA, el Córdoba, que luego del establecimiento del cerco naval inglés nunca llegó a Malvinas. Así fue como, de los cuatro campos minados que habían previsto colocar, sólo pudieron poner dos, y ninguna mina explotó porque al final ningún submarino enemigo entró en la bahía.

Pero en el momento del minado el comando naval argentino estaba seguro de que submarinos británicos debían estar al acecho. Por eso, para que no percibieran la maniobra del Isla de los Estados, el comando naval envió al “Forrest”, otro de los barcos auxiliares, a actuar de “cortinador acústico antitorpedos”. En el “Forrest” los marinos y conscriptos debían intentar hacer todo el ruido que pudieran para que los radares de los posibles submarinos no captaran la maniobra.

El primer día que salieron a poner el campo minado con el Isla de los Estados, el equipo de González Llanos había instalado una plataforma que salía del costado del buque y alzaba la mina con la pluma. El teniente dirigía la maniobra parado en cubierta, mirando hacia abajo a los miembros de su equipo que trabajaban en la bodega. «Teóricamente la mina se tenía que caer al agua pero no se caía.» Entonces sucedió uno de los episodios más peligrosos en toda la experiencia de guerra del teniente.

«Tratamos de meter la pluma, y en ese momento la mina se cayó en la bodega, en medio de la bodega. A mí se me paralizó el corazón.» Horacio sabía que las minas tienen elementos de activación para que no exploten cuando no deben, pero siempre pueden ocurrir accidentes. Después de unos interminables segundos, la mina no explotó y el equipo del teniente desconectó los cables mientras, sobre la cubierta, los conscriptos del Isla de los Estados contenían la respiración.

A la noche siguiente, 26 de abril, terminó el minado y la orden recibida por González Llanos era que debía volver al continente a entregar el mapa indicando dónde habían puesto las minas. Pero necesitaban oficiales en Malvinas y le ordenaron quedarse y pasar a hacer guardia en la flamante Central de Informaciones en Combate, donde había oficiales de Ejército, Marina y Fuerza Aérea.

El 7 de abril, mientras hacía guardia en la CIC, lo llamó el subjefe de Marina en las islas, capitán de navío Antonio Mozarelli, y le dijo que habían encontrado un barco en la isla Águila. El 5 de mayo, un avión de reconocimiento de la Armada había divisado la pequeña goleta Penélope atracada en un muelle en esta islita ubicada al sur del estrecho de San Carlos, donde sólo había dos casas con dos familias y un desparramo de ovejas. Con la flota estacionada en el continente después del hundimiento del crucero General Belgrano y los buques y submarinos británicos cerrando el cerco naval sobre las islas, la nave civil podía ser útil. Mozarelli me dice: “Junte una dotación y váyase a buscar ese barco” (...).







Notas
1 Rubén Oscar Marchetti, “Buque Transporte Monsunen en Malvinas”, Historia y Arqueología Marítima, Fundación Histamar, http://histarmar.com.ar/Malvinas/ElMonsunen.htm
2 Roberto Herrscher, “A bordo del Penélope”, Revista “La Nación”, domingo 1 de abril de 2007.


Fuente: Malvinas. Guerra en el Atlántico Sur
Autor: Alberto N. Manfredi (h)

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