• El ataque del tordillo


    El 13 de junio de 1982, el Capitán Varela despegó en su A-4C formando parte de la Escuadrilla “Chispa”, que junto con la Escuadrilla “Nene” debían atacar a las tropas inglesas que cercaban Puerto Argentino.

Publicado el 26 Enero 2024  por


 Volaba en un avión sin pintar que tenía sólo una imprimación gris y por ello era llamado “El Tordillo”, lo cual facilitó la formación en vuelo de sus numerales aunque a veces se perdía de vista en medio de la lluvia, siendo visible sólo la estela que marcaba en el mar. 

Entraron a muy baja altura por el NO sobre la península de San Luis, siendo el blanco de Varela la parte NE de la ladera del Cerro Dos Hermanas. Al pasar sobre una loma, Varela avista una especie de campamento, con armazones de radar y helicópteros estacionados, por lo que le apuntó con su mira y arrojó sus bombas mientras ordenaba a sus numerales hacer lo mismo. Luego salió con un viraje hacia el SE, cruzándose con un Sea King que le disparó, no pudiendo repeler esta agresión debido a que tenía otra misión. Para ese entonces, la escuadrilla era atacada con una gran variedad de misiles y proyectiles. 

Varela sintió una fuerte explosión y vio un gran resplandor junto a su avión, mientras escuchaba al Teniente Roca gritarle que se eyectara, pues lo habían alcanzado. Cambiando el viraje de izquierda a derecha y sintiendo las sacudidas del avión, escuchó al Teniente Mayor: “Señor, acaba de explotar un misil entre su avión y el mío”. Intentó dispararle a otro Sea King que se le cruzó, pero observó que la temperatura del motor estaba muy por encima del límite máximo al mismo tiempo que producía ruidos anormales, por lo que redujo la potencia para mantenerla controlada y eyectó las cargas externas, emprendiendo el regreso.  

 


¡Señor eyéctese!, ¡Lo alcanzaron! – el misil explotó con un fuerte resplandor - ¡Señor, otro misil entre su avión y el mío! – fuertes trepidaciones y temperaturas del motor sobre el arco rojo. 

El Capitán Varela eyectó las cargas y redujo acelerador, escapando hacia un lugar para tirarse en paracaídas. Pasado un tiempo y buscando una potencia reducida, el avión se mantenía en vuelo. Lo pensó bien: el caballo rengueaba pero mantenía el ritmo. Apuntó al Oeste buscando la ruta del sol, y caballo y jinete se internaron en la inmensidad del mar. 

Cuando redujo en el aterrizaje, el motor se paró. ¡Señor, venga a ver!, le dijo el mecánico cuando bajaba de la cabina en plataforma. El compresor no tiene álabes, ¡se han derretido! 

Una turbina no puede funcionar sin compresor. La presión dinámica del aire en vuelo más una providencial posición del acelerador habían hecho el milagro. 

El Tordillo, mortalmente herido, había traído a su jinete a casa, exhalando el último suspiro sobre la pista.  

 

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