Publicado el 03 Septiembre 2021 por
Los días fueron transcurriendo apacibles, alternaban el entrenamiento de embarque y desembarque en helicópteros (ya que la Compañía B era "Reserva Helitransportada") con momentos junto al fogón que hábilmente encendía. Un día un cordero cometió el error de cruzar la zona de responsabilidad de la Sección y, ante la duda si era o no enemigo (desconocía la "señal de Reconocimiento") ¡¡¡fue puesto fuera de combate!!! Poltronieri hábilmente lo degolló, cuereó y limpió, pero (siempre hay un “pero”) eso estaba prohibido... excavó con otro compañero un pozo en la turba, lo llenaron de brazas y cubrieron el delito con chapas... la bruma del mediodía hizo el resto. El jefe de Compañía recorrió el sector pues le había llamado la atención el olor en el aire, aparentemente había sido engañado pero... una llamada de atención posterior al jefe de sección demostró que no lo había sido tanto...
Estos días previos fueron positivos, el Grupo se había afianzado; aprendió a conocer a su jefe de sección, el subteniente [Vilgré] La Madrid y a su nuevo encargado, el sargento primero Corbalán, un sanjuanino excepcional. Así cuando llegó la orden de marchar al cerro Dos Hermanas (Two Sisters) una larga columna de infantes endurecidos y cohesionados, cargada con todo su equipo y armamento, se encolumnó en el camino que atravesaba el valle entre el Longdon y el Two Sisters; en sus rostros se observaba claramente que no eran los mismos que habían llegado, estaban forjados en el entrenamiento y el frío y estaban ávidos de probar fuerzas con el enemigo. Una larga mirada a los galpones y la antena de comunicaciones y, volviendo la espalda, rompieron la marcha. Ahora, entre los ingleses y ellos solo quedaban las enormes planicies malvineras.
Ocupó una posición en el cerro; al norte: el monte Kent con el río Murrel corriendo a su falda; al este: el Longdon; al oeste: el Tumbledown y el océano y al sur: Puerto Argentino. La Sección rápidamente cambió el nombre al cerro por uno más acorde a sus "formas" femeninas. Allí realizaron patrullas de reconocimiento, [Poltronieri] organizó con el otro apuntador (Horisberger) las posiciones de cambio y suplementarias para la ametralladora, reconoció caminos de repliegue y hasta participó de una sesión de tiro para comprobar la eficiencia de su Arma. En poco tiempo transformaron el cerro en un erizo, todas las armas funcionaban a la perfección... cubrieron todas las posibles avenidas de aproximación del enemigo. Recibieron visores nocturnos y equipos de comunicaciones más potentes (visores Litton y radios TRC 300).
Los días eran cada vez más fríos, cortos y ventosos. El clima los golpeaba intensamente exigiéndoles adaptarse al máximo si deseaban sobrevivir. Pese a esto y como todo Infante, [Poltronieri] poseía espíritu inquebrantable e inquieto, por eso no fue de extrañar que fuese voluntario al primer Puesto de Bloqueo en el monte Challenger y luego al del monte Kent. Eran tareas duras, había que estar alerta durante 48 horas, aislado con equipos de comunicaciones, casi sin moverse para no ser detectados por el enemigo; la primera vez estuvo con su jefe de sección y el frío le enseñó que debía llevar más equipo. No obstante ello, Poltronieri se destacaba por no perder nunca su espíritu alegre, por la atención que ponía a su misión y por el cuidado que ponía por su ametralladora.
Ya con los británicos desplazándose por la zona, bajo el diario bombardeo, siguió siendo Voluntario para todas las acciones. Estaba ávido demostrarles a los ingleses como combatían los argentinos y cualquier oportunidad, sea una emboscada o patrulla, lo contaba entre los primeros. Su mayor acción de desprendimiento la cometió cuando se armó una patrulla a cargo de su jefe de sección para infiltrarse en territorio que, se apreciaba, estaba en manos del enemigo. El subteniente [Vilgré La Madrid] no lo eligió, porque era uno de los que más actividades de ese tipo habían realizado y él, conmovido, se le acercó diciéndole que dejara al otro apuntador (Horisberger) que él no tenía ningún problema en ir hasta Monte Simón (donde luego se libró el Combate de Top Malo House de nuestros comandos). Quienes integraban esa patrulla tenían muy claro que estarían absolutamente aislados, librados a su suerte, con solo un equipo de comunicaciones y que era muy probable que no regresaran. Por eso es de destacar su gesto...
Poco después fueron relevados por una Patrulla de Comandos a la que le tocó recibir la peor parte de esa misión5.
Posteriormente, y detectado el enemigo en su aproximación, el teniente primero Abella le ordenó al Jefe de sección la preparación de una emboscada en el “Murrel Bridge” y... ¡¡¡también allí se lo tuvo entre los voluntarios!!! Esa noche, al oscurecer, marcharon con el mínimo equipo necesario en busca del enemigo... hasta ahora habían sido amagues, rechazar alguna patrulla de exploración británica o el intercambio de proyectiles de mortero. La excitación los embargaba; cruzaron en silencio el río de piedras que los separaba del campo principal de combate y comenzaron a buscar el sector elegido. La noche era muy oscura y al llegar al río comenzaron a buscar un lugar para esperar al enemigo; el sitio no era el mejor pues el puente quedaba cerca de unas pequeñas alturas; con pocas cubiertas a disposición, hubiese sido fatal instalarse allí. Se desplazaron hacia las alturas dejando personal de escucha (pues nada se veía) y se desplazaron lentamente pues era un instante crítico al haberse hecho demasiado tarde. Por correrse el riesgo de que llegase el enemigo, cada cuatro o cinco pasos se detenían, se echaban cuerpo a tierra y escuchaban con atención, pero solo sentían el aullido del viento en sus cascos... Grande fue la sorpresa cuando al llegar se encontraron con equipo militar y personal descansando. ¡¡¡Era tarde para la emboscada!!! Un centinela británico abrió el fuego y esa fue la señal para disparar con toda la potencia de las armas; arrojaron un par de granadas sobre el equipo británico y abortaron la operación... ordenadamente –y de acuerdo a lo coordinado previamente- se replegaron "a las tres, 200 metros" reuniéndose detrás del río de piedras que habían elegido. Un error de apreciación los había enviado a una zona que ya se encontraba en manos del enemigo... se salvaron por milagro.
No obstante, pese a su misión de apuntador, nunca descuidó su otra "misión" auto impuesta (capturar los corderos que se acercaban a las posiciones), que permitía un trueque semanal ¡¡¡con Puerto Argentino!!! Además con su grasa y un poco de piolín, se fabricaban velas (los cueros se ocultaban...¡¡¡nunca sabíamos cuando podíamos ser sorprendidos!!!) y su carne, obviamente, alimentaba los desgastados cuerpos.
Con su carácter alegre [Poltronieri] era una fuente de inspiración en los últimos días de la batalla, baste para describirlo un hecho puntual: una noche, ya con el enemigo en las cercanías, su jefe había dispuesto un turno en los pozos: uno dormía y el otro observaba. Para hacerlo había que salir por la escasa visibilidad y la niebla. Los turnos eran de dos horas debido al frío y al terrible viento; Poltronieri [que] estaba en su turno de 2 a 4 de la mañana; conversó con el subteniente La Madrid en la posición de la ametralladora un rato, sin quejarse del frío ni del cansancio; luego su jefe siguió la recorrida y regresó a su posición cerca de la MAG de Poltronieri... se durmió escuchándolo tararear despacito una canción... de repente se despertó ya que era difícil dormir de noche, sus hombres estaban afuera vigilantes... algo le llamó la atención... ¡¡eran las 5 y 30 y se seguía escuchando el tarareo de Poltronieri!! Salió dispuesto a reprender al mal camarada que no había hecho el relevo y... Poltronieri le respondió: “Déjelo dormir jefe, son de la ciudad y a mí no me hace nada el frío, en realidad yo no lo desperté” (era una excusa en realidad para no destacar su excelente espíritu de camaradería; no había despertado a su amigo, pese al cansancio para dejarlo descansar un poco mas).
Ya era parte de ese suelo al que amaba, sentía a los integrantes de la Sección como su propia familia y estaba dispuesto a cualquier sacrificio por ellos. En las últimas noches, cuando la actividad del enemigo arreciaba, los bombardeos eran casi constante y la llovizna o la niebla castigaban... el se quitaba su poncho y cubría a su amiga inseparable, la MAG, para que no se mojase... sabía que cuando llegase el momento del combate, todos sus camaradas estarían esperanzados de escuchar la sinfonía de su ametralladora escupiendo balas contra el enemigo... y no iba él a defraudarlos.
Llegó la noche del combate de Monte Longdon, [durante el cual] el enemigo los castigó duramente todo el día. Al anochecer el ataque del Para 3 británico lo sacó de sus pensamientos. Nadie dormía. El jefe de sección se le acercó y le dijo: “Delante de nuestro puesto adelantado hay ingleses disparando con morteros al cerro. Lanzales una ráfaga para desanimarlos”. Este fue su bautismo de fuego para ayudar a sus hermanos del RI7. La ametralladora escupió furiosamente su carga de muerte y el enemigo tuvo que cambiar de posición; su primera misión de fuego había sido cumplida. Su jefe de sección [subteniente Vilgré La Madrid] fue también emocionado testigo junto con él, de la bravura de otro apuntador pero del RI7, que defendió su posición durante horas y mantuvo al enemigo clavado en el terreno. [Poltronieri] le comentó al subteniente: “Ese sí que tiene lo que hay que tener”. Al regresar sabría que ese apuntador había muerto heroicamente en defensa de su posición.
Su momento llegaba, el enemigo atacó el 12 de junio el RI4, la posición de su ametralladora había sido bombardeada todo el día y se escuchaban los gritos y disparos a su retaguardia. Eran las 10 de la noche, el soldado Delfino (también de Mercedes) se acercó a su posición; los ingleses habían conquistado las posiciones del RI4 y venían por retaguardia, había que prepararse para el repliegue... [Poltronieri] no se dio tiempo para lamentos, con sus dos compañeros preparó su equipo y con sus armas, concurrirían al lugar de reunión de la sección que habían preparado previamente al otro lado del cerro; allí había munición y raciones de combate. [Mientras lo hacía] observó que Horisberger hacía lo mismo. En el lugar de reunión la actividad era febril. No había que perder tiempo, desde lo alto del cerco el enemigo disparaba y la artillería batía el lugar donde se encontraban. La orden de compañía había determinado que el jefe de la 2ª Sección, subteniente Franco, sería el jefe de las retaguardias de combate que cubrirían al grueso de la Compañía. Entre los soldados de la sección que cubrirían el repliegue estaban los de los 1° y 2° grupos (de los cabos Fernández y Palomo) pero no del suyo. Se acercó a su jefe de sección y le solicitó autorización para permanecer con ellos; conociendo su tozudez, el subteniente le dio un abrazo. Lo último que [Poltronieri] vio bajo la luz de las bengalas fue a su jefe, Biderbost y otros camaradas atendiendo a los soldados Guanes y Tode que habían caído bajo el fuego del enemigo. [El soldado Pedro Francisco] Adorno pasó a su lado y le dio una palmada. Pronto todos se perdieron en las sombras del valle.
[Oscar] disparó su ametralladora sobre el enemigo hasta que recibió la orden de replegarse por donde ya habían pasado sus compañeros. Bajo el fuego enemigo y tropezando en las piedras hasta lastimarse, alcanzó el monte Tumbledown.
Allí se enteró que Guanes había muerto rezando sin una queja y Tode había sido evacuado al puesto socorro de los infantes de marina. Se reunió con su sección y ocupó una posición cerca de Sapper Hill. Estando allí se le ocurrió con otros compañeros reinfiltrarse en las antiguas posiciones. La noche estaba muy fría y no tenían abrigo... En silencio y evitando los centinelas llegaron hasta la cueva donde estaban las reservas de la Compañía, ¡¡los ingleses no las habían descubierto!! Cargaron víveres y mantas en una bolsa de dormir y regresaron con su gente.
Al día siguiente el frío era insoportable. El comandante de la brigada, general Jofré, recorrió las posiciones; al pasar frente a él le preguntó que necesitaba, “Guantes” le dijo [Oscar]. A la tarde un estafeta llegó con la promesa cumplida.
Se acercaba el final, vio como se replegaba la artillería y se abandonaban, kilómetros cerro abajo, las posiciones en Moody Brook. No se dio tiempo a pensar, se sentó entre las rocas a limpiar su arma y a conversar con sus camaradas. El subteniente [Vilgré La Madrid] pasó pozo por pozo arengando a su gente para lo que (estaba seguro) sería el final. Faltaban dos días para el cumpleaños de su jefe y les había prometido que para esa fecha todo habría terminado.
El último día fue como una película. La artillería naval y terrestre enemiga batiendo la zona y haciendo temblar la tierra, a lo lejos, una intensa actividad de los helicópteros británicos en las faldas del monte Kent y su infantería haciéndose fuerte en los cerros que habían caído en su poder. Se escuchaban disparos a lo lejos y ráfagas de ametralladora cruzaban el cielo. Al caer la noche una silueta pasó a su lado saludándolo con una sonrisa, era su jefe de sección rumbo al puesto de comando del jefe de la Compañía, que les comentó que había nuevas órdenes y que por las dudas se fueran preparando...
La obscuridad se hizo completa y los combates cada vez más cercanos. Habían tratado de descansar un poco pero la adrenalina era más fuerte que el cansancio. La noche era iluminada por bengalas y ráfagas de municiones trazantes de las ametralladoras pasaban sobre sus cabezas. Los gritos y disparos cada vez más intensos sindicaban que el momento llegaba. El jefe de sección les impartió la orden de tomar lo indispensable y reunirse tras unas rocas. Tomó su ametralladora, preguntó a sus compañeros si tenían el afuste y las bandas listas y se reunió con el resto de sus camaradas.
El jefe de sección les informó que marcharían hasta las posiciones de la Compañía "Nácar" del BIM 5, [ya que] su Jefe había solicitado a su comandante una acción ofensiva pues su gente en primera línea estaba en furioso combate cuerpo a cuerpo. No había tiempo que perder; un oficial y un soldado de la Infantería de Marina (ese oficial es hoy el comandante del batallón, capitán de fragata Waldemar Aquino) los guiaron a través de las rocas hasta el puesto de comando. ¡¡Realizarían un contraataque!! El jefe de la sección los dejó en la posición de partida para el ataque y concurrió con el soldado Arrúa a realizar las coordinaciones finales y un reconocimiento. A la media hora observó como el enemigo abría fuego en el sector donde estaba el subteniente [Vilgré La Madrid] y como éste, luego del intercambio de disparos, disparaba una granada y regresaba de inmediato.
A partir de allí todo se sucedió en velocidad; avanzaron entre las rocas evitando ser detectados por las luces de las bengalas y desplegaron. Eligió una altura por encima de sus camaradas y respondió el fuego inglés con furia. Las horas pasaban y el intercambio de disparos se hacía mayor, los británicos trataban de vencer la posición con sus armas antitanque Law, Tow y sus misiles Milán pero ellos no cedían. Los proyectiles de morteros y artillería aullaban con furia mientras golpeaban las posiciones pero ellos no cedían; pese a la evidente superioridad y al desgaste personal y de munición no cederían fácilmente. Contó las municiones que le quedaban y le pidió a otro compañero que llenase otra banda. Cerca de él estaba el subteniente [Vilgré La Madrid] con Horisberger al que se le había trabado la ametralladora. Una ráfaga los cubrió y se tapó, al cesar observó que su jefe trataba en vano de reanimar a su amigo... era inútil, había muerto como solo un Infante sabe morir, dientes apretados, el arma aferrada y frente al enemigo... ¿existe acaso muerte mas heroica? No tuvo más tiempo para pensar, el amanecer se acercaba y con luz la posición se haría insostenible. Los guardias escoceses los habían aferrado y ahora desprenderse sería difícil. No obstante no se retirarían antes de agotar la munición y golpear con furia. Observó hacia abajo y cambió de posición para evitar el fuego, lo habían detectado y querían eliminarlo. No podía permitirlo, era la única boca de fuego respetable de la sección que se encontraba sin sus lanzacohetes, con una sola ametralladora y sin apoyo de morteros por la cercanía del enemigo...
A su alrededor volaban pedazos de roca levantados por los disparos del enemigo, antes de alcanzar la otra posición vio caer a varios camaradas heridos o muertos. Gómez, Ramos, Duarte, Pedeuboy, Adorno, Delfino otros mas, vendían cara la posición cayendo heridos o muertos sin pensar siquiera en escapar.
Finalmente el subteniente ordenó abandonar la posición, uno a uno comenzaron a replegarse pero había que cruzar un pequeño valle batido por el enemigo. De nuevo se presentó [Oscar] voluntariamente para proteger el repliegue de los pocos hombres que estaban en pié y permaneció junto con el subteniente Robredo y el sargento primero Corbalán hasta que el último hubiese cruzado la “zona de muerte”6.
Estábamos en el monte Dos Hermanas, una noche yo estaba de guardia en la posición adelantada y escucho unas voces raras. No eran de los nuestros, no entendía lo que decían. Le aviso al teniente [Vilgré La Madrid], que viene con visor nocturno; los tipos estaban a 50 metros. Los ingleses venían todos amontonados, tirando tiros por cualquier parte, gritando, tocando el tambor. Un soldado que estaba arriba del monte comenzó a tirarles con su ametralladora (MAG). Ahí nos vieron y comenzó el fuego cruzado. A mi lado cayó un compañero con la cara llena de sangre. A mí me dio impresión verlo, me dio más coraje, mas bronca...
.....Yo le daba y le daba a la MAG. Ramón, el que había caído al lado mío, era mi compañero de arma. Él era MAG N° 2 y yo MAG N° 1. Éramos muy amigos, por eso me dio tanta bronca. Ahí me dije: “Si a él lo mataron a mí me van a matar también. ¿Por qué me la voy a salvar?”. Entonces tenía que jugarme....Era casi de día; yo tiraba y tiraba, mi abastecedor, el que le ponía las cintas a la MAG, estaba cansado, pero yo seguía y seguía tirando contra los tipos. No se la iban a salvar. En un momento parecía que todos los ingleses querían pararme, les jodía mi ametralladora, sentía como pasaban las balas; a las trazantes se las veía clarito...Atrás de unas piedras estábamos nosotros amontonados, y a la orden de retirada, todos mis compañeros comenzaron a salir de sus posiciones, se fueron replegando hasta que en un momento estoy con mi abastecedor y el ayudante apuntador. Entonces les digo a los pibes: “Váyanse, repliéguense, que yo me quedo solo”. Ellos no querían, me decían: “Negro, vayámonos todos, a vos solo te van a matar, te la van a dar”. Yo les contesto: “No váyanse ustedes, tienen familia, amigos, todo”. Yo también tengo familia y amigos, pero ellos siempre entienden. “¡Váyanse de una vez, carajo, después voy a ir yo!”. Solamente quedaba cerca de mí un sargento, pero yo sabía que la señora de él, justo ese día había tenido una nena. Le había llegado un telegrama. Le digo entonces al sargento: “Mi sargento, usted tiene un nuevo hijo en el mundo y tiene que verlo. Repliéguese. Déjeme a mi solo. Yo soy soltero y prefiero morir yo, antes que usted. Me voy a arreglar”. Y me arregle...
...A lo lejos veía como peleaba la gente del RI7 de La Plata, en Monte Longdon atrás nuestro, cerca de la playa. Llovían las balas sobre mí, estaba solo. Me repliego y tiro, me repliego y tiro, hasta que llegué al pueblo...7
En Puerto Argentino les pregunto a unos soldados si sabían dónde estaba el RI6, yo quería volver con los míos, Ellos dijeron que habían pasado por ahí y que les habían dicho que el punto de reunión del regimiento era el cementerio.
Cuando llego al cementerio ya habían pasado casi dos días, mis compañeros me ven y no lo pueden creer. Ellos pensaban que los ingleses me habían matado. Y yo les digo: “¡¿Qué?! ¡Esos tipos a mi no me matan! Empezaron todos a gritar, a abrazarme, se me tiraban encima, como en la cancha al que hace un gol. Luego me levantaron, me llevaron en andas, tenían mucha alegría de verme. Entonces lloré... Después me enteré que al hacer el parte, me habían dado por muerto o desaparecido, pero el sargento contó que yo me había quedado en la posición tirando con mi MAG. El teniente [Vilgré La Madrid] no podía creer que yo hubiera vuelto; me agarró y me dio un abrazo, y me dijo: “¡Poltronieri!”, gritó. “Que va´cer”, dije yo, “El destino mío era volver. Acá estoy”8.
Fue el último Infante argentino en combatir en la batalla de Puerto Argentino. Cuando ésta terminó, un agotado y flaco Poltronieri ingresaba como un espectro con su ametralladora aún en los brazos... Su espíritu le decía que aún se podía pero sus fuerzas lo iban abandonando de a poco. Los últimos cinco días habían sido agotadores y ya nada quedaba por hacer. Se reunió con su jefe... había muy pocos... solo catorce, el resto: muertos, heridos y prisioneros...
Lo demás es historia: la barraca de prisioneros, el embarque nocturno en un lanchón, las luces del “Bahía Paraíso”, el regreso, el embarque, el descenso en El Palomar, el viaje a Mercedes, las medallas y condecoraciones, los amigos y “de los otros” que se le acercaron...9
...De allí fuimos al puerto, tres días esperamos el barco que nos iba a llevar, el “Bahía Paraíso”. Ya éramos prisioneros, no podíamos salir de allí...
Uno de los nuestros sabía inglés. Por él nos enteramos de lo que hablaban de nosotros. Esos tipos dijeron: "A pesar de que son muy jóvenes, tienen buen entrenamiento”.
Yo pensaba, pensaba en lo que habíamos hecho y a dónde íbamos, ahora.... yo estaba solo y lloraba de la bronca10.
Solo queda contar que después de la guerra se fue a trabajar con su tía materna Ángela Piris en Olivera, que estuvo haciendo un tratamiento como él dice "contra el frío" en el Hospital de Mercedes (el frío sufrido en la guerra no fue gratis para sus miembros).
Llegó el tiempo de las medallas, las entrevistas televisivas […]; su viaje a Europa para la TV y la prensa. Pero también el tiempo de continuar su vida. Se mudó a Gral. Rodríguez y vio fallecer a su primer hijo. Mastellone le dio un trabajo en La Serenísima y permaneció allí por 14 años.
Estando de visita en Mercedes en casa de su madre conoció a una hermosa joven de 18 años que lo enamoró de inmediato llamada Alejandra Viviana Carrizo (su madre conocía a la familia pues habían trabajado juntos en la Estancia). Ella al principio no le prestó mucha atención pero se vieron el 24 de diciembre en las fiestas de navidad. El 31 de diciembre en el Club Estudiantes de Mercedes, propiedad de la familia Zárate, el bravo combatiente que no temía al enemigo se le acercó tímidamente... Tardó en declararse, no se animaba y ella le dio una pequeña ayuda... el 24 de agosto de1990, se casaron en el Registro Civil de Mercedes (queda solo que algún capellán castrense que lea estas líneas lo haga por la iglesia) y pronto vinieron Jonathan, Melina, Lucas y Matías, los retoños de éste ombú pampeano duro y filoso como el Tala pero tierno a la hora de los afectos.
Finalmente en 1994 dejó La Serenísima y alternó su trabajo entre un canal de cable, una agencia de remises, seguridad en la localidad de San Martín y en el año 1994 y 1995 en el Estado Mayor del Ejército. Queda por decir que entabló amistad con un ex combatiente británico, un oficial de los Royal Marines (que lo enfrentara en el Dos Hermanas) que posee una holgada posición en Chile y le ha ofrecido partir con él... pero se niega dejar su tierra "por ningún dinero" pese a que su amigo lo visita... ("El valor de tu enemigo te honra" como diría Larteguy en su libro de los franceses en Argelia Los Centuriones).
Como padre solo queda decir que habiendo sufrido en carne propia el no poder estudiar, hoy se preocupa con su esposa por los estudios de sus hijos: los varones concurren a la Escuela N° 10 en General Rodríguez y la hija a la Escuela N° 502.
Hoy trabaja en el Hospital Militar de Campo de Mayo. Tal vez allí podamos decir que es su último trabajo pero, conociendo a nuestro héroe... ¿lo será?
A su regreso de Malvinas, Oscar fue condecorado con la mayor distinción entregada a un conscripto, la Cruz “La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate”, por “Constituirse durante toda la campaña en ejemplo permanente de sus camaradas, por su espíritu de lucha sencillez y arrojo, ofreciéndose como voluntario para misiones riesgosas. En combates desarrollados en las zonas de los Montes Dos Hermanas y Tumbledown, operó eficazmente con una ametralladora deteniendo ataques enemigos. Fue siempre el último en replegarse, resultando sobrepasado en ocasiones por los ingleses. Dos veces se lo tuvo por muerto, pero logró reunirse con su sección y siguió combatiendo con igual decisión y eficacia”. Finaliza diciendo el coronel Vilgré La Madrid:
Por todo lo expresado (y lo que no) quiero rendir homenaje a Oscar Poltronieri, héroe vivo y representante de nuestra raza y valores, hombre que no dudó en ofrecer su vida a la Patria, que jamás puso la causa Malvinas bajo intereses deshonestos, que no permitió jamás que su nombre sea utilizado políticamente ni por otros veteranos con menos escrúpulos; hombre que lo único que desea como premio es lucir el distintivo de integrante de nuestro Ejército Argentino y ser nombrado cabo VGM "Ad-Honorem" hecho que –a no dudarlo- es absolutamente merecido.
Que Dios, en estos momentos de tribulación, bendiga a nuestra Patria y a nuestro Ejército ¡¡con muchos Poltronieri!!11.
El es uno de mis más grandes orgullos. Un hombre de un coraje impresionante. Allí, con cinco heridas de bala, estaba íntegro, tenía una tranquilidad increíble, una gran paz. Con total naturalidad, me ordenó que yo me retirara, que lo dejara morir allí, que salvara mi vida. Me eché a llorar. ¿Cómo iba a hacer eso? ¡Yo no soy de abandonar! ¡Y encima a este hombre, que era mi ejemplo de valentía! Tenía conmigo intacta la petaquita de whisky que la superioridad nos había dado junto a un cigarrillo; es que yo no bebo ni fumo. Y le di de tomar. ‘Eso si que está bueno’, me comentó. En cierto momento, no me habló más, había perdido el conocimiento. La forma en que sangraba, era una guarangada. Lo cubrí, lo agarré de la chaquetilla y empecé a arrastrarlo14.
Fuente: Malvinas. Guerra en el Atlántico Sur
Autor: Alberto N. Manfredi (h)
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